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Chile, fundar la Sociedad Chilena de Anestesiología, crear la
primera instancia en la que se enseñó anestesiología moderna
y certificada en nuestro país, se dio tiempo para inventar e
innovar, al desarrollar su propia versión de una máquina de
anestesia en conjunto con una de las empresas líderes en el
mundo en el desarrollo de equipamiento para anestesiología, la
Foregger Company.
Por estas y muchas razones, la anestesiología nacional tiene
una deuda con él. Reconocer sus aportes y logros, redescu-
brir sus intereses e ideas y tal vez buscar la manera de mante-
nerlo vivo en la memoria de los grandes médicos chilenos que
llevaron a la medicina nacional a la situación que tanto orgullo
nos produce hoy en día.
Los invito a revisar la vida del Dr. Frías, la raíz más antigua de
la anestesiología organizada chilena.
ANAMNESIS REMOTA
Ernesto Frías Meneses nació en Santiago de Chile el 16 de
enero de 1908. Hijo de don Ignacio Frías Jara y doña Amelia
Meneses Loyola. Al momento de nacer Ernesto, su padre
ya tenía dos hijos mayores fruto de un primer matrimonio
y cuatro hermanos mayores (3 hombres y una mujer) de su
segundo matrimonio con doña Amelia. Con el paso de los años
la familia se completaría con el nacimiento de 2 hijas más.
En esos años, la familia Frías Meneses tenía un buen pasar.
Poseían una casa grande ubicada en la calle Catedral y en ella
se desarrollaba la niñez de los hermanos Frías, incluyendo a
los dos mayores que se integraron a esta dinámica familiar sin
problemas.
Don Ignacio mantenía su numerosa familia manejando un
negocio de compra y venta de mercadería e insumos para el
hogar que manejaba desde Santiago, pero que le obligaba a
salir cada 15 días a un pueblo cercano a la capital, Chiñihue
(actualmente es parte de la comuna de El Monte, Talagante),
en el que mantenía un emporio. Este negocio le aportaba el
suficiente dinero para mantener a su familia y emprender
iniciativas, pero lo obligaba a realizar un viaje de ida con
mercadería, y uno de vuelta a Santiago con las ganancias
obtenidas en dinero contante y sonante.
En las primeras décadas del siglo XX, las comunicaciones no
eran tan expeditas como lo son hoy en día y el movimiento
por los caminos estaba siempre amenazado por asaltantes
que esperaban a sus víctimas en cualquier curva del camino.
Transcurría la vida de la familia Frías Meneses sin grandes
sobresaltos hasta que el año 1916 sucedió algo que cambiaría
la vida de todo el clan. En una de las vueltas a Santiago desde
su emporio en las afueras, don Ignacio fue víctima de un
asalto. Le robaron todo el dinero que traía consigo. A pesar de
haber sido brutalmente golpeado, logró ser llevado a su casa.
Sin embargo, las lesiones fueron de tal magnitud que, aunque
fue tratado por lo mejores médicos de la época, luego de unos
meses, y a consecuencia de las agresiones sufridas, falleció en
su domicilio. Ernesto contaba con 8 años.
ETAPA ESCOLAR
De más está decir el gran impacto que esto produjo en la
familia Frías Meneses. Repentinamente el sustento estaba
en peligro y el patrimonio familiar se vio reducido drásti-
camente. Se tuvo que vender la casa familiar de avenida
Catedral para pagar los gastos médicos. La familia tuvo que
trasladarse entonces a una casa más pequeña ubicada en un
barrio menos central, al final de la calle Alameda. Así las cosas,
Ernesto siguió sus estudios básicos que había comenzado en
un colegio de los Hermanos Maristas. Se destacó como un
niño inquieto y con buenas calificaciones. Una vez terminados
sus estudios básicos, pasó al Liceo Manuel Luis Amunátegui,
conocido como Liceo de Aplicación, para continuar sus estu-
dios de humanidades. Durante su estadía en el liceo destacó
por sus excelentes calificaciones y su mente inquieta.
Doña Amelia, la madre de Ernesto, tenía muchas preocupa-
ciones. Además de organizar una casa y sacar adelante una
familia. Este hijo, que era muy inquieto, la mantenía ocupada
permanentemente.
Tenía una amiga muy cercana que era soltera y que además
tenía una propiedad grande en la localidad de Peumo (Actual-
mente es una comuna de la provincia de Cachapoal en la
VI Región de O’Higgins). La Sra. Rosita, que así es como se
la conocía en la familia, era además matrona, titulada en la
Universidad de Chile. Tenía una gran conciencia social.
Recordemos que los hospitales aún eran regidos por juntas
de beneficencia y el estado estaba en proceso de asumir sus
responsabilidades como actor importante de la salud pública.
El caso es que, la Sra. Rosita, que no tenía hijos, recibía a
Ernesto durante las vacaciones de verano para que tuviera
algo que hacer.
Rosita no era una mujer lánguida. Era más bien muy activa y
en su propiedad tenía una gran casa que había acondicionado
como hogar de acogida para las mujeres embarazadas de la
zona. Las recibía antes de parto, cuando estaban a punto de
dar a luz, les atendía el parto y luego de dejarlas por 2 o 3 días,
ellas volvían a su hogar con su hijo recién nacido. Ernesto se
integraba a las actividades de la casa de Peumo, pero como
[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(5) 803-811]