Previous Page  160 / 176 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 160 / 176 Next Page
Page Background

804

Chile, fundar la Sociedad Chilena de Anestesiología, crear la

primera instancia en la que se enseñó anestesiología moderna

y certificada en nuestro país, se dio tiempo para inventar e

innovar, al desarrollar su propia versión de una máquina de

anestesia en conjunto con una de las empresas líderes en el

mundo en el desarrollo de equipamiento para anestesiología, la

Foregger Company.

Por estas y muchas razones, la anestesiología nacional tiene

una deuda con él. Reconocer sus aportes y logros, redescu-

brir sus intereses e ideas y tal vez buscar la manera de mante-

nerlo vivo en la memoria de los grandes médicos chilenos que

llevaron a la medicina nacional a la situación que tanto orgullo

nos produce hoy en día.

Los invito a revisar la vida del Dr. Frías, la raíz más antigua de

la anestesiología organizada chilena.

ANAMNESIS REMOTA

Ernesto Frías Meneses nació en Santiago de Chile el 16 de

enero de 1908. Hijo de don Ignacio Frías Jara y doña Amelia

Meneses Loyola. Al momento de nacer Ernesto, su padre

ya tenía dos hijos mayores fruto de un primer matrimonio

y cuatro hermanos mayores (3 hombres y una mujer) de su

segundo matrimonio con doña Amelia. Con el paso de los años

la familia se completaría con el nacimiento de 2 hijas más.

En esos años, la familia Frías Meneses tenía un buen pasar.

Poseían una casa grande ubicada en la calle Catedral y en ella

se desarrollaba la niñez de los hermanos Frías, incluyendo a

los dos mayores que se integraron a esta dinámica familiar sin

problemas.

Don Ignacio mantenía su numerosa familia manejando un

negocio de compra y venta de mercadería e insumos para el

hogar que manejaba desde Santiago, pero que le obligaba a

salir cada 15 días a un pueblo cercano a la capital, Chiñihue

(actualmente es parte de la comuna de El Monte, Talagante),

en el que mantenía un emporio. Este negocio le aportaba el

suficiente dinero para mantener a su familia y emprender

iniciativas, pero lo obligaba a realizar un viaje de ida con

mercadería, y uno de vuelta a Santiago con las ganancias

obtenidas en dinero contante y sonante.

En las primeras décadas del siglo XX, las comunicaciones no

eran tan expeditas como lo son hoy en día y el movimiento

por los caminos estaba siempre amenazado por asaltantes

que esperaban a sus víctimas en cualquier curva del camino.

Transcurría la vida de la familia Frías Meneses sin grandes

sobresaltos hasta que el año 1916 sucedió algo que cambiaría

la vida de todo el clan. En una de las vueltas a Santiago desde

su emporio en las afueras, don Ignacio fue víctima de un

asalto. Le robaron todo el dinero que traía consigo. A pesar de

haber sido brutalmente golpeado, logró ser llevado a su casa.

Sin embargo, las lesiones fueron de tal magnitud que, aunque

fue tratado por lo mejores médicos de la época, luego de unos

meses, y a consecuencia de las agresiones sufridas, falleció en

su domicilio. Ernesto contaba con 8 años.

ETAPA ESCOLAR

De más está decir el gran impacto que esto produjo en la

familia Frías Meneses. Repentinamente el sustento estaba

en peligro y el patrimonio familiar se vio reducido drásti-

camente. Se tuvo que vender la casa familiar de avenida

Catedral para pagar los gastos médicos. La familia tuvo que

trasladarse entonces a una casa más pequeña ubicada en un

barrio menos central, al final de la calle Alameda. Así las cosas,

Ernesto siguió sus estudios básicos que había comenzado en

un colegio de los Hermanos Maristas. Se destacó como un

niño inquieto y con buenas calificaciones. Una vez terminados

sus estudios básicos, pasó al Liceo Manuel Luis Amunátegui,

conocido como Liceo de Aplicación, para continuar sus estu-

dios de humanidades. Durante su estadía en el liceo destacó

por sus excelentes calificaciones y su mente inquieta.

Doña Amelia, la madre de Ernesto, tenía muchas preocupa-

ciones. Además de organizar una casa y sacar adelante una

familia. Este hijo, que era muy inquieto, la mantenía ocupada

permanentemente.

Tenía una amiga muy cercana que era soltera y que además

tenía una propiedad grande en la localidad de Peumo (Actual-

mente es una comuna de la provincia de Cachapoal en la

VI Región de O’Higgins). La Sra. Rosita, que así es como se

la conocía en la familia, era además matrona, titulada en la

Universidad de Chile. Tenía una gran conciencia social.

Recordemos que los hospitales aún eran regidos por juntas

de beneficencia y el estado estaba en proceso de asumir sus

responsabilidades como actor importante de la salud pública.

El caso es que, la Sra. Rosita, que no tenía hijos, recibía a

Ernesto durante las vacaciones de verano para que tuviera

algo que hacer.

Rosita no era una mujer lánguida. Era más bien muy activa y

en su propiedad tenía una gran casa que había acondicionado

como hogar de acogida para las mujeres embarazadas de la

zona. Las recibía antes de parto, cuando estaban a punto de

dar a luz, les atendía el parto y luego de dejarlas por 2 o 3 días,

ellas volvían a su hogar con su hijo recién nacido. Ernesto se

integraba a las actividades de la casa de Peumo, pero como

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(5) 803-811]