Previous Page  138 / 160 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 138 / 160 Next Page
Page Background

138

diversos grados de severidad del asma (49). Se han repor-

tado modalidades de ejercicio que involucran actividades

recreativas como nadar (48,50,51), correr (52,53) y andar

en bicicleta (54). En cuanto a la adherencia los resul-

tados son variados, reportándose adherencias altas en

programas basados en la comunidad (97% en un programa

de basquetbol de 8 semanas) (55) y adherencias menores

en programas basados en el ambiente hospitalario (78%

en un protocolo de 6 semanas en cicloergómetro) (54).

En cuanto a la FQ, el ejercicio y la actividad física regular

son componentes importantes en el cuidado de los niños

que padecen esta enfermedad (10). El VO

2

peak durante

el ejercicio máximo es un marcador pronóstico de sobre-

vida (56). Un nivel alto de actividad física puede mejorar

el barrido mucociliar por incremento del transporte de

fluidos transepitelial, la vibración y la mayor ventilación

y también puede reducir o prevenir la declinación de la

función pulmonar (7,57). Schneiderman y cols, en un

seguimiento de 9 años, lograron demostrar que niveles

altos de actividad física en sujetos con esta enfermedad,

están asociados a una menor declinación de la función

pulmonar medida a través de volumen espiratorio forzado

al primer segundo (7).

La actividad física en FQ no sólo mejora el

fitness

aeróbico

sino también la calidad de vida (58), la densidad ósea (59)

y la percepción de la salud (60). Sin embargo, la intole-

rancia al ejercicio y la disnea pueden reducir la intensidad

de la actividad física y la participación en deportes (61).

En cuanto a los protocolos, se ha utilizado ejercicio aeró-

bico (62,63), anaeróbico (64), combinados de aeróbico y

anaeróbicos (65) y combinados más EMR (66). Así como

también protocolos basados en el uso de videojuegos (67).

El entrenamiento físico puede ser un componente impor-

tante del manejo de la diabetes en FQ, ya que el ejercicio

optimiza el control de la glicemia en la diabetes tipo 1 por

mejoría de la sensibilidad a la insulina y reducción de la

inflamación sistémica (68).

En las ENM la evidencia del beneficio del ejercicio es

controvertida, en especial, respecto a la intensidad del

ejercicio. En enfermedades de progresión lenta, los

programas de ejercicio de resistencia moderada han

demostrado ser efectivos, sin embargo, los de carga

elevada han demostrado ser contraproducentes (69).

En otras ERC, como la bronquiolitis obliterante, existen

guías de recomendaciones para la realización de ejercicio

físico que podría resultar beneficioso debido a la disminu-

ción de los rendimiento físico en esta población (1,70), sin

embargo, la evidencia aún es escasa.

2. Entrenamiento de los músculos respiratorios

En algunas enfermedades, en especial neuromusculares,

puede existir compromiso de los músculos respiratorios. Si

este compromiso es de los músculos inspiratorios, se verá

afectada la fase inspiratoria de la tos junto a la capacidad

de movilizar los volúmenes que aseguren un intercambio

gaseoso eficiente. Si este compromiso afecta los músculos

espiratorios, se verá afectada la fase expulsiva de la tos y

la capacidad de contención de la pared abdominal (39). Es

por ello, que el EMR debe considerarse una alternativa en

aquellos niños que tienen valores de fuerza y resistencia

menores a los valores de referencia.

La literatura ha mostrado como el entrenamiento de los

músculos inspiratorios (EMI) en sujetos con ENM, con

cargas del 30% de la PIM, mejoran la fuerza y resistencia

de los músculos respiratorios (71, 72). Dada la evolución

natural de estas enfermedades, el cese del entrenamiento,

rápidamente determina el retorno a los valores pre-

entrenamiento (72). La mayoría de los protocolos han

utilizado EMI, sin embargo, el entrenamiento combinado

con los músculos espiratorios, es una alternativa que ha

mostrado un aumento de la fuerza muscular espiratoria e

incrementado el flujo pico de tos en niños con ENM some-

tidos a 6 meses de EMI (73).

En niños con bronquiectasias, un ensayo clínico aleatori-

zado de EMI (n=16) con cargas del 40%, mostró una mejoría

en las evaluaciones de fuerza muscular respiratoria y en la

función pulmonar (74). En niños con FQ, Sawyer y cols, en

un protocolo de 10 semanas de EMI evidenciaron mejoría

en la tolerancia al ejercicio y en los parámetros de función

muscular inspiratoria (75). Incluso, es factible el EMI en

niños con traqueostomía a través del uso de adaptaciones

especiales para la vía aérea artificial (76).

Si bien la literatura ha mostrado consistentemente

aumentos de fuerza muscular respiratoria, aún es escasa

la evidencia respecto a la utilidad del entrenamiento de

los músculos en otras variables clínicas como la capacidad

física, disnea o parámetros de función pulmonar. Esto ha

sucedido fundamentalmente por la amplia variedad de

protocolos utilizados y la existencia de distintos dispo-

sitivos de entrenamiento que funcionan de maneras

diversas.

3. Evaluación de la disnea y percepción de esfuerzo

La

American Thoracic Society

ha definido

disnea

como

“una experiencia subjetiva de disconfort respiratorio que

engloba sensaciones cualitativamente distintas que varían

en intensidad” (77) .

La disnea deriva de la interacción de múltiples factores

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(1) 131-142]