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casos, resulta importante que quienes atienden adolescentes estén
conscientes de que una parte significativa de aquellos con sobrepeso u
obesidad -en especial las mujeres- ya está bastante insatisfecho con su
peso y figura (68), por lo que algunos comentarios o ciertas indicaciones
pueden contribuir a desencadenar un TA en los más susceptibles, tal
como se ha indicado previamente.
Los comentarios a los que se hace referencia son aquellos que pueden
incrementar la insatisfacción corporal o resultar hirientes respecto del
peso y la figura. Las indicaciones aludidas son las dietas restrictivas. Tal
como ya se consignó, los anteriores son factores predisponentes a TA o
a conductas alimentarias problemáticas (68,69) y no resultan útiles para
favorecer la disminución de peso (35).
Si bien algunos de ellos ya han sido mencionados con anterioridad,
debe recordarse que entre los adolescentes que tienen mayor
susceptibilidad a tener TA se encuentran las mujeres y quienes
presentan autoestima baja, conductas no saludables para el control del
peso, antecedente de obesidad en la infancia, historia de burlas por el
peso, rasgos perfeccionistas de personalidad, práctica de actividades
o deportes que exigen un cuerpo delgado (como el modelaje, el ballet
o la gimnasia), diabetes
mellitus
insulinodependiente, antecedentes
familiares de TA u obesidad y/o parientes de primer grado con
trastornos afectivos o abuso de sustancias, y aquellos cuya consulta
fue motivada por el peso, la figura y/o alimentación, entre otras
condiciones (14,15,70,71).
Finalmente, los estudios respecto a la utilización del auto-pesaje en
adolescentes son limitados y han arrojado resultados inconsistentes.
Sin embargo, existe evidencia de que en este grupo etario el auto-
pesaje frecuente no contribuye a la pérdida de peso y se asocia con
conductas para el control del peso saludables, no saludables y también
potencialmente dañinas (hacer dieta, ayunar o comer muy poco, saltarse
comidas, usar sustitutos de comidas, fumar más, utilizar medicamentos,
laxantes y diuréticos e inducirse vómitos). Por ello, hay quienes sugieren
que hasta que no exista evidencia significativa de que el auto-pesaje es
útil y no perjudicial, los adolescentes no deben ser alentados a utilizar
esta práctica (72).
ENFRENTAMIENTO DEL PROBLEMA: PREVENCIÓN CONJUNTA
DE LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS Y LA OBESIDAD
Los argumentos anteriormente descritos para postular la necesidad
de una prevención conjunta e integrada para la obesidad y los TA, se
podrían resumir en (26,30,73,74):
a) La comorbilidad entre estas condiciones y la migración entre ellas en
el tiempo
b) La existencia de factores de riesgo en común
c) La alta prevalencia de ambas condiciones
d) La posibilidad de contribuir al desarrollo de un trastorno durante el
intento de evitar o tratar otro de ellos
e) La alta refractariedad al tratamiento
La prevención integrada puede tomar forma de programas específicos
de prevención o bien constituirse como sugerencias para la atención de
pacientes con problemas de peso.
a. Programas de prevención conjunta
Como se ha mencionado anteriormente, la mayoría de los programas de
prevención desarrollados hasta ahora, se han enfocado en los TA o el
sobrepeso y obesidad, en forma diferenciada. Este enfoque parcializado
puede generar mensajes confundentes o contradictorios, contribuyendo
al desarrollo de otros problemas en relación al peso. Por lo tanto, la
prevención conjunta parece ser la respuesta más acertada a este dilema,
bajo la premisa básica de la medicina de “no dañar” (75).
Se ha planteado que estos programas deben incluir en sus lineamientos
la reducción de los factores de riesgo asociados tanto al desarrollo de
un TA como al aumento progresivo del peso a lo largo del tiempo (32,
35); abordar el espectro más amplio de los problemas relacionados
con el peso (35); ser implementados durante la adolescencia y hasta
la adultez joven; y, finalmente, incluir políticas escolares, laborales y
campañas comunitarias (64).
De los estudios antes descritos (32,34-36,48,75), se desprende que los
programas de prevención integrada debiesen incluir el abordaje de al
menos tres componentes de riesgo clave:
•
Hacer dieta. Desincentivar el uso de las dietas y otras conductas no
saludables para el control del peso, promocionando en su lugar, una
alimentación saludable y la actividad física.
•
Insatisfacción corporal. Fomentar estrategias para desarrollar un
mejor concepto de sí mismo (incluyendo autoestima) y aceptación
corporal. Se deben incluir los factores ambientales y socioculturales
que generan insatisfacción corporal, lo que involucra educar en cómo
lidiar con las presiones socialesmediadas por los pares,familia yMCM.
La implementación de las siguientes estrategias son importantes para
el logro de este objetivo:lamodificación del proceso de internalización
del “ideal delgado de belleza” y mejorar el afrontamiento efectivo
del medio (modelos basados en la disonancia cognitiva y el
desarrollo de
media literacy,
que se refiere al repertorio de
competencias que permiten acceder, evaluar, crear y entender los
mensajes complejos que se reciben de los MCM) (76). En esta área,
resulta central también el trabajo a nivel de políticas públicas para
regular la industria de la moda (73).
•
Conversaciones sobre el peso
(weight/fat talk).
Generar ambientes
saludables para los jóvenes en que se minimice el
weight/fat
talk
y se eliminen las burlas en relación al peso (32,35,58,61,77).
Estas sugerencias son particularmente importantes para padres de
adolescentes con sobrepeso u obesos, quienes están más expuestos
al
fat/weight talk
y sus consecuencias (78-80). Como intervenciones,
se recomienda facilitar el reconocimiento de estas conversaciones
(59), implementar políticas claras en contra de las burlas en relación
a la apariencia física en colegios y organizaciones comunitarias y
generar actividades de intervención focalizadas en reducir la
denigración verbal, la resolución de conflictos y las habilidades
[Prevención de los trastornos de conducta alimentaria en la era de la obesidad: rol del clínico - ps. carolina lópez C. y cols.]