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[REV. MED. CLIN. CONDES - 2016; 27(3) 413-415]

reposar algunos días (4). Nietzsche contabilizó en un año

118 episodios de jaquecas (2). En 1887 fue examinado por

el Dr. Eiser, quién diagnosticó una corioretinitis en su ojo

derecho como causa de su defecto visual, que práctica-

mente le provocó una ceguera (2).

En la historia familiar predominaban las enfermedades

mentales: dos tías maternas tuvieron una enfermedad

psiquiátrica, una de ellas se suicidó; un tío materno desa-

rrolló un trastorno mental en la sexta década de la vida. Otro

tío materno murió en un asilo. El padre de Nietzsche murió

a los 35 años; se le describió como autista y que estuvo en

ausencia meses previos al fallecimiento. La autopsia habría

revelado un “reblandecimiento cerebral” (2).

No existe claridad de cuándo Friedrich Nietzsche inició los

síntomas que lo llevaron a su deterioro cognitivo. Sus amigos

lo describieron “extraño” en 1886, como ausente, “como

que viniera de un país donde no hay habitantes”. Mencio-

naron que su postura era menos orgullosa, había perdido su

marcha solemne y su discurso fluente, haciéndose laborioso

y entrecortado (1-3). También se puso negligente con su

cuidado personal y el lugar donde vivía.

En Turín, donde llegó el 20 de septiembre de 1888, fue

evidente su extraña conducta para Davide Fino, dueño del

hotel donde se hospedó (1,3). En diciembre de 1888, solía

hablar solo, cantar y bailar desnudo en su habitación. En sus

cartas de octubre de 1888 a enero de 1889 se manifestó

un claro delirio megalomaníaco. Firmó sus misivas como

“Fénix”, “Anticristo” y “Dionisio” y envió cartas irreverentes

al Kaiser y a Bismarck. Se llamó a si mismo “el redentor de

todos los milenios” (1,3).

Su colapso sucedió el 3 de enero de 1889 cuando, al ver un

caballo que era maltratado, se abalanzó llorando sobre el

cuello del animal con ánimo de protegerlo, cayendo al suelo

sin sentido (1-3). A los pocos días fue trasladado a un asilo

mental en Basilea.

El examen neurológico de ingreso a este asilo lo mostró

grandilocuente y desorientado. No presentaba temblores y

no había alteraciones motoras. Presentaba conductas como

mantenerse aplaudiendo un lapso largo, hiperoralidad y un

apetito muy voraz (2).

En su etapa en Jena (1889-1890) presentó ataques de

ira, golpeó a algunos compañeros de asilo, confundió a

su cuidador con Bismarck y presentó severos desajustes

conductuales tales como beberse su propia orina, ensuciar

su cuerpo con heces y coprofagia (2,3). Desde un principio

el diagnóstico fue una parálisis general luética, planteado

incluso por autoridades médicas como Binswanger. En

el siglo XIX no existía prácticamente el diagnóstico dife-

rencial de una demencia y formular este diagnóstico era

asumido como una sentencia de muerte, ya que no había

tratamiento. La sobrevida no superaba cuatro años (1,2). En

cuanto a una infección sifilítica primaria, no existen ante-

cedentes clínicos sólidos y es dudoso que Nietzsche haya

tenido relaciones sexuales alguna vez, ya que los informes

de que habría contraído la infección en el año 1865 son

muy cuestionados (1-4). El principal argumento en contra

de una parálisis general es que la enfermedad de Nietzsche

duró al menos 12 años, lo que sobrepasa en demasía la

sobrevida esperada. Tampoco presentó la signología típica,

con temblor facial y de la lengua al protruirla fuera de la

boca, que era considerado en esa época como signo patog-

nomónico de la enfermedad sifilítica.

Orth y Trimble, revisaron en el año 2006 los expedientes

médicos de Nietzsche y plantearon una demencia fronto-

temporal (2). Este diagnóstico se sostiene cuando el paciente

presenta un cambio de personalidad o de conducta, con

alteraciones del comportamiento (apatía o desinhibición) o

del lenguaje (disnomia, laconismo), aún cuando no exista

compromiso importante de la memoria (5).

Durante su último año activo, 1888, escribió 7 libros, “La

caída de Wagner”, “Nietzsche contra Wagner”, “El anti-

cristo”, “Ditirambos para Dionisio”, “La voluntad del poder”,

“Ecce Homo” y “El crepúsculo de los ídolos”. Esta producti-

vidad es incompatible con alguien afectado por una parálisis

general, pero sí compatible con una demencia frontotem-

poral, en que se ha descrito la aparición de una creatividad

excesiva en sus primeras etapas (2). En la demencia fron-

totemporal es frecuente la hiperfagia, que también estuvo

presente en Nietzsche.

Desde los 32 años vivió prácticamente solo, acompañado

de su piano y la música que amaba. Según Nietzsche “la vida

sin música es un error”. Por 10 años (1868-1878) cultivó la

amistad de Wagner y su esposa, pero se desilusionó por la

postura antisemita y el chauvinismo del músico.

Agradecimientos: a Luz Navarrete, bibliotecaria de la Clínica Las

Condes, por su apoyo bibliográfico.