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algunas de sus huellas, como la Sociedad de Gastroenterología

de Chile.

Adentrémonos, pues, en este camino en reversa hacia nuestra

propia historia, haciendo un viaje a las raíces de la medicina

chilena actual.

Prefacio

Antes de encarar la historia como tal, creo necesario comentar

algunas cosas que me han llamado la atención con respecto al

Dr. Prado. Lo primero es que, al parecer, fue un hombre muy

querido por un gran sector de la sociedad. No solamente por

el ambiente médico. “Bondadoso”, “sonrisa acogedora”, “sabi-

duría”, “lealtad”, “rigor científico”, “intuición clínica” son adje-

tivos que se repiten en la mayoría de los escritos dedicados a

su memoria. Se destaca además su “responsabilidad cívica” y

su gran compromiso con el paciente. Hombres así son los que

hicieron posible el desarrollo de la medicina chilena durante

todo el siglo XX. Las ganas de saber y buscar de manera inexo-

rable, rayando en lo obsesivo, las causas de las enfermedades

usando la clínica y también lo que la tecnología les ofrecía,

hizo posible grandes logros en una época en que la comuni-

cación con el mundo exterior era muy difícil. Hoy en día esta

obsesión por un objetivo tiene otro nombre, (“jugado”, “profe-

sional”, “Loco”, “doctrina Bielsa”, etc.), sin embargo se destaca su

importancia en el desarrollo de proyectos y especialmente en

la consecución de los objetivos propuestos. El Dr. Prado mostró

con su vida y especialmente con sus logros, que una parte muy

importante de ser inteligente, es ser diligente. Es también

destacable lo importante que fue el aspecto íntimo y su empatía

con los pacientes. Se habla de su humanidad, de su cariño hacia

los que trató y muchos otros epítetos. Siendo realistas, sabemos

que no todos los hombres son santos, pero el cariño que le han

mostrado sus alumnos y conocidos, incitan a pensar que tal vez

estas alusiones son más que buenas palabras.

Finalmente me impresionó lo poco que sabemos de él. Ha sido

muy difícil encontrar registros de su vida, familiares, biogra-

fías que hagan referencia a su persona y familia. Lo que me

lleva a pensar en la importancia de revisar nuestras raíces para

encarar el futuro. Un árbol que tenga sus raíces sanas puede

crecer firmemente. Pero aquel que las tiene muy pequeñas,

aunque el crecimiento sea rápido, corre el riesgo de caerse en

su plenitud. Y el Dr. Ernesto Prado Tagle es una raíz saludable

para nuestro árbol de la medicina nacional.

Los primeros años

Don Ernesto Prado Tagle nació en Santiago en 1885. Su padre,

Germán Prado Marín, era comerciante. El contacto con la medi-

cina tenía raíces familiares, ya que dos tíos, por el lado paterno,

eran médicos. Uno de ellos, Absalón Prado Marín, tuvo una

destacada participación en la Guerra del Pacífico dirigiendo el

3º de Ambulancia y participando en las batallas de Chorrillos

y Miraflores en enero de 1881 y además era el director del

Hospital San Vicente de Paul, que fue el primer campo clínico

de la carrera de medicina impartida en la Universidad de Chile.

En algunas de las pocas publicaciones que hacen referencia a

su vida escolar se cuenta que cursó las “Humanidades” (corres-

ponde a cursar 7º y 8º básicos más todos los cursos de ense-

ñanza media) en el Instituto Nacional. Durante este período de

su vida se acercó mucho a su tío Absalón y lo habría acompa-

ñado en las visitas a los enfermos desde muy pequeño y proba-

blemente a otras actividades relacionadas con la salud. Es más,

cuentan que desde muy joven se escapaba a los patios de este

hospital para pensar y a veces solo a pasar el rato. Desde este

punto de vista, el seguir en el hospital fue llegar a un lugar

en cierto sentido ya conocido. Su relación con el Dr. Absalón

Prado lo marcó cuando tuvo que elegir qué hacer con su vida. Y

eligió seguir la carrera de Medicina, comenzando sus estudios

en 1901.

Figura 2. Dr. Absalón Prado Marín, 1887.

© 2015 COLECCIÓN MUSEO NACIONAL DE MEDICINA.

Facultad de Medicina Universidad de Chile.

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2015; 26(5) 703-707]