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La Organización Mundial de la Salud ha establecido que
sólo 1 de cada 5 personas que potencialmente se podrían
beneficiar del uso del audífono, tienen acceso a uno (41).
Basado en datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición
(NHANES), en Estados Unidos, se menciona que 1 de cada 7
personas de 50 años o más de edad con hipoacusia usa un
audífono (42,55,56). Algunos autores mencionan que sólo
1 de cada 8 adultos con indicación de audífonos acepta su
uso y que sólo el 85% de los pacientes usaría correctamente
éste (43,44,57). Se ha mencionado que la edad promedio de
implementación con audífonos en personas con hipoacusia
es 74 años, aún cuando muchos de los sujetos del estudio
presentaban síntomas desde 10 años antes de la implemen-
tación auditiva (45). Hay que considerar que la entrega de
audífonos va aumentando exponencialmente, estimándose
que en Estados Unidos ha experimentado un incremento de
300% en el período 1996-2006 (46,58).
El uso del audífono ha mostrado mejorar aspectos relacio-
nados con la calidad de vida, específicamente la comu-
nicación en las relaciones interpersonales y familiares,
estabilidad emocional, sensación de control sobre los
eventos vitales, percepción de funcionamiento mental
y salud física, así como también se ha asociado a menor
prevalencia de trastorno depresivo mayor (51,52,59-53).
Se ha propuesto que en países donde existe acceso a dispo-
sitivos auditivos, como Chile, es imperioso determinar por
qué la gente no usa el audífono, de manera tal de intervenir
en estos factores (53).
Por otra parte, el implante coclear es un dispositivo elec-
trónico de gran ayuda a millones de personas con pérdida
auditiva neurosensorial severa a profunda. Los implantes
cocleares sirven como un puente para las células dañadas en
el oído interno y estimulan directamente el nervio auditivo
para enviar información al cerebro (64,65). Sin embargo, la
cirugía está más allá del alcance de muchos casos en países
de bajos y medianos ingresos como la India. La razón prin-
cipal de la baja penetración de la cirugía de implante coclear
es el alto costo asociado con la cirugía. Sin ir más lejos,
aproximadamente uno de cada 1000 recién nacidos en la
India es profundamente sordo (
≥
90dB en el mejor oído). Por
lo tanto, teniendo en cuenta los casi 40000 nacimientos
en el país por día, el número de niños totalmente sordos
sería increíblemente alto. El único tratamiento disponible
para estos niños y otras personas con discapacidad auditiva
profunda es prótesis auditiva y cirugía de implante coclear,
recurso que en la mayoría de las ocasiones no esta dispo-
nible (56). Por otro, lado en lugares como en África donde la
salud es precaria, la evidencia sugiere que la prevalencia de
la discapacidad auditiva es alta y que gran parte de ella es
evitable o tratable, pero no se conocen cifras pues existen
diferencias en los puntos de corte para hablar de hipoacusia
en un mismo territorio (57,58).
Al analizar la calidad de vida de las personas con discapacidad
auditiva, es importante entender a qué hace referencia este
punto. El término “calidad de vida” hace mención a aspectos
generales del bienestar de los individuos. En su evaluación
convergen aspectos multidimensionales: calidad de vida física,
material, social y emocional, entre otras (66-69). En hipoacusia,
el vínculo con la calidad de vida se da a nivel de reacciones
emocionales (soledad, aislamiento, frustración, depresión,
ansiedad, y vergüenza, entre otros), reacciones de compor-
tamiento (abandono de actividades, mayor dependencia), y
reacciones cognitivas (confusión, dificultad en la concentra-
ción, distractibilidad y baja autoestima) (54,55,68,69).
El impacto de la hipoacusia puede ser significativo,
con eventuales consecuencias para el bienestar social,
funcional y psicológico de la persona afectada. Esto está
dado debido a que no se comprende bien el proceso de
la enfermedad, ni se tienen herramientas para detener
su progresión. En este sentido, se deberían considerar las
consecuencias de la hipoacusia en la calidad de vida de
los afectados, así como evaluar su estado y evolución (56).
Esto se suma a la mayor presencia de ciertas condiciones
en personas con hipoacusia que por sí mismas afectan
su calidad de vida, como depresión, trastornos ansiosos
y aislamiento social (70-79). Esto se sustenta en que las
dificultades en la comunicación afectan la interacción
con otras personas y este fundamental aspecto de las
actividades de la vida diaria puede generar un impacto
negativo en la calidad de vida (55). Sólo un 39% de las
personas que padecen hipoacusia refieren tener una
excelente calidad de vida global, comparado con el 68%
de la población sin hipoacusia. Además, las personas con
hipoacusia están menos satisfechas con su vida como “un
todo” que las personas sin hipoacusia (72,73,80-84).
Respecto a la calidad de vida después de la implementa-
ción con audífonos o implante coclear, se ha sugerido que
nuevos usuarios experimentan menos ansiedad y depresión
luego del uso de estos (57,86-102). También se ha demos-
trado menor nivel de depresión en usuarios de audífonos
al compararlos con la población geriátrica general (37). Por
otro lado, se ha mostrado mejoría en ciertos dominios de la
calidad de vida en usuarios de audífonos. Mc Ardle demostró
que la implementación con audífonos mejoraba los niveles
globales y más aún niveles específicos audiológicos de
calidad de vida en personas con hipoacusia (59,103-113).
También, se ha reportado disminución en las consecuencias
psicológicas, sociales y emocionales de la hipoacusia luego
de la implementación con audífonos (59,114-122).
[HIPOACUSIA: TRASCENDENCIA, INCIDENCIA Y PREVALENCIA - Dra. Constanza Díaz y cols.]