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diversos grados de severidad del asma (49). Se han repor-
tado modalidades de ejercicio que involucran actividades
recreativas como nadar (48,50,51), correr (52,53) y andar
en bicicleta (54). En cuanto a la adherencia los resul-
tados son variados, reportándose adherencias altas en
programas basados en la comunidad (97% en un programa
de basquetbol de 8 semanas) (55) y adherencias menores
en programas basados en el ambiente hospitalario (78%
en un protocolo de 6 semanas en cicloergómetro) (54).
En cuanto a la FQ, el ejercicio y la actividad física regular
son componentes importantes en el cuidado de los niños
que padecen esta enfermedad (10). El VO
2
peak durante
el ejercicio máximo es un marcador pronóstico de sobre-
vida (56). Un nivel alto de actividad física puede mejorar
el barrido mucociliar por incremento del transporte de
fluidos transepitelial, la vibración y la mayor ventilación
y también puede reducir o prevenir la declinación de la
función pulmonar (7,57). Schneiderman y cols, en un
seguimiento de 9 años, lograron demostrar que niveles
altos de actividad física en sujetos con esta enfermedad,
están asociados a una menor declinación de la función
pulmonar medida a través de volumen espiratorio forzado
al primer segundo (7).
La actividad física en FQ no sólo mejora el
fitness
aeróbico
sino también la calidad de vida (58), la densidad ósea (59)
y la percepción de la salud (60). Sin embargo, la intole-
rancia al ejercicio y la disnea pueden reducir la intensidad
de la actividad física y la participación en deportes (61).
En cuanto a los protocolos, se ha utilizado ejercicio aeró-
bico (62,63), anaeróbico (64), combinados de aeróbico y
anaeróbicos (65) y combinados más EMR (66). Así como
también protocolos basados en el uso de videojuegos (67).
El entrenamiento físico puede ser un componente impor-
tante del manejo de la diabetes en FQ, ya que el ejercicio
optimiza el control de la glicemia en la diabetes tipo 1 por
mejoría de la sensibilidad a la insulina y reducción de la
inflamación sistémica (68).
En las ENM la evidencia del beneficio del ejercicio es
controvertida, en especial, respecto a la intensidad del
ejercicio. En enfermedades de progresión lenta, los
programas de ejercicio de resistencia moderada han
demostrado ser efectivos, sin embargo, los de carga
elevada han demostrado ser contraproducentes (69).
En otras ERC, como la bronquiolitis obliterante, existen
guías de recomendaciones para la realización de ejercicio
físico que podría resultar beneficioso debido a la disminu-
ción de los rendimiento físico en esta población (1,70), sin
embargo, la evidencia aún es escasa.
2. Entrenamiento de los músculos respiratorios
En algunas enfermedades, en especial neuromusculares,
puede existir compromiso de los músculos respiratorios. Si
este compromiso es de los músculos inspiratorios, se verá
afectada la fase inspiratoria de la tos junto a la capacidad
de movilizar los volúmenes que aseguren un intercambio
gaseoso eficiente. Si este compromiso afecta los músculos
espiratorios, se verá afectada la fase expulsiva de la tos y
la capacidad de contención de la pared abdominal (39). Es
por ello, que el EMR debe considerarse una alternativa en
aquellos niños que tienen valores de fuerza y resistencia
menores a los valores de referencia.
La literatura ha mostrado como el entrenamiento de los
músculos inspiratorios (EMI) en sujetos con ENM, con
cargas del 30% de la PIM, mejoran la fuerza y resistencia
de los músculos respiratorios (71, 72). Dada la evolución
natural de estas enfermedades, el cese del entrenamiento,
rápidamente determina el retorno a los valores pre-
entrenamiento (72). La mayoría de los protocolos han
utilizado EMI, sin embargo, el entrenamiento combinado
con los músculos espiratorios, es una alternativa que ha
mostrado un aumento de la fuerza muscular espiratoria e
incrementado el flujo pico de tos en niños con ENM some-
tidos a 6 meses de EMI (73).
En niños con bronquiectasias, un ensayo clínico aleatori-
zado de EMI (n=16) con cargas del 40%, mostró una mejoría
en las evaluaciones de fuerza muscular respiratoria y en la
función pulmonar (74). En niños con FQ, Sawyer y cols, en
un protocolo de 10 semanas de EMI evidenciaron mejoría
en la tolerancia al ejercicio y en los parámetros de función
muscular inspiratoria (75). Incluso, es factible el EMI en
niños con traqueostomía a través del uso de adaptaciones
especiales para la vía aérea artificial (76).
Si bien la literatura ha mostrado consistentemente
aumentos de fuerza muscular respiratoria, aún es escasa
la evidencia respecto a la utilidad del entrenamiento de
los músculos en otras variables clínicas como la capacidad
física, disnea o parámetros de función pulmonar. Esto ha
sucedido fundamentalmente por la amplia variedad de
protocolos utilizados y la existencia de distintos dispo-
sitivos de entrenamiento que funcionan de maneras
diversas.
3. Evaluación de la disnea y percepción de esfuerzo
La
American Thoracic Society
ha definido
disnea
como
“una experiencia subjetiva de disconfort respiratorio que
engloba sensaciones cualitativamente distintas que varían
en intensidad” (77) .
La disnea deriva de la interacción de múltiples factores
[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(1) 131-142]