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Además de atenderlo en la medida de lo posible, se enca-

riñó con su paciente. Una vez que éste falleció, buscó entre

sus pertenencias alguna dirección de familiares para darles la

noticia de su muerte. Ahí encontró un par de detonadores de

dinamita. Se dio cuenta de inmediato del peligro que éstos

representaban por lo que se dispuso a destruirlos.

Al llevarlos fuera de la casa para su destrucción, éstos le esta-

llaron en las manos, por lo que perdió las primeras falanges

de sus dedos pulgar e índice de la mano derecha.

Esto fue un gran golpe porque vio truncado su deseo de ser

cirujano. Sin embargo, se sobrepuso e ingresó a estudiar

medicina en 1927.

ANTE TODO, UN HOMBRE PRÁCTICO

Antes de estudiar medicina y mientras estaba cursando sus

humanidades Ernesto se inscribió en la Escuela Nocturna

de Artes y Oficios con el fin de sacar un título que le permi-

tiera ayudar con el mantenimiento familiar y de sus gastos.

Durante los años 1924 y 1925 realizó con éxito los cursos

para graduarse como técnico eléctrico. Así fue como aumentó

sus exiguos recursos realizando reparaciones para conocidos,

y no tanto, de los dispositivos eléctricos con que contaban.

Una vez en la escuela de medicina, siguió ejerciendo este

oficio hasta que el tiempo de estudio y las responsabilidades

académicas no le dejaron tiempo.

ESTUDIANTE DE MEDICINA Y EJERCICIO TEMPRANO

Ingresó a la Escuela de Medicina en 1927. Como dato curioso,

fue compañero de Salvador Allende Gossens, quien muchos

años después sería Presidente de Chile. Durante su carrera

se le conoció como un estudiante trabajador y preocupado,

con un gran sentido del humor. En 1933 se tituló de Médico

con la tesis “Resultados Alejados de las Simpatectomías

Pelvianas” y comenzó a trabajar como ayudante en la presti-

giosa clínica quirúrgica del Profesor Dr. Lucas Sierra. A través

de la correspondencia que mantuvo con él se desprende que

este maestro de la cirugía le tenía mucho cariño y respeto.

Siempre le estimuló su interés y lo apoyó en sus intenciones

de perfeccionarse en

“el delicado arte de hacer insensibles a las

personas”

(sic).

En 1935, mientras trabajaba en la clínica del Dr. Sierra, consi-

guió ser aceptado en el Hospital

Bellevue

de Nueva York, el

hospital público más antiguo de

EE.UU.

(fue fundado de 1736)

y campo clínico de la

NY School of Medicine

, para conocer los

adelantos en administración y seguridad en anestesiología.

Fue un viaje iniciático.

PRIMER VIAJE A ESTADOS UNIDOS

En 1935 Norteamérica estaba mucho más lejos de lo que

está hoy en día. Un viaje así necesitaba no solamente tiempo,

sino mucho más dinero. El Dr. Frías, como hombre práctico,

solucionó este inconveniente contratándose como médico

Figura 3. En Peumo durante su

periodo de ayudante del Dr.

Paredes. Es el séptimo de derecha

a izquierda, en la última fila (con

permiso).

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(5) 803-811]