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está aquí. Está en un lugar distinto. Ya no siente dudas y su
mano y cerebro trabajan totalmente coordinados. Luego
de abrir la duramadre y aliviar el aumento de presión del
líquido cefalorraquídeo, se siente aún mejor. La luz amari-
llenta que ilumina el campo no le permite ver tan bien,
pero no importa, ve el camino, se siente más confiado y
ningún asomo de inseguridad o miedo aparecen en él. Ya
no hay sensaciones desagradables. Solo placer. El placer
de saber que sabe exactamente lo que tiene el paciente:
un astrocitoma. Y sigue evaluando su extensión y ubica-
ción. En las radiografías previas ya se podía sospechar la
existencia de este tumor y ahora podía confirmarlo con
el examen macroscópico. Estaba en Chile, pero por un
segundo se sintió en Europa, en Berlín, tan a gusto como
en ese pabellón en el que confirmó su vocación de neuro-
cirujano.
La cirugía siguió su curso, más tranquila. Extrajo todo
lo que pudo del tumor y luego de cerrar la duramadre y
colocar el hueso en su lugar, pudo respirar más relajado.
El paciente estaría bien. Requeriría de muchos cuidados y
vigilancia permanente sobre todo las primeras 24 horas.
Sin embargo, él sabía que podría hacerlo y la gente que
creía en él también. Salió del pabellón cansado, como si
hubiera envejecido veinte años, pero a la vez aliviado.
Entró en su precaria oficina, se sentó en ese escritorio
de metal de color verde y sintió que las cosas que había
aprendido en Europa se podían hacer en Chile. Requeriría
esfuerzo, pero se sentía capaz de hacerlo. Se levantó de
nuevo, salió de su oficina y fue a ver al joven a la sala de
recuperación. Los registros de la época dicen que el joven
respondió bien a la cirugía y que el Dr. Asenjo estuvo en la
cabecera del enfermo durante siete días, hasta que pudo
darlo de alta. Y el resto es historia…
El Dr. Asenjo fue un grande de la historia de la medicina
chilena, latinoamericana y mundial. Tal vez es uno de los
médicos que mayor prestigio tuvo en su momento. Recibió
doctorados
Honoris Causa
de múltiples universidades del
mundo. Fue un hombre enérgico, voluntarioso, trabajador
y con una gran visión de futuro. Fundador del Instituto de
Neurocirugía que actualmente lleva su nombre. Estuvo
exiliado en Panamá y volvió a Chile para terminar sus últimos
años en su tierra natal.
Falleció a los 74 años, víctima de un infarto al miocardio en
el Hospital Clínico de la Universidad Católica, pero inició en
Chile la certeza de que podemos hacer historia, podemos
hacer cosas a nivel mundial, que no hay que pensar en
pequeño, sino en grande.
Y todo partió en una vieja y gran sala del Hospital Salvador.
(Ulloa, Domingo. Operación al cerebro [en el] Inst. de Neurocirugía del
Dr. Alfonso Asenjo [fotografía] Archivo Fotográfico. Disponible en Biblio-
teca Nacional Digital de Chile
http://www.bibliotecanacionaldigital.cl/bnd/635/w3-article-164358.html).
FIGURA 2. OPERACIÓN AL CEREBRO EN EL INSTITUTO
DE NEUROCIRUGÍA EN 1960
[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(3) 471-475]