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[VIÑETA HISTÓRICA - 1939. UN AÑO PARA RECORDAR. LA PRIMERA NEUROCIRUGÍA REALIZADA EN CHILE ... - Dr. Juan Pablo Álvarez]

de la época, el retorno del Dr. Asenjo debe haber sido, a lo

menos, difícil.

A su llegada a Chile ya contaba con el apoyo del Presidente

de la República. Junto al Ministro de Salud de la época,

Dr. Salvador Allende, miembros de la Junta Central de

Beneficencia, los Dres. Sótero del Río, Enrique Laval y Javier

Castrol Oliveira y del Director del Hospital Salvador, Dr. Luis

Araos, se concretó la creación del primer Servicio de Neuro-

cirugía de Chile en las dependencias del Hospital Salvador,

el 20 de octubre de 1939.

Pronto llegaron donaciones de equipos médicos especiali-

zados desde Alemania y comenzó la atención de pacientes

ambulatorios y hospitalizados.

Por supuesto que no todo fue miel sobre hojuelas.

El Dr. Asenjo tuvo sus detractores, como todo hombre que

va al frente de una nueva causa. Incluso algunos médicos

antiguos argumentaron que no valía la pena desarrollar la

neurocirugía ya que “

en Chile no existen los tumores cere-

brales…

”. Sin embargo, no se amilanó y siguió adelante con

sus proyectos.

LOS PRIMEROS CASOS

Tengo que ser sincero. No fue posible encontrar los registros

de la primera neurocirugía realizada por el Dr. Asenjo. Pero

algunos datos dispersos nos pueden ayudar a hacer un ejer-

cicio de imaginación basado en lo que conocemos y al que

los invito a acompañarme.

El Hospital Salvador en 1939 era administrado por una

Junta de Beneficencia. Los recursos eran escasos y su desa-

rrollo como centro hospitalario llevaba más de 70 años (el 1

de enero de 1872 se puso su primera piedra). Hasta 1921,

el trabajo se desarrolló en base a la creación de salas. Cada

sala podía tener un número variable de pacientes (desde

20 a 28 camas) y quedaba a cargo de un médico clínico.

El Dr. Alejandro del Río logra cambiar este sistema y en vez

de dejar un médico a cargo de una sola sala (con la consi-

guiente actividad aislada e individual de cada uno de los

responsables de la sala), crea una organización similar

a la que se hacía en Europa: definió jefes de servicios y

ayudantes, con lo que la gestión y manejo de los pacientes

se hizo de manera más coordinada y eficiente.

El caso es que el Dr. Asenjo consiguió crear en el Hospital

Salvador un servicio de Neurocirugía totalmente nuevo.

Nombre pomposo para describir solo dos salas mal ilumi-

nadas con dos camas en una de esas salas y tres ampolletas

que proyectaban una luz amarillenta sobre los grandes

espacios. Una vez que la comunidad supo de la existencia

de este servicio, llegaron los primeros pacientes. Incluso

conocemos los apellidos: Muñoz y Villegas.

Sabemos que eran jóvenes y también sabemos que el

motivo de consulta era uno de los más frecuentes: cefalea

acompañada de vómitos explosivos, que aliviaban tempo-

ralmente el mortificante dolor. El diagnóstico de ingreso:

Hidrocefalia. De la causa de la hidrocefalia, no se sabía, sin

embargo, se podían hacer exámenes complementarios.

Imagino el cuadro en color sepia y no en blanco y negro. En

un Santiago antiguo, mal iluminado durante la noche y frío

en las mañanas. Veo al Dr. Asenjo llegando un poco ansioso

al nuevo servicio de neurocirugía. A pesar de ser un cirujano

de mano segura, está nervioso, no obstante esa inquietud

no se deriva de inseguridad quirúrgica. Él ya ha operado

pacientes en los más prestigiosos centros europeos de

neurocirugía. No, no es eso. Ahora no está en Berlín, está en

Santiago de Chile, no solo a 12.517 kilómetros de distancia,

sino como a 50 años atrás en el tiempo.

Sin embargo, al pasar la mampara de la primera sala de su

servicio se relaja. Ve a su equipo preparando todo y se siente

más tranquilo. Ellos saben que formarán parte de la historia

médica de Chile, aunque quizás pocos los recuerden con

nombre y apellido. Va a ver el paciente, quien lo mira con

esa mirada de agradecimiento y desdicha propias de alguien

cuyo dolor solo ha aumentado con el tiempo y, aunque está

agotado, su expresión es de esperanza. La familia espera

inquieta el inicio de esta cirugía, pero confían en este doctor.

El Dr. Asenjo va a la sala de operaciones. Probablemente

alguno de sus ayudantes se lavó las manos con él mientras

repasaban las últimas cosas que se debían tener listas en

caso de que faltara algo. Las donaciones habían llegado

desde Alemania trayendo el instrumental adecuado para la

cirugía. Sin embargo, siempre algo puede salir mal a última

hora… Un penetrante olor a alcohol, yodo y otras soluciones

antisépticas llenan el ambiente. Paños blancos por todas

partes y muebles de fierro enlozados completan el mobi-

liario de la sala. Una gran luz amarilla en el centro del techo,

donde bajo su cenit se encuentra el paciente en la mesa

operatoria.

“Su paciente está listo doctor…”, dice el encargado de admi-

nistrar la anestesia. Y la cirugía parte.

Asenjo, tranquilo, con un débil latido en las sienes

comienza la incisión. Con mano firme guía a su ayudante en

su propio beneficio, para ver mejor, para tomar las mejores

decisiones. Hay gente que siempre piensa, en estas situa-

ciones, en todo lo que puede salir mal, mas, Asenjo ya no