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de comunicación entre los jóvenes (65). Un ejemplo de la
puesta en práctica de estos principios, es la campaña de
marketing
social llamada la “Semana libre del
fat talk
” que se inició en
Estados Unidos y que se ha expandido internacionalmente,
involucrando directamente a los MCM (51).
Otras experiencias internacionales de prevención integrada de relevancia
son:
New Moves
(81,82),
Healthy Weight
(83) y
Healthy Buddies
(84).
En Chile, hasta donde alcanza el conocimiento de las autoras, no se
han generado iniciativas de impacto que aborden simultáneamente la
prevención de la obesidad y los TA.
Finalmente, si bien se ha registrado un avance significativo hacia la
prevención conjunta de los diversos problemas en relación al peso,
se requiere aún más investigación y desarrollo en este campo, con
el objetivo de determinar los ingredientes más efectivos para una
prevención integrada exitosa.
b.¿Qué pueden hacer los profesionales en la atención de
salud?
A lo largo de este artículo, se ha constatado la necesidad de considerar
los riesgos y consecuencias de la obesidad, los TA y de la interrrelación
entre ambas condiciones. Uno de los principales desafíos es evitar que
las acciones de los profesionales de la salud dirigidas a prevenir la
obesidad o sus consecuencias, resulten ser gatillantes de un TA u otros
problemas relacionados con el peso y la alimentación. Debido a que los
adolescentes con obesidad tienen un mayor riesgo de desarrollar TA
(69), en el transcurso de su atención es importante realizar prevención
primaria y secundaria de estas patologías.
Prevención Primaria
Para evitar contribuir involuntariamente a desencadenar un TA durante
el tratamiento de los jóvenes, los profesionales de la salud deberán
cuidar sus actitudes, conductas (incluyendo el lenguaje) y el tipo de
indicaciones dadas.
Dianne Neumark-Sztainer entrega a los clínicos (médicos y no médicos)
recomendaciones para la prevención conjunta de la obesidad y los TA,
basadas en evidencia científica (68,35) que dicen relación con los mismos
componentes clave descritos en el punto anterior, pero en este caso
abordados desde el ámbito de la atención clínica. Estas se enumeran a
continuación, junto con algunas acciones que la misma autora sugiere:
1. Desaliente las dietas y las conductas no saludables
para el control del peso.
Informe que las dietas son a menudo
comportamientos de corto plazo y que la investigación muestra que
pueden ser contraproducentes, pues predicen ganancias significativas de
peso en el tiempo. Discuta acerca de conductas alternativas en las cuales
los adolescentes pueden involucrarse de manera sostenida (fomente
y apoye las conductas positivas de alimentación y actividad física que
puedan mantenerse). Pregunte qué alimentos les gustan y qué tipos de
actividad física encuentran entretenidos y son fácilmente accesibles.
2. Promueva una imagen corporal positiva.
Reconozca que
los adolescentes son sensibles en lo relativo a sus cuerpos, sobre
todo aquellos con sobrepeso. Pregúnteles cómo se sienten con su
cuerpo ¿Qué les gusta? ¿Qué hacen para tratarse bien? No utilice la
insatisfacción corporal para motivar al cambio, sino que ayúdelos a
cuidar de sus cuerpos de manera que quieran nutrirlos a través de una
alimentación saludable, la actividad y las verbalizaciones positivas para
consigo mismos. Use un lenguaje apropiado.
3. Provea a los adolescentes un espacio para discutir acerca del
maltrato asociado al peso.
Pregúnteles si han sido objeto de burlas
o maltrato por su peso/cuerpo. Asuma que aquellos con sobrepeso han
sufrido algún tipo de maltrato. Infórmeles que ello no es aceptable ni
gracioso y explore estrategias para reducir la exposición y responder. Si
el nivel de maltrato es alto, refiera el caso a un profesional apropiado.
4. Trabaje con los adolescentes y sus familias para disminuir
la costumbre de hablar sobre el peso en el hogar
(weight/fat
talk).
Discuta sobre las consecuencias negativas que esto trae, incluso
cuando los comentarios son bien intencionados.Analice alternativas para
ayudar a los jóvenes a tener conductas saludables (por ejemplo, comer
en familia o realizar actividad física). Enfatice que cambiar el ambiente
del hogar para facilitar una alimentación saludable y la actividad física
resulta mucho más eficaz que discutir sobre estas conductas y hablar
sobre el peso. Deje absolutamente en claro que las burlas por el peso
no son graciosas y que pueden tener serias implicancias para la salud
física y psicológica. Proporcione a los padres recursos adecuados (por
ejemplo, libros o sitios
web
).
Se ha recomendado comer en familia como una forma de proteger a los
adolescentes tanto de la malnutrición por exceso como de las alteraciones
de la conducta alimentaria (68). Sin embargo, debe precisarse que la
investigación sobre el impacto que tiene esta costumbre en estos dos
problemas arroja resultados desiguales. Los hallazgos son inconsistentes
en cuanto a la protección contra el sobrepeso y la obesidad (85), en
cambio avalan que el comer en familia actúa como factor protector de
las conductas alimentarias alteradas, especialmente en mujeres (86,87).
Se cree que esto último se debería a que esta práctica favorecería la
comunicación y conexión entre los miembros de la familia y proporcionaría
a los padres la posibilidad de reconocer las alteraciones alimentarias
precozmente en sus hijos y así tomar medidas para evitar que terminen
con un TA (86,87).
Por último, el lenguaje que utilicen los profesionales de la salud para
abordar los temas relacionados al peso es también importante, pues
deben evitar hacer comentarios que puedan incrementar la insatisfacción
corporal en estos adolescentes. Un estudio que evaluó la percepción
parental de los términos usados por los médicos para describir el exceso
de peso en niños y adolescentes, encontró que los preferidos eran
“peso” y “peso no saludable”, siendo “peso no saludable”, “problema
de peso” y “sobrepeso” aquellos que consideraban más motivantes para
bajar de peso. “Gordo”, “obeso” y “extremadamente obeso” fueron
[REV. MED. CLIN. CONDES - 2015; 26(1) 24-33]