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sustancia negra pars compacta (SNpc)

del mesencéfalo,

así como la presencia de inclusiones intracelulares llamadas

cuerpos de Lewy, que están formados por agregados

insolubles de proteína alfa-sinucleina anormalmente plegada.

El resultado de dicha neurodegeneración es la denervación

dopaminérgica de las proyecciones de la SNpc hacia el núcleo

estriado, lo que condiciona una alteración en la fisiología

normal de los ganglios basales (GB) que origina las principales

manifestaciones de la enfermedad.

La EP se caracteriza clínicamente por la presencia de

la tríada motora acinesia o lentitud de movimientos,

temblor de reposo y rigidez y por ello ha sido clásicamente

considerada y estudiada como un trastorno motor. Sin

embargo, en las últimas décadas, ha aumentado el

reconocimiento de manifestaciones no motoras como la

apatía, el deterioro cognitivo o los síntomas disautonómicos

entre otros. Estos síntomas han recibido especial atención

por parte de neurólogos e investigadores debido a su

elevada frecuencia e impacto en la calidad de vida de los

pacientes y familiares, siendo actualmente considerados

parte integral de la enfermedad. El diagnóstico de sospecha

es clínico y actualmente no disponemos de marcadores

biológicos específicos. Exploraciones complementarias

como la Resonancia Magnética de cáneo (RMc) o el

DaTSCAN permiten excluir otras causas de parkinsonismo

y aportan apoyo al diagnóstico de EP.

A pesar de que no existe tratamiento curativo, disponemos

de un arsenal terapéutico amplio que permite un buen

control sintomático en cada una de las fases de progresión

de la enfermedad.

El objetivo de este artículo es actualizar los aspectos

clínico-diagnósticos y terapéuticos de una enfermedad que

condiciona la calidad de vida de los que la padecen y que

constituye un problema creciente de salud pública debido al

envejecimiento de la población.

HISTORIA DE LA ENFERMEDAD DE PARKINSON

Ya 2500 años aC se describen diferentes tipos de

temblores y parálisis en textos de la Medicina Ayurvérdica,

que probablemente hicieran referencia a EP. Varios siglos

más tarde, el médico griego Galeno se refiere en sus

compendios a temblores y alteraciones de la marcha con

descripciones que dominarán la literatura médica hasta la

Edad Media (1). Sin embargo, la EP tal y como la entendemos

actualmente nace en 1817, cuando el cirujano británico

James Parkinson publica su famosa monografía “

An essay

on the shacking palsy

” (2). El mérito de Parkinson radicó en

integrar en un único trastorno manifestaciones que hasta

ese momento eran consideradas diferentes entidades.

Años más tarde, el eminente neurólogo francés Charcot

será quién atribuirá a la enfermedad el epónimo ‘maladie

de Parkinson’ y, además, enriquecerá la descripción de los

aspectos clínicos (3).

A inicios del siglo XX se empiezan a dilucidar parte de

sus mecanismos patogénicos con la descripción, en

1913, por el patólogo Friederich Lewy de las inclusiones

citoplasmáticas denominadas cuerpos de Lewy, que

contienen principalmente alfa-sinucleína y seis años

después, de la degeneración de la SNpc por el neuropatólogo

Konstantin Tretiakoff (4). Décadas más tarde, Arvid Carlsson

demostrará que el déficit de dopamina constituye el

trastorno neuroquímico subyacente a la enfermedad (5),

lo cual servirá de base para los ensayos con levodopa de

Birmakmayer y Hornykievicz (6) y, posteriormente, Cotzias

(7), que convertirán al precursor oral de la dopamina en el

eje del tratamiento de la EP hasta nuestros días.

El “milagro” de la levodopa llevó al progresivo abandono

de las técnicas ablativas quirúrgicas que habían proliferado

desde los años 50 (8), pero fue precisamente la aparición de

complicaciones derivadas de su uso crónico lo que resultó

en una revitalización de las técnicas neuroquirúrgicas,

inicialmente de las palidotomías realizadas por Laitinen

(9) y, algo más tarde, de la neurocirugía funcional con la

aparición de la estimulación cerebral profunda (10). El

reciente desarrollo del ultrasonido focal de alta intensidad

(

High Intensity Focused Ultrasound

, “HIFU”, siglas en inglés)

(11), abre la puerta a un renacimiento del abordaje lesional

mediante una estrategia no quirúrgica.

Estamos por tanto a punto de cumplir 200 años desde

la descripción moderna de la EP y no cabe duda que

las últimas décadas han sido las más fructíferas en

cuanto a conocimiento y mejoría en el tratamiento de la

enfermedad.

FISIOLOGÍA DE LOS GANGLIOS BASALES

La base fisiológica de la enfermedad de Parkinson es la

disfunción del sistema de los ganglios de la base (GB) debido

a la depleción de dopamina, su principal modulador. Los

trabajos que trazaron las primeras líneas del modelo actual

de los GB vieron luz a finales de los años ochenta (12, 13). Los

GB son núcleos subcorticales que incluyen el núcleo estriado

(caudado y putamen), núcleo subtalámico (NST) y el globo

pálido externo (Gpe) e interno (Gpi), con sus conexiones

con la SNpc, la substancia negra pars reticulata (SNr) y

el núcleo ventro-lateral del tálamo. Estos núcleos están

interconectados anatómica y funcionalmente y, mediante

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2016; 27(3) 363-379]