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4

J.M. González

Santos, M.E. Arnáiz-García

/ Cir Cardiov. 2016;

23(1)

:1–7

Además de

la

supervivencia,

es

también

importante

analizar

la

recurrencia

de

la

isquemia miocárdica

y

la

necesidad

de

nuevos

procedimientos de

revascularización. Ya en el estudio SMAR

T 36 s

e

documentó mayor

recurrencia de

la

angina

al

a˜no de

la

cirugía

en

los pacientes

intervenidos sin CEC. Por el contrario, ni en el estudio

Octopu

s 20 n

i en el MASH

II

I 10 s

e encontraron diferencias en

la

reci-

diva de

la angina ni en

los

resultados de

los

test de

isquemia a uno

y 5 a˜nos de

la cirugía, aunque en el Octopus

la necesidad de nuevos

procedimientos

de

revascularización

a

los

5

a˜nos

fue

algo mayor

en

los

intervenidos

sin

CEC.

También

en

los

EPA más

recientes

la

protección

frente

a

la

angina

recurrente

y

la necesidad

de nuevos

procedimientos

favorece claramente a

la DAC con CE

C 10,14,43 . E

stos

hallazgos se han confirmado

también en un metaanálisis de 12 EPA

que

incluyó a 11.600 pacientes, en el que

se encontró que el

riesgo

de precisar un nuevo procedimiento de

revascularización después

de

la DAC era un 38% mayor

cuando no

se utiliza

la CE

C 29 .

La

valoración

de

la

calidad

de

vida

es

un método

indirecto

de

evaluar

la

eficacia

de

la

revascularización,

ya

que

refleja

el

resul-

tado

de

la

cirugía

en

el

funcionamiento

físico

y mental

desde

las

perspectivas del paciente. En

general,

los primeros EPA no

encon-

traron

diferencias

en

los

resultados

de

los

test

de

calidad

de

vida

realizados en distintos momentos del

seguimient

o 44-46 . P

or

lo que

respecta

a

los

grandes

EPA,

en

los

estudios

ROOB

Y 47 ,

DOOR

S 21

y

CORONAR

Y 43 s

e

evaluaron

específicamente

los

cambios

en

la

calidad de vida

relacionada

con

la

salud;

ambas

técnicas de

revas-

cularización mejoraron

significativamente y de manera

similar

los

aspectos

físicos,

y

en menor

grado

los mentales,

de

la

calidad

de

vida a

los 3-6 y 12 meses de

la

cirugía.

La disfunción cognitiva, más

frecuente en poblaciones a˜nosas, es

un

aspecto de

la

calidad de

vida

especialmente

importante por

su

repercusión

funcional.

El

estudio Octopu

s 48 s

e˜naló un

efecto

ven-

tajoso de

la DAC

sin CEC

a

los 3 meses, pero no

a uno y 5

a˜nos. Por

el contrario, un

subestudio del BB

S 49 e

ncontró que

la

incidencia de

disfunción cognitiva a

los 12 meses de

la cirugía era más

frecuente

en

los pacientes

intervenidos

sin CEC,

si bien

la magnitud del défi-

cit

cognitivo

global

fue

similar

en

ambos

grupos.

Sin

embargo,

de

los diferentes test neurofisiológicos realizados en el estudio ROOBY,

como

los de atención, memoria, visión espacial y dibujo de un reloj,

solo

el

último

indicó

un mejor

comportamiento

de

los

pacientes

intervenidos

sin CEC, hallazgo que

los propios

autores

consideran

intrascendent

e 11 .

En cualquier caso, es

importante

resaltar que ambas estrategias

de

revascularización mejoran

significativamente

la calidad de vida

percibida por

los pacientes después de

la

intervención y que

la peor

calidad

de

revascularización

que

proporciona

la

DAC

sin

CEC

no

parece

implicar una peor calidad de vida percibida por el paciente.

Eficiencia

El

consumo

de

recursos

y

el

coste

de

cada

una

de

las

terapias,

especialmente en relación con

la calidad de vida que proporcionan,

son otros

aspectos que merecen

ser

comparados. Hasta hace poco

existía

la

creencia de que

la DAC

sin CEC

implicaba un menor

con-

sumo

de

recursos,

como

la

duración

de

la

ventilación

asistida,

la

estancia

en

la UCP

y

la

estancia

hospitalaria,

reflejando

la menor

agresión causada por

la cirugía,

tal y como se˜nalaron algunos de

los

primeros EP

A 10,16 . S

in embargo, en

los estudios ROOB

Y 11 , D

OOR

S 21

y GOOPCAB

E 14 , l

a duración de

la ventilación asistida,

la estancia en

la UCP,

la estancia hospitalaria y

la

tasa de

reingreso precoz

fueron

similares

con

ambas

técnicas. En

el

estudio CORONAR

Y 13 , l

a dura-

ción

de

la

cirugía

fue

ligera

pero

significativamente menor

en

los

operados sin CEC (4,0 vs. 4,2 h) y también

lo fue el tiempo de ventila-

ción asistida, siendo similar

la duración de

la estancia en

la UCP y en

el hospital. En cualquier caso,

todos

los aspectos analizados en este

apartado dependen, amenudo, más de

la disponibilidad de recursos

y hábitos

locales que de

las necesidades

reales del paciente.

La menores

estancias

y

consumo

de

hemoderivados

deberían

resultar en un menor coste de

la DAC

sin CEC,

tal y como

se˜nalaron

alguno de

los primeros EP

A 34 . P

ero, de nuevo, estos

resultados

ini-

ciales no se han confirmado en

los EPA más

recientes. En el estudio

ROOB

Y 50 n

o

se

registraron

diferencias

en

el

coste

de

la

hospita-

lización

y

el

coste

ajustado

a

la

calidad

de

vida

a

un

a˜no

de

la

intervención

fue

significativamente más

elevado

en

los

pacientes

intervenidos

sin CEC. Esta diferencia

se debió,

fundamentalmente,

a

los gastos generados por

los pacientes que precisaron una

recon-

versión tardía del procedimiento, una vez

iniciadas

las anastomosis

distales.

En

el

estudio

CORONAR

Y 23 ,

los

costes

de

la

terapia

fue-

ron

similares

para

ambas

técnicas,

tanto

cuando

se

consideró

la

hospitalización

inicial

como

cuando

se

contabilizaron

los

gastos

acumulados

durante

el

primer

a˜no.

Debe

tenerse

en

cuenta,

no

obstante, que de este análisis se excluyó a

los pacientes que precisa-

ron

la

reconversión del procedimiento,

cuya

consideración podría

haber

cambiado

considerablemente

los

resultados

en

favor

de

la

DAC

sin CEC.

Pero,

además de

la

valoración

global de

los

resultados, merece

la pena analizarlos en poblaciones específicas que, por

sus particu-

laridades demográficas, anatómicas o clínicas, podrían beneficiarse

más de una u otra

técnica de

revascularización y que, en ocasiones,

están

poco

representadas

en

los

EPA.

Para

ello

ha

sido

necesario,

en

ocasiones,

recurrir

a metaanálisis

que

incluyesen

un

número

suficiente de pacientes. Los resultados de estos estudios nodemues-

tran, más

bien

al

contrario,

que

la DAC

sin

CEC

resulte

ventajosa.

Así,

diferentes

estudios

han

demostrado

que

la DAC

con

CEC

pro-

porciona unos

resultados

iguales

o mejores

que

la

cirugía

sin CEC

en mujere

s 51 , a

nciano

s 14,21 , d

iabéticos

52 , a

sí como en

los pacientes

con

cirugía

coronaria

previ

a 53 , d

isfunción

ventricular

izquierd

a 54

o

síndrome coronario agud

o 55 . T

ambién podría

intuirse, y así

se ha

proclamado, que

los beneficios de

la DAC

sin CEC deberían

ser más

evidentes

en pacientes de

alto

riesgo para

la

cirugía

convencional,

como

son

aquellos

con

insuficiencia

respiratoria,

renal o hepática.

Sin embargo,

las evidencias que

sostienen esta

creencia provienen

fundamentalmente de estudios no controlados y en ninguno de

los

EPA basados

en poblaciones de

riesgo

(DOORS, GOPCABE y CORO-

NARY) se ha demostrado que

la DAC

resulte ventajosa con

respecto

a

los objetivos primarios.

Comentario

La

cirugía

sin CEC

se

relanzó hace más de

2 décadas

como una

alternativa menos

agresiva

a

la DAC

convencional

y

a

las

TRCP

y,

bajo

esa

premisa,

ha

sido

ofertada

a

una

población

cada

vez más

exigente.

Sin

embargo,

y

en

contra

de

lo

que

sugerían

las

eviden-

cias

iniciales,

en

buena

parte

procedentes

de

firmes

defensores

de

la

técnica

y,

a menudo,

sin

una

sólida

base

científica, muchos

de

los

beneficios

esperados

de

evitar

el

uso

de

la

CEC

no

se

han

demostrado

de

manera

científicamente

consistente.

Paradójica-

mente, cuando se compara el planteamiento y resultados de

la DAC

sin

CEC

con

los

de

la

cirugía

convencional

y

las

TRCP,

cada

vez

se

parece más

a

estas últimas,

especialmente

cuando

se

lleva

a

cabo

en diabéticos

y

en pacientes

con

enfermedad multivaso

compleja,

aunque es un procedimiento mucho más

invasivo.

La

falta de

evidencias

a

favor de

la DAC

sin CEC

en

los EAP más

recientes, ha hecho que muchos cirujanos ya

formados abandonen

la

técnica y ha disuadido a otros en

formación de hacer el esfuerzo

que

requiere

aprender

esta

compleja

técnica.

Según

una

reciente

encuesta de

la Sociedad de Cirujanos Torácicos de Estados Unidos, el

uso de

laDAC sin CEC alcanzó un pico del 23% en el a˜no 2002 y, desde

entonces, su uso ha decrecido hasta un 17% en el 201

2 4 . Y

,

lo que es

más

llamativo, este descenso parece deberse al retroceso en

la utili-

zaciónde la técnica en los centros y por los cirujanos quemás cirugía

sin

CEC

realizaban,

en

el

pasado

grandes

defensores

de

la misma.