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c. Epidemiología de la asociación entre obesidad y trastornos

alimentarios

Los problemas asociados al peso en los jóvenes tienen diversas

manifestaciones. Incluyen la malnutrición por exceso (obesidad y

sobrepeso), los TA, los atracones y otras prácticas o conductas no

saludables para el control del peso, tales como la restricción alimentaria,

saltarse comidas, realizar ayuno y usar sustitutos alimentarios o píldoras

para bajar de peso. Como se mencionó, la alta preocupación por parte

de los clínicos e investigadores sobre estas condiciones se debe a su alta

y creciente prevalencia.

Este escenario se complejiza dada su estrecha interrelación. Estos

problemas pueden presentarse en forma simultánea o sucesiva,

migrando de una hacia otra forma de manifestación a lo largo del

tiempo. Los mecanismos por los cuales se produce esta asociación sin

embargo, son aún desconocidos.

Existe suficiente evidencia que muestra la co-ocurrencia deTA y obesidad.

Por ejemplo, la asociación entre la obesidad y el Trastorno por Atracón

es común. En pacientes obesos que consultan porque desean bajar de

peso, alrededor de un 30% presenta un posible Trastorno por Atracón.

También se ha registrado una asociación positiva entre el sobrepeso

y los atracones, en la cual a mayor nivel de sobrepeso, aumenta el

riesgo de desarrollar atracones (26). Además, si bien se estima que las

conductas no saludables para el control del peso (tales como vómitos

autoinducidos y abuso de laxantes o diuréticos) se presentan entre

un 20 a 30% de todas las adolescentes mujeres (27), éstas son más

frecuentes en jóvenes con sobrepeso. En un estudio en adolescentes en

Estados Unidos, 76% de quienes estaban con sobrepeso reportó recurrir

a este tipo de conductas (28). En esta misma línea, otro estudio mostró

que el uso de estrategias no saludables, era doblemente prevalente en

las jóvenes con sobrepeso en comparación con las de peso normal (14

y 7%, respectivamente) (26).

En cuanto a la migración entre estas condiciones, estudios longitudinales

y prospectivos, han señalado que existe relación entre la malnutrición

por exceso y los TA (29,30). Como se señaló anteriormente, el Trastorno

por Atracón está a menudo asociado a obesidad. La transición desde

restricción severa a atracones es común (alrededor del 50% de las

jóvenes con Anorexia los desarrollan), sin embargo, el proceso reverso

(paso de atracones a restricción) es menos usual (31). Un relevante

estudio longitudinal en España, reveló que en pacientes mujeres con

TA, la prevalencia de historia de obesidad fue del 28.8%, siendo menor

entre aquellas con Anorexia (4.6%) y llegando al 87% en pacientes con

Trastorno por Atracón. Además señaló que el antecedente de obesidad

se triplicó entre pacientes consultantes por TA desde el año 2000 al

2010. Finalmente, las mujeres que presentaban un TA y obesidad

concurrentes, tenían mayores niveles de obesidad infantil y familiar;

y un TA de presentación más tardía, de mayor duración y de mayor

sintomatología alimentaria y de personalidad (28). Otro estudio mostró

que las personas con historia personal de obesidad, presentan mayor

riesgo a desarrollar Bulimia Nervosa más tarde en sus vidas (26).

Por todo lo anterior, se sugiere que más allá de considerar la obesidad

y TA como entidades separadas, sean abordados como parte de un

espectro de problemas relacionados con el peso y la alimentación (26).

POSIBLES CAUSAS O MECANISMOS DE LA ASOCIACIÓN ENTRE

OBESIDAD Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS

a. Factores de riesgo común para la obesidad y trastornos

alimentarios

En el desarrollo de los TA y la obesidad existen numerosos factores

de riesgo interrelacionados. Además de los aspectos genéticos y

metabólicos, se estima que el rápido aumento de los dos desórdenes,

en especial de la obesidad, se debe a la confluencia de características

personales, conductuales y ambientales (32). Estas son generalmente

abordadas en forma separada y parcial para cada una de estas

condiciones, a pesar de que algunas son factores de riesgo compartidos

entre los problemas relacionados con el peso, relevando la necesidad

de tratarlos conjuntamente (33-35). Además, se ha advertido que la

aproximación sesgada para la prevención de uno o del otro, puede

conducir a aumentar el riesgo de otro problema en relación al peso y la

alimentación (35).

Entre las variables identificadas como factores de riesgo compartidos,

particularmente para el sobrepeso, atracones y conductas extremas

para el control del peso (por ejemplo, uso de vómitos o laxantes),

destacan: hacer dieta, las preocupaciones por el peso e insatisfacción

con la imagen corporal, el

weight/fat talk

y la exposición a burlas y

comentarios negativos relacionados con el peso (34-36).

Es necesario que los profesionales de la salud que atienden adolescentes

estén sensibilizados y familiarizados con estos temas para intervenir

positivamente, ya sea en forma preventiva a través de la educación, o

durante el tratamiento de alguna de estas condiciones. Las principales

características de estos factores de riesgo en común y cómo se

relacionan con los problemas con el peso y la alimentación, se describen

a continuación:

1. Hacer dieta

Hacer dieta, en este caso definida como aquella de tipo restrictivo,

realizada con el fin de disminuir la ingesta calórica para bajar de

peso o limitar la ingesta de ciertos tipos de alimentos, para controlar

el aumento ponderal o mejorar la salud, es una práctica habitual

en adolescentes, especialmente mujeres. Lo más común es que

inicien una dieta hipocalórica por su cuenta y, cuando no logran su

objetivo, consultan a un especialista. Las pacientes que consultan no

necesariamente lo hacen porque estén con sobrepeso, sino porque,

en muchos casos, existe insatisfacción con la imagen corporal. Las

adolescentes suelen acudir a consultar acompañadas por sus madres,

quienes las apoyan en esta decisión, pero prefieren que el manejo sea

dirigido por un profesional que les enseñe formas saludables de control

de peso. Sin embargo, algunas veces son los mismos padres los que

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2015; 26(1) 24-33]