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DISCUSIÓN DE LA ÍNTIMA

El sarcoma de vena cava inferior (VCI) es un tumor muy poco

frecuente que se suele diagnosticar tardíamente. La impor-

tancia de tener presente este tumor en el diagnóstico dife-

rencial de los tumores retroperitoneales permitirá realizar

un diagnóstico más precoz que mejore la supervivencia del

paciente.

Destacamos tres patrones fundamentales de crecimiento:

extraluminal, intraluminal, o una forma combinada; siendo el

primero el más frecuente (60%).

Se clasifican en tres segmentos en función de su localización

anatómica (1,4,7).

Segmento III (superior): Entre las venas suprahepáticas y la

aurícula derecha; en el 36% de los casos.

Segmento II (medio, el más frecuente): entre la desembo-

cadura de ambas venas renales y las venas suprahepáticas.

Constituyen el 44% de los casos. Esta localización condiciona

un pronóstico más favorable.

Segmento I (inferior): caudalmente a las venas renales. Repre-

senta el 20% de los casos.

Las manifestaciones clínicas dependen del segmento afectado,

del tamaño tumoral y del patrón de crecimiento. La afectación

del segmento superior suele manifestarse como Síndrome de

Budd-Chiari, la del segmento medio como síndrome nefrótico

y la del segmento infrarrenal condiciona un edema de extre-

midades inferiores. Si estos tumores tienen un patrón de creci-

miento intraluminal, hay mayor probabilidad de que presenten

alguna manifestación clínica, en cualquier caso inespecífica. La

ecografía suele ser la prueba de imagen inicial, siendo la TC

y RM los métodos fundamentales para realizar el diagnóstico,

determinar el grado de infiltración, la presencia de metástasis

y la existencia de trombosis asociada.

La imagen más típica en la TC es la de una masa heterogénea

e hipovascular con signos de necrosis y hemorragia en su

interior.

Puede presentar realce periférico y dilatación u obstrucción

venosa (3,6).

El diagnóstico de certeza es histopatológico, mediante

biopsia intraoperatoria o necropsia. La biopsia guiada ecográ-

ficamente, puede contribuir a establecer el tipo histológico,

estadio y el grado tumoral. El único tratamiento con inten-

ción curativa es la resección quirúrgica, salvo si hay afecta-

ción de las venas suprahepáticas o del segmento III, en cuyo

caso se considera irresecable. En caso de infiltración renal,

debe realizarse una nefrectomía radical.

La supervivencia a los 5 años es del 0% en pacientes con

márgenes quirúrgicos positivos, y del 68% en aquellos con

márgenes negativos. En la cirugía, la vena cava inferior puede

ser reconstruida mediante una cavoplastia, con prótesis de

politetrafluoroetileno (PTFE) o de dacron, siendo una alterna-

tiva la ligadura (1,4,5,8).

Postcirugía, el paciente debe ser anticoagulado durante

seis meses y posteriormente antiagregado de forma profi-

láctica (4,5,7). En caso de resección completa sin recidiva,

la mediana de supervivencia aumenta un promedio de 30

meses aproximadamente (3-5).

La adriamicina ha sido empleada de forma coadyuvante en el

control de las micrometástasis, sin evidencias significativas

en el periodo libre de enfermedad (2,4,5).

En cuanto a factores de mal pronóstico destacamos: el desa-

rrollo del síndrome de Budd-Chiari, afectación de la VCI en

más de un segmento y el edema en extremidades inferiores.

Las tasas de recurrencia son muy elevadas, entre un 10 y un

30%, siendo el factor pronóstico más importante la presencia

de márgenes quirúrgicos libres de enfermedad.

CONCLUSIÓN

El leiomiosarcoma de vena cava inferior continúa siendo un

reto diagnóstico por su escasa prevalencia e inespecifidad

clínica de presentación. La única opción curativa actual es

quirúrgica y los márgenes libres de enfermedad conforman

el principal factor pronóstico.

FIGURA 4. CORTE AXIAL DE SECUENCIA DE RM

POTENCIADA EN T2 CON SUPRESIÓN GRASA.

Se identifican los dos nódulos hiperintensos de 3x2cm en el glúteo menor

derecho (cabeza de flecha) y otro de 6x3cm en el glúteo medio izquierdo

sugestivos de metástasis.

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(2) 322-325]