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J.M. González

Santos, M.E. Arnáiz-García

/ Cir Cardiov. 2016;

23(1)

:1–7

3

efecto perjudicial de

la CEC en

la

función renal parece compensarse

con el de

la

inestabilidad hemodinámica que puede

condicionar

la

DAC

sin

CEC,

especialmente

si

ocurre

en

pacientes

de

alto

riesgo,

con

función ventricular deprimida o vasculopatía generalizada. En

un

subestudio

del

GOBCAP

E 24 s

e

analizó

el

efecto

de

la

técnica

de

revascularización

sobre

la

función

renal en 1.612 pacientes

con

alta

incidencia de disfunción renal preoperatoria. La prevalencia de

fallo renal de cualquier gravedad

fue

inclusomayor en

los pacientes

intervenidos

sin CEC

(53%

vs. 48%),

aunque

las diferencias no

fue-

ron

significativas y

la necesidad de utilizar

técnicas de depuración

extrarrenal

fue baja en ambos grupos. Sin embargo, un metaanáli-

sis de 22 estudios

(6 EPA y 16 observacionales) que

incluía

a

cerca

de 28.000 pacientes concluyó que evitar

la CEC

tiene un efecto pro-

tector

frente

a

la

aparición

de

fracaso

renal,

aunque

este

hallazgo

debe

valorarse

con

cautela,

ya

que

las

diferencias

se

produjeron

fundamentalmente

a

expensas

de

los

resultados

de

los

estudios

observacionale

s 25 .

Finalmente,

es

también

importante

analizar

el

efecto de

la uti-

lización

o

no

de

la

CEC

sobre

el

propio

corazón.

Sin

bien

es

cierto

que

en varios EPA

se

se˜nala que

la

elevación de

los marcadores de

da˜no miocárdico es mayor en

los pacientes

intervenidos con CE

C 16 ,

ello no

se

traduce

en un mayor deterioro de

la

función ventricular

ni

en una mayor

incidencia de bajo

gasto

cardiaco postoperatorio.

En un metaanálisis de 29 EPA

con

casi 7.000 pacientes,

la

inciden-

cia de

infarto

agudo de miocardio perioperatorio

(3,9%

y 3,4%)

fue

similar con ambas estrategia

s 22 , a

unque en otro conmenos pacien-

tes

la necesidad de

inotrópicos

fue significativamente mayor en

los

intervenidos

con CE

C 26 . P

or

lo que

respecta a una de

las

complica-

ciones más

comunes después de

la

cirugía

coronaria,

la fibrilación

auricular

(FA),

la

información de

la que

se dispone es

también con-

tradictoria. Mientras que en el estudio BHACAS

1 20 la

incidencia de

FA

fue mucho mayor en

los pacientes

intervenidos con CEC

(45% vs.

8%), esta diferencia no

se

reprodujo en estudios posteriores,

inclu-

yendo el BHACAS 2. De hecho, en el estudioMASH

II

I 10 , l

a

incidencia

de FA

fue

incluso mayor en el grupo sin CEC

(35% vs. 4%). Por

lo que

respecta

a

los

grandes

estudios

controlados,

ni

en

el

ROOB

Y 27 n

i

en

el

GOPCAB

E 28 s

e

encontraron

diferencias

en

la

proporción

de

pacientes que desarrollaron nueva FA

tras

la

cirugía.

Eficacia

Un indicador fundamental de la eficacia de la cirugía coronaria es

la calidad de

la revascularización, circunstancia que hace referencia

a 2 aspectos. El primero es el carácter completo o

incompleto de

la

revascularización, definido por

el número de

anastomosis

corona-

rias

realizadas o, mejor, por el

índice de

revascularización

o

relación

entre

el

número

de

arterias

que

se

planea

revascularizar

y

el

de

las

que

finalmente

lo

son.

En

los

pacientes

sometidos

a DAC,

una

revascularización completa alivia mejor

la angina y

reduce

la nece-

sidad de nuevos procedimientos y

la mortalidad a

largo plaz

o 29 . Y

a

en

los

estudios

observacionales

publicados

antes

del

a˜no

2000,

el

número de anastomosis distales por paciente era claramentemenor

en

los

pacientes

intervenidos

sin

CE

C 3 . E

stos

resultados

han

sido

corroborados

en

estudios

sobre

poblaciones

ajustadas,

en

los

que

tanto

el número de

anastomosis

como

la proporción de pacientes

con

una

revascularización

completa

fue

significativamente

supe-

rior en

la cirugía conCE

C 30,31 . A

unque en varios de

los primeros EPA,

como el Octopu

s 6 , S

MAR

T 8 , B

B

S 19 y

MASH

II

I 10 , n

o

se encontraron

diferencias en el número de anastomosis realizadas con ambas

téc-

nicas, estos hallazgos no

fueron corroborados en otros estudios. Por

lo

que

respecta

a

los

grandes

estudios

controlados,

en

todos

ellos

se

evidenció

que

en

los

pacientes

intervenidos

sin

CEC

se

revas-

cularizaban menos

arterias

coronarias

que

en

los

que

se

utilizaba

CE

C 11,13,14,21 . E

n

la mayoría de

los estudios, estas diferencias se evi-

denciaron en cada uno de

los 3

territorios principale

s 11,21 . T

ambién

la

proporción

de

pacientes

que

recibieron menos

anastomosis

de

las planificadas

fue mayor con

la cirugía

sin CE

C 11,14,21 . L

a

superio-

ridad de

la

calidad de

la

revascularización que proporciona

la DAC

con

CEC,

tanto

en

el

número

de

anastomosis

por

pacientes

como

en

la proporción de pacientes

con una

revascularización

completa

ha

sido confirmada en 2 metaanálisis que

incluían gran número de

paciente

s 31,32 .

El

otro

aspecto

importante

de

la

calidad

de

la

revasculariza-

ción

es

la

permeabilidad

de

los

conductos

a

largo

plazo,

hecho

también

relacionado

con

la

recidiva

de

la

angina,

la

necesidad

de

nuevos procedimientos y

la supervivencia a

largo plaz

o 33 . L

amayo-

ría

de

los

primeros

EAP mostraron

una

tendencia

hacia

una

peor

permeabilidad

de

los

injertos

realizados

sin

CEC.

Una

excepción

a

esta

tendencia

fueron

los

estudios

Octopu

s 34 , B

HACAS

1

y

2 35

y

SMAR

T 36 ,

en

los

que

no

se

apreciaron

diferencias

significativas

en

la

permeabilidad

a

un

a˜no

entre

los

injertos

realizados

con

y

sin

CEC.

Sin

embargo,

los

EPA más

reciente

s 11,37 h

an

demostrado

claramente

que

la

permeabilidad

a

medio

y

largo

plazo

de

los

injertos se ve comprometida cuando se realizan sin CEC, como con-

secuencia de

la peor permeabilidad de

los

injertos de

vena

safena

(VS). La permeabilidad de

los

injertos

fue mejor en

la

cara anterior

que

en

los

territorios de

la

arteria

circunfleja o

coronaria derecha,

siendo

en

todos

ellos

claramente mejor

para

los

realizados

con

CEC.

Además,

la

proporción

de

pacientes

con

una

revasculariza-

ción efectiva, definida como

la existencia de

injertos sin

restricción

al

flujo

(clase

A

de

FitzGibbon)

en

los

3

territorios

principales

y

sin

nuevas

lesiones

distales

a

la

anastomosis,

fue

del

64%

en

los

operados

con

CEC

y

tan

solo

del

50%

en

los

intervenidos

sin

ella,

y

fue mejor

en

los

injertos

realizados

con

CEC

en

cada

uno

de

los

territorios

analizados,

tal

y

como

se

se˜nala

en

un

subestu-

dio

del

ROOB

Y 38 .

En

este

estudio,

en

el

que

se

utilizó

la misma

estrategia

de

anticoagulación

perioperatoria

con

ambas

técnicas,

también

la

proporción

de

injertos

de AMI

clase A

fueron más

fre-

cuentes

en

los pacientes operados

con CEC,

con

independencia de

la

técnica

de

antiagregación

postoperatoria

utilizad

a 39 .

También

un

reciente metaanálisis, que

analiza

los

resultados de 12 EPA

con

casi

4.000

injertos

realizados

con

ambas

técnicas,

concluye que

la

DAC

sin CEC

incrementa 1,35 veces

el

riesgo global de oclusión de

los

injertos a expensas de un mayor

riesgo, 1,44 veces, de oclusión

de

los

injertos

de

V

S 40 .

En

este

estudio

tampoco

se

encontraron

diferencias

en

la

tasa

de

oclusión

de

los

injertos

de AMI

y

arteria

radial.

Así

como

los

resultados

precoces

de

la DAC

se

relacionan

con

la

agresividad

del

procedimiento,

los

resultados

clínicos

a

largo

plazo

lo hacen con

la persistencia del efecto beneficioso que propor-

ciona

la

revascularización. En consecuencia, el carácter completo o

incompleto de esta y

la permeabilidad de

los

injertos desempe˜nan

un papel

fundamental

en

el

grado de beneficio

clínico

conseguido

con

la

cirugía

coronaria

y

su mantenimiento

en

el

tiempo. En nin-

guno

de

los

EPA

basados

en

la

experiencia

de

un

único

centro

se

encontraron

diferencias

significativas

en

la

evolución

clínica

a

medio

y

largo

plaz

o 10,19,20,41 .

Dado

el

poco

tiempo

transcurrido

desde

la finalización de

los EPA más

recientes,

la

información

rela-

tiva a

los

resultados clínicos a

largo plazo es

todavía escasa. Solo en

el estudio ROOB

Y 11 s

e ha

se˜nalado una

tendencia hacia una mayor

mortalidad

a

un

a˜no

en

los

pacientes

operados

sin

CEC

(4,1%

vs.

2,9%),

en

los

que

la

prevalencia

conjunta

de

eventos

desfavora-

bles

fue

significativamente mayor

(9,9%

vs.

7,4%).

Esta

diferencia

se detectó,

tanto

si

se

agrupaba

a

los pacientes por

el

tratamiento

inicialmente asignado como el finalmente recibido y tanto si el ciru-

jano era experimentado como si estaba en

formación. Sin embargo,

un

reciente

estudio

sobre

poblaciones

ajustada

s 31 y

2

grandes

metaanálisi

s 32,42 ta

mbién han encontrado que

lamortalidad a

largo

plazo es significativamentemayor en

los pacientes

intervenidos sin

CEC

y

que

esta

diferencia

es

evidente

en

diferentes

subgrupos

de

pacientes, definidos por

las

características demográficas,

clínicas y

anatómicas.