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el tiempo prudente de seguridad (4 horas), es cuando
pueden aparecer las complicaciones y resultados no espe-
rados por el paciente. La cirugía es una clara sucesión de
causas (patología quirúrgica) y efectos (actos quirúrgicos).
La relación ´médico paciente` adquiere gran impacto si se
obtiene un éxito, y por demás perturbadora si se presentan
complicaciones dada la definitiva agresión física del ciru-
jano sobre el cuerpo del paciente. En la cirugía estética, si
además se agrega el tema del costo de la cirugía, que en
general no es asumido por los seguros de salud; cuando
se presenta la necesidad de una reintervención, viene de
inmediato la duda de quién asumirá este costo no espe-
rado. Suele ser el comienzo del deterioro de la relación
médico-paciente y el comienzo de los problemas que
suelen derivar en acciones judiciales.
En este aspecto, el proceso de toma de decisiones ha evolu-
cionado con mayor fuerza en las últimas décadas hacia lo
que se ha denominado la
Lex Artis
. Es decir aquel conjunto de
recomendaciones, guías y normas que conforman un cuerpo
de conocimientos, construido sistemáticamente de acuerdo a
metodología científica y que han sido validados por la comu-
nidad de especialistas. Esta
Lex Artis
o Estado del Arte busca
como único fin, señalar lo mejor para cada paciente de acuerdo
a su singular circunstancia.
Desde el punto de vista de la Ética Principialista, lo mejor para
el paciente está representado en primer término por el bene-
ficio previsto y en definitiva alcanzado (Principio de Bene-
ficencia), para el mejor interés del paciente, para su propia
salud y estado de bienestar, desde un punto de vista integral
de su vida bio-psico-social. Este espíritu es el que debe ser
siempre la brújula orientadora del cirujano en el momento
de la toma de decisiones: lo mejor para el mejor interés del
paciente.
Existen siempre otros intereses que se hacen presentes en el
accionar del cirujano: la figuración y el reconocimiento de los
pares, el avance en la carrera académica, concretar proyectos
de investigación y el interés económico. Todos ellos no repre-
sentan en sí mismos, aspectos negativos o cuestionables,
pues cada uno de ellos tiene lógicas y fundamentaciones que
pueden ser justas.
Lo que no debe ocurrir es que estos intereses secundarios
prevalezcan por sobre el mejor interés por el beneficio del
paciente. Siempre estarán supeditados al logro de este primer
interés.
Es también pertinente mencionar los aspectos de seguridad
en el análisis ético de la práctica quirúrgica. El principio
ético de la No Maleficencia nos orienta a evitar prácticas
que causen daño al paciente. Este principio es considerado un
mínimo ético, es decir, al que todos debemos adherir antes
de sopesar otras eventuales consecuencias beneficiosas para
el paciente: Primero y ante todo, NO DAÑAR (
PRIMUM NON
NOCERE
). La seguridad en la gestión clínica moderna supone
estrategias, sistemas y métodos organizacionales sumados a
prácticas individuales que buscan proteger al paciente del
daño y brindar las máximas oportunidades de beneficio en
lo sanitario. Esta cultura de la seguridad obliga a una prác-
tica de procedimientos intervencionales de acuerdo a los
mejores estándares. De ellos, el primer estándar de calidad
es la competencia profesional para realizar una interven-
ción quirúrgica. En la mayoría de los países, este estándar se
protege mediante la certificación universitaria de programas
acreditados, de formación avanzada de una especialidad
médica, que asegura procesos efectivos de formación, entre-
namiento y competencias medibles de calidad en el desem-
peño, en la capacidad de juicio autónomo del especialista y
bajo estándares éticos consensuados.
Otros estándares imprescindibles en el cuidado de la segu-
ridad del paciente incluyen estándares de pabellón quirúr-
gico, de esterilización, de vigilancia y monitorización de
funciones vitales cuando sea pertinente, seguridad en la
asepsia y antisepsia y procesos que garanticen una recupera-
ción segura en el caso de sedación o anestesia general. Igual-
mente, en el caso de la inyección o infiltración de sustancias,
debe garantizarse su efectividad y seguridad, en palabras
simples, que sirva para lo que se explicita y que no cause
daño.
La reciente proliferación de centros que hacen propaganda a
terapias estéticas o reparadoras en base a células madres, es
otro aspecto digno de análisis desde un punto de vista ético. El
avance del conocimiento en células con capacidad reparadora
o de diferenciación celular, está aún en etapas muy iniciales y
es poca la literatura científica que avale su aplicación clínica
con criterios de efectividad y de seguridad. Es posible que en
el caso de células de origen autólogo mesenquimal, esté más
avanzado el conocimiento en cuanto a su inocuidad, pero aún
hay mucho por conocer respecto a su real efectividad para
inducir reparación, regeneración y funcionamiento de tejidos
especializados. Aún más, la realidad indica que la mayoría
de las “clínicas estéticas” que ofrecen terapias con células
madres, ni siquiera pueden asegurar el tipo celular que están
usando, al no estar acreditadas y supervigiladas por entes
nacionales
ad-hoc
. La mayoría utiliza fracciones centrifu-
gadas de plasma que pueden tener concentrados plaqueta-
rios, pero que no cumplen con las propiedades regenerativas
prometidas en la propaganda.
[REV. MED. CLIN. CONDES - 2016; 27(1) 113-121]