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y desarrollo de unidades de psiquiatría al interior de los hospitales

generales en nuestro país, podríamos constatar que este es bien

reciente. Hasta los años ochenta e incluso noventa del siglo pasado

prevalecía en nuestra sociedad el funcionamiento de grandes

estructuras asilares, por una parte, y por otra, estaba el significativo

(aunque accidentado) acontecer de la psiquiatría comunitaria. Por

cierto que algunas de estas unidades ya existían en algunos Hospi-

tales Generales (HG) tanto de Santiago como de provincias desde

antes, e incluso algunos grupos de investigadores comunicaban

desde entonces resultados incipientes sobre la actividad de PsIE

(25). Mientras los grandes hospitales psiquiátricos comenzaban

a disminuir su población de manera progresiva, también a ritmo

lento proliferaban las unidades psiquiátricas en los HG. Si bien

aquello parece haber promovido gradualmente la actividad de

interconsultoría de los psiquiatras, no ha ocurrido lo mismo con la

participación programada de aquellos en programas estructurados

de enlace (dolor crónico, psico-oncología, trasplantes, alto riesgo

obstétrico, entre otros), acciones que requieren un nivel diferente

de compromiso e integración entre los servicios o departamentos

participantes. Una cuestión decisiva a este respecto es la del finan-

ciamiento. Aunque muchos antecedentes permiten afirmar que las

actividades de PsIE reducen tiempos de hospitalización y mejoran

diferentes aspectos médicos y evolutivos de los pacientes inter-

nados que se podrían traducir en términos económicos, hasta

ahora esas referencias no han podido constituirse en un buen

argumento para que los administradores hospitalarios se interesen

en fomentar la actividad, ni tampoco sucede aquello a nivel de la

generación de políticas públicas en el sector salud. O por lo menos

no ocurre con la fuerza ni con la velocidad deseable. Así, al menos

en nuestro medio y tanto en el sector privado como en el público,

la mayoría de las veces estas prácticas se realizan a cuenta de la

voluntad y el compromiso de los psiquiatras interesados, quienes

destinan horas de su tiempo personal a una actividad que no suele

tener réditos inmediatos. Lo mismo se podría decir de la investi-

gación sobre el tema en nuestro país, la que finalmente depende

del esfuerzo individual de los investigadores, que invierten muchas

horas de su tiempo estudiando antecedentes, recopilando datos y

escribiendo artículos, sin que eso se traduzca necesariamente en

una ventaja académica o curricular. Aquello hace particularmente

valiosas las investigaciones existentes en nuestro país.

MEDICINA PSICOSOMÁTICA EN CHILE

Quizá una excepción a lo anterior lo constituye el ejercicio de una

Psiquiatría de Enlace que se acerca más al modelo norteameri-

cano reseñado aquí, precisamente por estar ligada a una estruc-

tura universitaria que ha tomado el riesgo de invertir en una

“psiquiatría médica y académica”, es decir que, al mismo tiempo

que se vincula con el quehacer médico-quirúrgico de un HG, arti-

cula la asistencia con investigación y docencia en todos los niveles

académicos. En esa línea, hace poco tiempo (2014) se inició en

Santiago el programa de formación en la sub-especialidad de

Psiquiatría de Enlace y Medicina Psicosomática de la Facultad

de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC),

proyecto altamente innovador en nuestro medio. Simultánea-

mente fue publicado el manual “Psiquiatría de Enlace y Medicina

Psicosomática”, muy ligado a ese mismo programa (26). Desde

luego este es un proyecto que se adelanta y crea puentes hacia un

futuro en que esté plenamente vigente una legislación de espe-

cialidad y eventualmente de sub-especialidad.

Sin embargo, el anterior no es el modelo predominante en nuestro

medio. Las grandes tendencias y aportes de la psiquiatría acadé-

mica se han centrado en los temas más clásicos de la especialidad,

de eso no hay duda y se han creado escuelas de pensamiento

con una larga tradición y ascendencia. En cambio, la psiquiatría

vinculada al terreno hospitalario general no ha tenido hasta aquí

la oportunidad, o no la ha buscado, de encontrar refugio pleno en

las universidades ni tampoco ha hecho una carrera en la genera-

ción de conocimiento desde ellas, principalmente. En ese mismo

sentido, el programa de la Universidad Católica viene a llenar un

importante vacío en nuestro medio y sólo queda esperar lo mejor

de ese proyecto, tanto por el prestigio de la universidad que lo

cobija como por el de las personalidades que lo llevan a cabo.

Aunque cada vez la brecha es menor, aún coexiste en Chile una

psiquiatría de mediados del siglo XX con otra de talante finise-

cular y ambas coinciden ahora con una más nueva, “moderna” o

actualizada. Es justamente desde los intersticios de ese quehacer

diferenciado y desigual de donde surgen algunos de nuestros

mayores interrogantes sobre el posible alcance de una Medicina

Psicosomática en nuestro medio. Como examinábamos más arriba,

no hay duda que en la realidad norteamericana esta denomina-

ción adquiere completo sentido: de un lado está la historia (y la

geografía) de un concepto “migratorio” y luego bien avecindado y

mejor establecido que supo fusionar los disímiles territorios de la

psicosomática psicodinámica y la psicofisiológica con los avances

de la medicina contemporánea. Por otra parte, está la carrera para-

lela y apretada del desarrollo y germinación temprana de unidades

y departamentos de enlace e interconsultoría en los HG junto al

creciente

corpus

conceptual de la Medicina Psicosomática acadé-

mica, destinado a servir de matriz teórica a la actividad de los

primeros. Y todo ello aderezado con una prolífica actividad editorial

vinculada al activo quehacer de asociaciones de gran peso político

y capacidad de lobby. De todo eso hemos carecido aquí, en Chile

y por lo mismo, no existe una paternidad capaz de sustentar una

teoría que abrigue a una práctica aún precaria y reciente.

Es posible e incluso altamente probable que lleguemos a repro-

ducir dentro de nuestra psiquiatría la idea norteamericana de

Enlace e Interconsulta (+) Medicina Psicosomática. Lo hemos

hecho en otros ámbitos de la especialidad, con mayor o menor

éxito. El mencionado programa de sub-especialidad de la U.

Católica, un grupo de trabajo de la Sociedad de Neurología,

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(6) 826-829]