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la realidad, puede lograr mejores resultados que una dieta

perfecta. Para las DG, el inicio del plan de alimentación suele

resultar dificultoso, dado lo inesperado del diagnóstico. En

las mujeres DPG, el embarazo obliga a revisar y reforzar el

cumplimiento de las medidas nutricionales. Es indispensable

un fuerte apoyo de nutricionista. El aporte de vitaminas y

minerales es similar a la recomendación durante el embarazo

normal (16, 17).

Algunos resultados del monitoreo pueden conducir a

cambios en la distribución y tipo de carbohidratos, como

la hiperglicemia pos desayuno, frecuente, que es posible

corregir mediante la reducción de los carbohidratos del

desayuno y así evitar el uso de insulina pre prandial.

2. Actividad física.

Es importante como adyuvante al

tratamiento por sus favorables efectos sobre la sensibilidad

a la insulina. Su prescripción debe considerar la actividad y

capacidad física previa de la mujer, el acceso a un plan de

ejercicio adecuado a su condición, el esquema insulínico y

su relación temporal con el ejercicio, el estado obstétrico

de la paciente y por último, la presencia y severidad de

complicaciones de la diabetes. El ejercicio de extremidades

superiores es seguro durante la gestación; la caminata

regular y sistemática, evitar el sedentarismo y el reposo

innecesario, contribuyen a mejorar el control y mantener

estado físico (18). El reposo es sólo de indicación obstétrica

ya que la existencia de retinopatía proliferativa contraindica

sólo ejercicios intensos.

3. Monitoreo glicémico.

Indispensable para evaluar el

logro de las metas y establecer los cambios en el tratamiento

acordes con las modificaciones metabólicas de la gestación.

Su frecuencia y relación con la alimentación son variables.

Idealmente toda mujer embarazada con diabetes tanto DPG

como DG, debiera tener controles antes y después de cada

comida principal y si recibe insulina basal, una medición

adicional en la madrugada. Esa es la indicación de muchos

expertos, no obstante, razones prácticas y económicas,

permiten recomendar que las mujeres con DG que inician

régimen, tengan al menos 1 o 2 controles diarios, alternando

los tiempos cada día con el fin de obtener una visión más

amplia de la realidad metabólica. Inicialmente es conveniente

conocer los controles preprandiales, una vez confirmada su

normalidad, se privilegian los períodos postprandiales. El

control 1 hora después de iniciada la comida, brinda utilidad

similar al control de las 2 horas y en algunos estudios ha

sido superior, con buena correlación con los resultados

del recién nacido (19, 20); por las razones señaladas y más

facilidad de cumplimiento, es el más recomendado. Una vez

bajo insulinoterapia, los controles aumentan en número y los

tiempos se adaptan al esquema terapéutico y a los resultados

obtenidos y puede llegar a ser tan frecuente como en la DPG.

En DM1, el monitoreo se intensifica para alcanzar las metas.

La variabilidad metabólica propia de este tipo de diabetes,

hace difícil mantenerlas de modo permanente, por lo que es

importante que todo el equipo profesional tratante esté al

tanto y flexibilice los objetivos, para evitar hipoglicemias y

hospitalizaciones.

En DM2, la situación del monitoreo es intermedia entre DG y

DM1. El número mínimo es de tres al día, pudiendo llegar en

algunos casos hasta la complejidad del de las DM1.

La clave del éxito reside en la comprensión de la paciente,

la destreza para realizar las mediciones, la precisión en los

tiempos y la simplificación del calendario del registro que

debe adecuarse a cada caso. Un requisito fundamental es

la comunicación con el equipo tratante y las instrucciones

claras sobre las medidas a tomar. La educación y el mensaje

coherente de todos los profesionales involucrados, es posible

aún en condiciones de carencia de recursos.

El Dispositivo de Monitoreo de Glucosa Continuo, que mide

glucosa intersticial cada cinco minutos durante tres a siete

días ha demostrado ser de utilidad cuando el monitoreo

tradicional no logra optimizar el control (13).

4. Insulinoterapia.

La insulina se ha indicado en el embarazo

desde su descubrimiento y el impactante progreso en los

resultados se atribuye en gran parte a ella. Tiene las ventajas

de no tener dosis límite, no cruzar la barrera placentaria y

haber mostrado seguridad materna y fetal. Afortunadamente,

las insulinas disponibles en el mundo son las humanas

obtenidas por bioingeniería y tienen baja inmunogenicidad.

La NPH, de acción intermedia, cumple el papel de insulina

basal y la rápida, regular, corriente o cristalina (denominación

en el medio hospitalario), se usa para el control prandial. Los

análogos de insulina de acción rápida tienen un peak de

acción precoz con una curva parecida a la secreción normal

estimulada por el alimento y una duración más corta que

la humana. Esto permite que la inyección sea próxima a la

comida (con la regular humana debe mediar

30min. entre

la inyección y el alimento) y que no se asocien a episodios

de hipoglicemia antes de la comida siguiente. Las aprobadas

para el embarazo son la aspártica y la lispro. No presentan

otra ventaja que la práctica y un mejor control de la glicemia

postprandial no reflejada en la A1c. Entre los análogos de

acción prolongada sólo la detemir está autorizada en el

embarazo. Su mayor ventaja es su acción uniforme en el

tiempo, lo que evita horarios rígidos de alimentación y

menor variabilidad intra e inter individual comparada con

la NPH. Estudios muestran que es segura y no inferior en

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2016; 27(2) 257-265]