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[REV. MED. CLIN. CONDES - 2015; 26(1) 113-118]

consultations of internal medicine and pediatrics at Clínica

Las Condes during 2012.

Results: 308 (89,2%) of a total of 345 surveys were answered

completely. 93,8% of women and 80,0% of men (p<0,001)

care about healthy eating, 70,4% reported knowing the

difference between sodium and salt. 39,8% referred to read

always the labels, 52,2% only sometimes and 8% never.

The highest degree of knowledge referred by respondents

were those who reported reading labels, with a significant

difference to thosewho reportednot reading labels. (p=0,001).

30,5% of women and 28,6% of men were aware about

the recommended dietary salt intake. 53,3% reported not

receiving professional advice about the relevance of sodium

in the diet.

Conclusion: Most of the respondents expressed their interest in

healthy eating. However, only a minority referred to read the

labels, to know the daily recommended dietary salt intake and to

receive information about the importance of sodium in the diet.

Keywords: Sodium, sodiumchloride, salt, labels, hypertension.

INTRODUCCIÓN

El aumento sostenido de la presión arterial es la mayor causa de muerte y la

segunda causa de discapacidad, sólo comparable a la malnutrición infantil

en el mundo (1). La carga de enfermedad atribuible a la presión elevada

significa, en hombres y mujeres, un 12,7 y un 15,1% de todas las muertes,

y en las personas mayores de 30 años, de un 49% de las cardiopatías

isquémicas y de un 62% de los accidentes cerebro vasculares (2,3).

La ingesta exagerada de sodio, especialmente en forma de cloruro

de sodio, característica de la alimentación del mundo occidental, es

determinante, junto a la obesidad y al sedentarismo, de un aumento

progresivo de la incidencia y prevalencia de hipertensión arterial (1). La

Encuesta Nacional de Salud del Ministerio de Salud de Chile realizada

en 2010, reportó en dos mediciones de presión arterial, una prevalencia

de valores iguales o mayores de 140/90 mmHg en un 26,9% de una

muestra representativa de la población mayor de 17 años (4).

La relación directa entre mayor consumo de sodio y valores elevados de

presión arterial se muestra en diversos estudios, destacando el INTERSALT

que registra en una población de 5000 personas de 40 a 59 años de edad,

mediciones promedio de presión arterial sistólica 7,8 mmHg y presión

arterial diastólica 3,5 mmHg más altas, en los individuos que consumen

diariamente más de 2,3 g de sodio, equivalentes a 5,8g de cloruro de sodio

(5). En este contexto, la disminución del sodio en la alimentación también

se traduce en una significativa reducción de los valores de presión arterial,

como lo muestra el estudio DASH. En este ensayo clínico prospectivo

efectuado en 202 personas mayores de 22 años, la disminución de la

ingesta diaria de cloruro de sodio de 8 a 6 y a 4g, se redujo la presión

arterial sistólica en 2,1 y 4,6 mmHg, respectivamente (6). La causalidad y

reversibilidad de la hipertensión en relación al consumo de sodio ha sido

destacada por la OMS, que recomienda un consumo máximo de 2,0g de

sodio al día, lo que corresponde a 5,0g de sal (7). La alimentación de la

población chilena contiene en general, más del doble de la cantidad de

sodio recomendada (2,3g/día). 70 a 80% de la cantidad de sodio ingerido

diariamente, se encuentra en los alimentos procesados (9,10). Por ejemplo,

sólo el pan aporta una sexta parte del consumo diario de sodio (9). Un

estudio estableció que el 77% de la ingesta de sodio proviene de los

alimentos procesados, el 12% de alimentos naturales, el 7% se agrega

en la mesa y el 5% se adiciona durante la preparación de los platos (11).

Como el mayor aporte de sodio se encuentra en los alimentos

procesados, es fundamental que los consumidores conozcan y sepan

analizar el etiquetado de los alimentos para poder elegir el producto

más saludable. Un estudio realizado en Estados Unidos mostró que

el buen uso del etiquetado nutricional por parte de los consumidores

se asocia con dietas más saludables (12). Una encuesta realizada en

Holanda reportó que el 70% de los consumidores escogen los alimentos

sobre la base de la información contenida en las etiquetas, sin embargo,

cerca de la mitad no es capaz de usar la información con precisión para

escoger alimentos con poca sal (13).

El Ministerio de Salud de Chile estableció, el año 2006, la obligatoriedad

de incluir en el rótulo de todos los alimentos envasados el etiquetado

nutricional para entregar información acerca del contenido energético, de

proteínas, grasas totales, hidratos de carbono disponibles y sodio (14).

El objetivo del presente estudio es conocer si el consumidor lee las

etiquetas de los alimentos envasados, si es capaz de entender la

información relacionada con el contenido de sodio y si conoce la cantidad

máxima de sal recomendada para el consumo diario. Además, se desea

saber si personas que acuden a consultas médicas reciben información

acerca de la importancia del contenido de sodio de los alimentos.

El objetivo secundario es determinar si existe diferencia en cuanto a

estilos de vida saludables, entre el grupo que lee y no lee las etiquetas.

Material y método

Estudio descriptivo transversal, efectuado a través de una encuesta

anónima, entregada al azar a adultos mayores de 19 años, que se

encontraban en las salas de espera de las consultas de Pediatría y

Medicina Interna de Clínica Las Condes, durante 2012. La encuesta

(anexo 1) fue diseñada con 12 preguntas de respuesta simple: sí o no, con

el fin de cumplir con los objetivos del estudio. La muestra fue reclutada a

través del muestreo no probabilístico consecutivo que cumpliera con los

criterios de inclusión y aceptara responder la encuesta, que fue anónima y

autoreportada. Para responder el objetivo primario, se utilizó estadística

descriptiva. Las respuestas de tipo dicotómicas, fueron descritas a través

de frecuencias absolutas y porcentuales. Para responder el objetivo

secundario, si existía diferencias en cuanto a estilos de vida saludables,