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INTRODUCCIÓN
En los últimos años ha habido una necesidad creciente de
incorporar psiquiatras, psicólogos y otros profesionales de la
salud mental a determinadas áreas del hospital general (1).
Una de las razones de este hecho, es la alta prevalencia de
trastornos psiquiátricos en estas unidades tales como: tras-
torno por
stress
post-traumático, depresión, delirium y tras-
tornos de ansiedad (1,2). Estos cuadros producen un alto
deterioro en la calidad de vida de los pacientes, tensiones
en los sistemas familiares y rechazos de tratamiento. Existen
reportes de altos índices de
burnout
en el personal de enfer-
mería y en los equipos de salud de algunas unidades especí-
ficas, entre las que destacan: unidades de cuidado intensivo,
unidades de hemodiálisis, servicios de hematooncología,
unidades de cirugía y unidades de trasplante de órganos (1).
La psiquiatría de enlace e interconsulta, estudia la relación
existente entre los trastornos médicos y psiquiátricos (1).
Los psiquiatras y psicólogos de enlace, forman parte activa
de los equipos médicos del hospital general (1). Las unidades
de psicooncología representan un claro ejemplo de la impor-
tancia de la psiquiatría de enlace en los hospitales actuales.
Por interesante y atractivo que parezcan las conjeturas acerca
del dilema cartesiano alma-cuerpo/cuerpo-alma, aún en el
vasto territorio de la medicina psicosomática actual, no hay
evidencias de peso que sostengan una relación etiológica
entre cuadros de índole psiquiátrica-psicológica o traumática
con la aparición de las patologías oncológicas o el agrava-
miento de las mismas (3-6). En el área hubo mucho entu-
siasmo en las investigaciones entre los años 60 y 80 del siglo
pasado. Aunque se continúa investigando, por el momento
hay consenso de que la búsqueda de probables gatillantes
emocionales o biográficos como factores etiológicos de
cáncer, ha generado problemas prácticos en el tratamiento
del sufrimiento y de las patologías psiquiátricas asociadas a
las enfermedades oncológicas (6). En ocasiones no se profun-
diza en la idea de la muerte y la finitud, y muchos pacientes
al final de sus vidas se sienten “
culpables
”, “
aturdidos
por no
ser capaces de dar la pelea
” y en muchos casos “
responsables
”
por padecer cáncer: “
qué hice en mi vida que estoy recibiendo
este castigo
”; “
esa decisión que tomé en ese momento me
produjo este cáncer
”, son algunas de las frases empleadas por
pacientes oncológicos.
ASPECTOS HISTÓRICOS
La psicooncología registra sus primeros pasos en el contexto
del hospital general en el año 1950, cuando se constituye la
unidad de psiquiatría en el
Memorial Sloan-Kettering Cancer
Center
de Nueva York (7). Por varios decenios la psiquiatra J.C.
Holland ha estado a cargo de dicha unidad desarrollando una
vasta trayectoria académica, asistencial y de investigación
(8). En el año 1984 se constituyó la Sociedad Internacional
de Psicooncología (IPOS). La propia Dra. Holland ha señalado
que el desarrollo de la psicooncología ha ido de la mano de
los importantes avances que se han logrado en el diagnóstico
y tratamiento de las patologías oncológicas (9). La compren-
sión humana de los elementos psicológicos y sociales en
el cuidado del paciente oncológico, constituye uno de los
aportes fundamentales del
Movimiento Hospice
. Muchos de
estos principios fueron incorporados, como veremos más
adelante, a las unidades de cuidados paliativos en el hospital
general. Ambos desarrollos, el de la psicooncología y el de
los cuidados paliativos son el resultado del potente avance
de la oncología médica. En
EE.UU. al año del diagnóstico de
cáncer, la mitad de las personas continúa viva 5 años después
(10).
Las palabras
hospices
y hospital derivan de la misma raíz latina,
hospes
, con dos significados compartidos, anfitrión y huésped
(11). A partir del Siglo XIX, la palabra hospice, comienza a
emplearse para referirse específicamente a los moribundos.
Madame Jaeanne Garnier, en 1842, funda la primera insti-
tución para estos fines en la ciudad de Lyon, Francia (11). La
creación del primer
hospice
en Nueva York está fijada en 1899
y en la época actual bajo las nuevas concepciones de los
cuidados paliativos en Conneticut, en el año 1974 (11,12).
Hoy día en
EE.UU. predominan los programas de cuidados
paliativos a domicilio (12). Es imposible para los fines de este
artículo, no nombrar el notable aporte de dos mujeres en
la historia de los cuidados paliativos y de la psicooncología:
Cicely Saundres (1918-2005) y Elisabeth Kübler-Ross (1926-
2004). Saunders precedida de una intensa relación personal
con el mundo de los pacientes terminales, fue la gran impul-
sora de los cuidados paliativos tal cual como los conocemos
hoy día (11-13). Uno de sus máximos logros fue la funda-
ción en Inglaterra del
Saint Christopher´s Hospice
(11-13).
Posteriormente esta modalidad, los nuevos hospices, se
extendió por todo Reino Unido e Irlanda. Miguel Ángel
Sánchez ha señalado los principios generales del movimiento
hospice
(13):
1.
Asistencia integral con objetivos no curativos: aspectos
físicos, psicológicos, sociales y espirituales.
2.
Participación del paciente en el tratamiento.
3.
Atención unitaria del paciente junto con su familia. Incluido
el duelo posterior.
4.
Funcionamiento como equipo interdisciplinario: distintos
profesionales, las 24 horas del día.
5.
Control del dolor y alivio de síntomas.
6.
Atención accesible económicamente para cualquier
enfermo.
La incorporación de estos principios al funcionamiento del
hospital general la materializó el Dr. Balfour Mount en Canadá.
[PSICOONCOLOGÍA EN EL HOSPITAL GENERAL. ALCANCES EN DEPRESIÓN Y CÁNCER - Dr. Octavio Rojas y cols.]