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J.M. González

Santos, M.E. Arnáiz-García

/ Cir Cardiov. 2016;

23(1)

:1–7

5

De hecho, en

los a˜nos 2011 y 2012, el 84% de

los centros

realizaban

menos de 50

intervenciones

sin CEC al a˜no, el 86% hacía menos de

20

casos

y

el

34% no

utilizó nunca

esta

técnica. De

la

información

disponible

en

este

y

otros

registros

de

actividad,

puede

inferirse

que,

aunque

la DAC

sin

CEC

se

ha

incorporado

como

una

técnica

segura

en

centros

con

un

volumen

de

intervenciones

importante,

es

poco

utilizada

con

regularidad

por

la mayoría

de

los

cirujanos.

Además,

la

expansión de

las

TRCP ha hecho que

la mayoría de

los

cirujanos no

se enfrente con

frecuencia a pacientes con una anato-

mía

coronaria más

adecuada para

adquirir

experiencia

con

la DAC

sin CEC. Sin embargo, hay centros que se han volcado en esta nueva

terapia después de un periodo de entrenamiento y

transformación,

tal

como

han

sugerido

Sergeant

et

al

. 56 .

En

dichas

unidades,

lide-

radas

generalmente por

destacados

adalides

de

la

técnica,

la

gran

mayoría

de

los

procedimientos

se

realizan

sin

CEC

y

buena

parte

de ellos

son

realizados por

cirujanos en

formación.

La DAC

sin CEC

es

un

procedimiento

quirúrgico

en

el

que

los

resultados

son muy

dependientes de

la destreza del cirujano. Además, el hecho de que el

corazón

tenga que mantener

las

funciones

circulatorias durante el

procedimiento exige una

constante

atención por parte del

aneste-

sista y del

resto de

los miembros del equipo quirúrgico y una fluida

comunicación

entre

ellos. El hecho de practicar

la DAC

sin CEC

sin

un

entrenamiento

adecuado

y

una

planificación

estructurada

ha

sido

relacionado con

los pobres

resultados de

la

técnica en algunos

EP

A 15 .

En gran parte, el

interés por

la cirugía

sin CEC

se debió a

la posi-

bilidad

de

reducir

significativamente

la morbilidad

asociada

a

la

CEC. Para sorpresa de muchos, esto no se ha demostrado en

los EPA

más

recientes.

Esta

ausencia de

beneficio,

y

en

algunos

casos per-

juicio, de no utilizar

la CEC

se debe en gran medida a

las múltiples

mejoras

introducidas

en

el manejo

anestésico

y

quirúrgico

de

los

pacientes

intervenidos

con CEC y

al perfeccionamiento que

se han

producido

en

el

equipamiento

en

la

última

década.

Ciertamente,

hay

sólidas

evidencias

de

que

la DAC

sin

CEC

implica

una menor

necesidad de transfusiones y, posiblemente, menos complicaciones

neurológicas. Otras

ventajas menos

consistentes

son

la

reducción

en

la

incidencia de eventos habitualmente

reversibles,

como

la FA,

de

dudosa

trascendencia

clínica.

Pero

la

reducción

en

la

inciden-

cia de estas

complicaciones

solo parece evidente

cuando

se

lleva a

cabo por cirujanos experimentados y no se han confirmado cuando

la

practican

otros

con menor

experiencia,

excepto

en

situaciones

muy específicas. Particularmente

interesante es

la falta de beneficio

de evitar

la CEC en

la

incidencia de complicaciones neurológicas, ya

sea en

forma de ACV o de disfunción cognitiva, ya que este aspecto

era considerado clásicamente como una de

las principales ventajas

de esta estrategia. Esmuy probable que el beneficio al respecto de

la

DAC con el corazón

latiendo se

limite a

los casos en

los que se evita

completamente

lamanipulación de

la aorta y no sea debido al hecho

de evitar

la CE

C 2 . E

l pinzamiento

lateral de

la aorta

implica un consi-

derable trauma de

la pared aórtica, nomuy diferente del se produce

en

la DAC

convencional.

La utilización de dispositivos de

oclusión

endoluminal,

como

el Heartstring

®

,

y,

sobre

todo,

la

completa

eli-

minación de

la manipulación de

la

aorta es más

importante que

la

supresión

de

la

CEC

para

reducir

la

incidencia

de

complicaciones

neurológicas.

Los defensores de

la DAC

con CEC han

argumentado

durante décadas

en

favor de

la demostrada

seguridad de

esta

téc-

nica

y

su

relativamente baja morbimortalidad, desaconsejando

su

abandono excepto en

los pacientes en

los que el estado de

la aorta

ascendente desaconseje

cualquier

tipo de manipulación.

La eficacia de

la DAC está directamente

relacionada con

la capa-

cidad de

conseguir una

revascularización

completa y

con

el hecho

de

utilizar

injertos

que

se mantengan

permeables

a

largo

plazo.

Ambos

aspectos

han

sido,

y

siguen

siendo,

los

puntos

débiles

de

la

DAC

sin

CEC.

El

número

de

anastomosis

coronarias

realizadas

con

esta

técnica

es

consistentemente

inferior

al

que

se

consigue

con

la

cirugía

con

CEC,

y

un

porcentaje

significativamente menor

de

los pacientes

intervenidos

sin CEC

recibe una

revascularización

completa.

Este

es

un

hallazgo

preocupante,

aunque

ciertamente

esperable. Hay

que

reconocer

que,

a

pesar

del

perfeccionamiento

que

han

experimentado

ambas

técnicas,

la mayoría

de

los

ciruja-

nos no puede hacer una

revascularización

tan buena

sin CEC

como

con

CEC.

Así,

aunque

algunos

cirujanos

experimentados

pueden

conseguir una

revascularización

completa

sin utilizar

la CEC en un

porcentaje muy

alto de

enfermos,

en

la mayoría de

los

estudios

la

proporción

de

pacientes

con

una

revascularización

incompleta

es

muy

superior

en

la

cirugía

sin CE

C 30 . E

ste hecho no

sorprende,

ya

que

las exigentes condiciones de exposición,

inmovilidad y visibili-

dad necesarias para

llevar a cabo

las anastomosis coronarias se ven,

con

frecuencia, comprometidas al

realizarlas

sin CEC. Esta circuns-

tancia puede

impedir que se revascularicen todas

las arterias que se

deberían

y

comprometer

la

calidad

de

las

anastomosis

coronarias

y

el

resultado

clínico

a

largo plazo. Aunque

alguno de

los

adalides

de

la

cirugía

sin

CEC

afirma

que

no

existe

una

razón

científica

o

técnica para que

la

calidad de

la

revascularización

se

vea

compro-

metida cuando se realiza sin CEC, salvo una concepción

inadecuada

de

la

técnica

o un proceso

de

aprendizaje

inapropiado

15 , l

o

cierto

es que esta afirmación no

se ajusta al mundo

real. Parece evidente

que

el umbral para

considerar una

arteria

revascularizable

es bas-

tante más alto en

los que practican

la

cirugía

sin CEC. No obstante,

tampoco

puede

descartarse

que

el

diferente

perfil

del

paciente,

a

menudo más

desfavorable

en

la

cirugía

sin CEC,

pueda

influir

a

la

hora de

reducir

la extensión de

la

revascularización.

Otro hecho

importante

y

constante

es

la

peor

permeabilidad

a

medio y

largo plazo de

los

injertos que

se

realizan

sin CEC.

Incluso

en

las manos

de

los

cirujanos

con mayor

experiencia,

parece

evi-

dente que

la permeabilidad de

los

injertos es peor cuando se hacen

sin

CEC. Además

de

la mayor

dificultad

técnica

que

implica

reali-

zar

las anastomosis

coronarias

con el

corazón

latiendo, este hecho

también

se

ha

relacionado

con

un

estado

de

hipercoagulabilidad

causado

por

la mayor

activación

de

la

cascada

de

la

coagulación,

la hiperactividad de

las plaquetas y

los niveles de fibrinógeno más

elevados

en

la

cirugía

sin CE

C 1,3,16,40 . E

ste hecho ha

condicionado

que se recomiende

incrementar

las dosis de heparina

intraoperato-

ria en

la DAC

sin CEC a niveles

similares a

los de

la

cirugía

con CEC

y utilizar doble

antiagregación después de

la

intervenció

n 57 . P

ero,

incluso cuando se ha utilizado una misma pauta de anticoagulación

perioperatoria,

la permeabilidad de

los

injertos

realizados

sin CEC

es peor que

la de

los que se hacen de manera convenciona

l 58 . T

am-

bién

se ha

invocado

como posible

causa de peor permeabilidad

el

uso de

suturas para

interrumpir

el flujo

en

la

arteria diana, ya que

pueden

lesionar

la

pared

arteria

l 37 . L

a

revascularización

efectiva,

tal y como se define en el estudio ROOB

Y 38 , v

a más allá de

la simple

visualización del

injerto e

implica

la ausencia de estenosis que

limi-

ten el flujo,

tanto en el

injerto como en

la arteria

receptora. Cuando

se

considera

este

criterio

de

calidad,

que

parece

relacionarse

con

un mejor resultado clínico, para valorar

la revascularización conse-

guida

con

la

cirugía,

las diferencias

a

favor de

la DAC

con CEC

son

aún mayores.

En consonancia con

la peor calidad de

la revascularización y per-

meabilidad de

los

injertos,

la recidiva de

la

isquemia miocárdica, ya

sea

en

la

forma de

angina

recurrente o de nuevos

infartos

es habi-

tualmente mayor

en

los

pacientes

intervenidos

sin

CEC,

así

como

lo

es

la necesidad de nuevos procedimientos de

revascularización

y

la mortalidad

tardí

a 1,16,29,30 .

Aunque

la DAC

sin

CEC

puede

implicar

un menor

consumo

de

recursos

inicialmente,

el

incremento de

complicaciones vinculado

a

las

reconversiones

y

las

consecuencias

clínicas

que

comporta

la

peor

calidad

de

la

revascularización

y

permeabilidad

de

los

injertos

son

una

causa

de

costes

a˜nadidos

a medio

y

largo

plazo.

Sin

embargo,

en

los

EPA más

recientes

no

se

ha

demostrado

que

esta estrategia

comporte un

ahorro

inicial ni

al

a˜no de

la

cirugía y,

además,

cuando

se

tienen

en

cuenta

las

reconversiones,

los

costes