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La literatura ha sido categórica en mostrar que los RN con

diagnóstico antenatal de cardiopatía congénita nacen 1

a 2 semanas antes en comparación con aquellos que no

cuentan con diagnóstico antenatal. Las razones exactas son

desconocidas, pero se citan como causas: cesárea electiva

para mejor coordinación, ansiedad parental, preocupación

del equipo médico (especialmente del equipo gineco-

obstétrico) y falsos positivos de evaluaciones de bienestar

fetal. En relación a esto se ha demostrado fehacientemente

que la edad gestacional tiene un alto impacto en los

resultados tanto de sobrevida como en estadía hospitalaria

y costo, incluso en lo que se considera recién nacidos de

término (13, 14).

Un estudio multicéntrico de 92 centros, analizó 4784

recién nacidos operados en un periodo de 2 años entre

los años 2010 y 2011, obtenidos de la base de datos de

la Sociedad Torácica de Cirujanos de Estados Unidos es

muy revelador al respecto. Se realizó análisis multivariable

de regresión logística para relacionar EG con mortalidad

hospitalaria, tiempo de estadía y complicaciones ajustado

a otras características de los pacientes. Como es de esperar,

casi la mitad eran pacientes complejos como ventrículos

únicos y TGA. Un 46% tenía diagnóstico antenatal, 31% eran

RNT precoces y 48% nacieron antes de las 39 semanas. La

mediana de la edad de cirugía fue de 7 días. Lo interesante

e importante es que los mejores resultados de sobrevida

se observaron en el grupo con una edad gestacional de

39.5 semanas con un 7.3% de mortalidad (rango: 6.3 a 8.4

para un límite de confianza de 95%). Para pacientes de 38

semanas subió a 8% y para aquellos de 37 semanas fue de

13.2%, lo que prácticamente duplica el riesgo de mortalidad.

Resultados similares, todos estadísticamente significativos,

se encontraron para largo de estadía postoperatoria y

morbilidad. Por tal motivo debemos hacer todo lo posible

para evitar el término electivo programado del parto a las

37 y 38 semanas en aquellos fetos con diagnóstico antenal

de cardiopatía congénita, siempre y cuando las condiciones

maternas y fetales lo permitan. La fecha de parto ideal es

cerca de las 40 semanas. Este aspecto es necesario trabajarlo

fuertemente con el equipo gineco-obstétrico, ya que con

esta simple medida se logra mejorar significativamente los

resultados de morbimortalidad. Suponemos que operar a

recién nacidos más maduros también tendrá impacto en

la futura evaluación neurológica de estos pacientes en el

largo plazo. En estudios con resonancia nuclear magnética,

se ha observado que recién nacidos operados de TGA hace

20 años, al ser evaluados en la adolescencia tienen una

significativa mayor incidencia de lesiones focales y difusas

cerebrales si las comparamos con la población normal y

que aunque presentan un coeficiente intelectual similar al

de la población general, tienen hasta cuatro veces mayor

probabilidad de necesitar tutorías, educación diferencial

o algún medicamento para tratamiento de salud mental

(15). Por lo tanto, la evidencia es clara al definir que la edad

óptima para que nazca un feto con cardiopatía congénita es

alrededor de las 39-40 semanas.

¿Cómo enfrentamos al RN que por distintas

razones nació antes de las 37 semanas y al

menor de 2500 grs?

Estos pacientes por la inmadurez de sus órganos sumada

a los trastornos hemodinámicos propios de su cardiopatía,

los hace mucho más propensos a problemas neurológicos,

infecciosos, respiratorios y a enterocolitis necrotizante

por nombrar solo algunos de una larga lista de posibles

problemas. Parece lógico asumir que al restaurar

precozmente la fisiología cardiovascular, debiera mejorar

la precaria estabilidad clínica de estos pacientes después

de la cirugía. Por otro lado, se contrapone la tendencia

natural a esperar mayor maduración y mejor peso para

operar. El desafío en cada caso es encontrar el equilibrio

entre operar y esperar mayor maduración En la toma de

decisiones a este respecto van a influir la hemodinamia del

paciente, la experiencia y filosofía de cada centro dentro

de muchas otras variables (16-18).

Es en estas situaciones donde se evidencia la relevancia de

contar con un equipo multidisciplinario para tomar la mejor

decisión.

¿Quiénes merecen la pregunta esperar vs operar?

Los pacientes que están inestables hemodinámicamente

y requieren intervención pronta o aquellos en quienes no

se puede operar por tener contraindicación como ECN o

infección, no constituyen un gran dilema. La disyuntiva

está en el paciente estable y poco invadido, especialmente

si su peso es inferior a 2200 gramos. En ellos pensamos

que demorar la reparación no confiere beneficio y se

asocia a mayor morbilidad. Sobre todo si son sintomáticos

cardiovascularmente, se recomienda la reparación

temprana más que tratamiento médico y cirugía paliativa.

Sin embargo, hay circunstancias en las cuales la cirugía

correctora precoz no es la primera opción. Cuando hay

estabilidad hemodinámica, en pacientes no conectados

a ventilación mecánica, que suben de peso, no necesitan

medicación cardiovascular o en pacientes con ventrículos

únicos con hemodinamia estable con PG, es recomendable

esperar un mejor peso y mayor maduración.

Resulta vital para las conductas más conservadoras contar

con una unidad de recién nacidos que tenga tasas de

infecciones muy bajas y prolijos cuidados de enfermería.

[Recién nacido portador de cardiopatía congénita compleja - Dr. Luis Cárdenas y cols.]