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la prevalencia del diagnóstico llega al 0.48% de la población

general (3). Es 2 a 3 veces más común en mujeres que en

hombres, relación que decrece luego de los 65 años (4). Su

prevalencia tiende a ser mayor en países europeos y aumenta

hasta 4.5% en población de alto riesgo como familiares de

primer grado de pacientes con EC demostrada con biopsias

(1). Los gemelos monocigotos y hermanos de pacientes con

EC son lo que tienen el mayor riesgo (2). Un estudio realizado

en Inglaterra encontró que la seroprevalencia de anticuerpos

anti-endomisio en población general asintomática fue de 1.2%

(5), demostrando que un grupo importante de pacientes con

EC está subdiagnosticado.

El mejor diagnostico serológico de la enfermedad ha signifi-

cado que su incidencia vaya en franco aumento. Entre los años

1950 y 2001 la prevalecía de EC se ha incrementado desde 0.9

a 9.1/100000 habitantes en Minessota, Estados Unidos (6); otro

estudio más reciente realizado en Holanda mostró que la preva-

lencia casi se triplicó (desde 2.7 a 6.6/100000 habitantes) entre

1995 y 2010 (7). En Chile, la Encuesta Nacional de Salud 2009-

2010 describe una prevalencia de anticuerpos anti-transglu-

taminasa

>

20 UI/ml de 0.76%, siendo ésta mayor en mujeres

(1.1% vs 0.4%) (8).

La mortalidad de la EC es dos veces mayor que en la población

general. Las causas más frecuentes son las cardiovasculares (con

un leve mayor riesgo que la población general) y las neoplasias

malignas, principalmente linfoma no Hodgkin (11 veces más

riesgo que la población general) (9, 10).

Patogénesis

La EC es el resultado de la interacción entre el gluten y

factores inmunológicos, genéticos y ambientales. El gluten es

un conjunto de proteínas que poseen algunos cereales como

el trigo, la cebada y el centeno. En el trigo, el gluten contiene

dos tipos de proteínas que son la gliadina y la glutenina, en la

cebada las proteínas que causan la enfermedad se denominan

hordeínas, y en el centeno, secalinas. Todas estas son proteínas

que están relacionadas pues el trigo, la cebada y el centeno

tienen un origen evolutivo común. La avena, menos relacionada

a estos cereales, raramente desencadena la EC (11).

La gliadina es pobremente digerida en el tracto gastrointestinal

humano resistiendo la acidez gástrica, las enzimas pancreá-

ticas y las proteasas del ribete en cepillo intestinal (12). De esta

degradación resultan péptidos de los que se han identificado

muchos epítopes inmunogénicos, de ellos el más importante

es un monómero de 33 aminoácidos. En algunas situaciones

patológicas como cuando hay alteraciones de la permeabilidad

intestinal, estos péptidos derivados de gliadina pueden atra-

vesar el epitelio, donde son deaminados por la transglutami-

nasa tisular-2, interactuando así con las células presentadoras

de antígeno de la lámina propria.

En la EC existen alteraciones de las respuestas inmunes innata

y adaptativa. La respuesta innata en la EC se caracteriza por

una sobre-expresión de interleukina 15 por los enterocitos

que determina la activación de linfocitos intra-epiteliales

del tipo

natural killer.

Estos linfocitos ejercen su acción cito-

tóxica sobre los enterocitos que expresan complejo mayor

de histocompatibilidad (MHC) tipo I en situaciones de infla-

mación. La respuesta adaptativa es liderada por linfocitos

T CD4+ anti-gliadina que se activan al interactuar con el

péptido en el contexto de las células presentadoras de antí-

genos con complejo mayor de histocompatibilidad HLA-DQ2 o

HLA-DQ8, expresando citoquinas pro-inflamatorias, especial-

mente interferón-

γ

. Lo anterior genera una cascada inflama-

toria con liberación de metaloproteinasas y otros mediadores

que inducen hiperplasia de criptas y daño de las vellosidades.

Ambos tipos de respuesta inmune determinan el daño de

intestino delgado caracterizado por infiltración de células

inflamatorias crónicas en lámina propria y epitelio y atrofia

vellositaria (13). Ver Figura 1.

La enfermedad celiaca casi solo se manifiesta en aquellos indivi-

duos que expresan HLA-DQ2 o HLA-DQ8, lo que en parte explica

la agregación familiar de la enfermedad (14). Sin embargo para

el desarrollo de la enfermedad deben involucrarse otros factores

puesto que el 30% de la población general expresa HLA tipo DQ2

y evidentemente solo una minoría de estos es susceptible de

desarrollar EC. Algunos de estos genes no HLA son COELIAC2 que

contiene clusters de genes de citoquinas, COELIAC3 que codifica

la molécula CTLA4 (

cytotoxic T-lymphocyte antigen 4

), COELIAC4

que codifica una variante del gen de la miosina y otras variantes

en regiones que albergan los genes para las interleukinas 2 y 21,

y otros genes relacionados a la respuesta inmune (15).

Existen factores ambientales en la infancia que pudiesen tener

un rol en el desarrollo de EC. Se ha descrito una ventana entre

los 4 y 6 meses de edad en la cual la introducción de gluten

disminuiría el riesgo de desarrollar EC posteriormente; sin

embargo, recientemente se publicó un estudio randomizado

que no mostró diferencias en el desarrollo de EC en infantes

de alto riesgo expuestos en esta ventana etaria al compa-

rarlos con placebo (16). Además, se considera que la lactancia

materna protege del desarrollo de EC y que la sobreposición de

la lactancia materna con el consumo de gluten es lo que real-

mente disminuye el riesgo de desarrollar la enfermedad (17). Se

ha descrito también en estudios epidemiológicos una relación

inversa entre infección por

Helicobacter pylori

y EC, encontrán-

dose que la frecuencia de infección en celiacos es la mitad que

en aquellos no celiacos, postulándose un rol inmunomodulador

de la bacteria en la ingesta de gluten (18).

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2015; 26(5) 613-627]