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como los costos, efectos adversos, tiempo invertido, etc.

Dentro de los fármacos más utilizados están los potenciadores

cognitivos y los que se usan para controlar los síntomas

conductuales (antidepresivos, hipnóticos, tranquilizantes, etc.).

Para todos estos tratamientos debe monitorizarse su efectividad,

necesidad a lo largo de la enfermedad y efectos adversos (7, 20).

Tener presente que existen estrategias no farmacológicas que

pueden cumplir en muchos casos un rol similar (ej. estimulación

cognitiva, entrenamiento del cuidador para enfrentar

situaciones, actividad física regular, mantenimiento de rutinas,

mascotas, etc.). En ese contexto suele resultar de valiosa ayuda

la interconsulta a un neuropsicólogo o terapeuta ocupacional

con experiencia en demencias (10).

Seguimiento

Los controles deben ser realizados cada tres a seis meses o

antes si se requiere monitorizar el efecto de algún tratamiento

u ocurre algún evento que lo requiera. Deberá evaluarse

regularmente la capacidad cognitiva, actividades de la

vida diaria y presencia de alteraciones neuropsiquiátricas,

idealmente utilizando herramientas breves validadas para

estos fines. Es mandatorio además un chequeo de salud

general, que incluya medición de peso, presión arterial, pulso

y la revisión de todos los medicamentos que está tomando

(considerando sus efectos adversos, generales y cognitivos, e

interacciones) (9).

Aunque el paciente es el principal protagonista del encuentro

y es necesario que así lo perciba, como se explicó previamente

el cuidador también deberá tener un espacio de interacción a

solas con el médico.

En etapas más avanzadas, cuando el desplazamiento se hace

complejo, se requerirá de visitas domiciliarias que permitirán

además hacerse una idea cabal de la situación ambiental del

paciente.

Dada la alta frecuencia de complicaciones como

delirium

,

desajustes conductuales o reacciones adversas a drogas,

el médico debe estar disponible de alguna forma que sea

apropiada para él y el cuidador (hoy la tecnología provee de

múltiples alternativas para ello).

Decisión de institucionalizar

No existe un momento predeterminado en que un paciente

con demencia deba ser institucionalizado. Esta decisión

dependerá exclusivamente de la capacidad de cuidarlo en su

hogar, lo que a su vez estará influido por factores propios del

paciente, del cuidador y del entorno. El factor más relevante

es la sobrecarga del cuidador, a menudo relacionada a

estados más avanzados de la demencia o la presencia de

severos trastornos neuropsiquiátricos (21).

Aunque en la literatura médica la institucionalización a

menudo es considerada como un desenlace negativo y para

muchos cuidadores motivo de intensa culpa, se recomienda

más bien una actitud positiva. Cuando ya se desecharon

razonablemente otras opciones, constituye una herramienta

útil para cuidar en mejor forma al paciente, mediante personal

especializado, en un ambiente protegido. El familiar seguirá

colaborando en forma activa, pero sin tener que llevar la

carga absoluta del cuidado.

La participación del médico en esta etapa se enfoca a

aconsejar sobre las distintas alternativas, aliviar la culpa del

cuidador, emitir el informe correspondiente y proporcionar

los cuidados al paciente, incorporando esta nueva relación

médico-institución.

Cuidados al fin de la vida

En etapas avanzadas de la demencia, donde la capacidad

cognitiva es mínima, se sugiere dirigir las medidas a optimizar el

bienestar y evitar el dolor más que a prologar artificialmente la

agonía. En ese contexto, la realización de exámenes rutinarios,

hospitalizaciones, procedimientos invasivos, uso de fármacos

no esenciales o vías de alimentación artificiales deben ser

discutidos con la familia bajo la óptica de un enfermo terminal,

teniendo en consideración las incomodidades que se le puedan

provocar y los valores y preferencias de los cuidadores y del

paciente (si es que las manifestó previamente) (22).

Comentario final

Dadas las características del Alzheimer, de ser una enfermedad

crónica, lenta y progresiva, para la cual no existen exámenes

diagnósticos infalibles ni tratamientos curativos y, en la cual,

el paciente va perdiendo paulatinamente sus capacidades

cognitivas pasando a depender de terceros para su subsistencia,

la RMP y médico-cuidador constituye un pilar imprescindible

en todas sus etapas. La buena relación lleva a una mejoría

substancial de calidad de vida tanto para el enfermo como

su familia. Para el médico, implica un verdadero desafío a

sus capacidades y una fuente de gratificación cuando logra

desarrollarla con éxito.

Este artículo no pretende agotar las numerosas situaciones a

las que el profesional se verá enfrentado al tratar este tipo de

enfermedades, sino otorgar algunas pautas para los eventos

más relevantes y principalmente motivarlo a continuar

desarrollando destrezas relacionales.

[Relación médico-paciente en el contexto de la demencia - Dr. Jorge González-Hernández y col.]