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4. Visión disminuida

Protocolo de visión: Lentes, lupas, teléfono con números

grandes, tapé fluorescente en la campana para pedir asistencia,

reforzando diariamente su uso.

5. Audición disminuida

Protocolo de audición: Proveer audífonos, retirar tapones de

cera, técnicas de comunicación especial.

6. Deshidratación

Protocolo de deshidratación: Detección precoz y proveer

volumen, reforzar ingesta oral de líquidos (41).

Este protocolo ha sido ampliamente estudiado y se utiliza en más

de 200 hospitales en el mundo con algunas adaptaciones locales

(42) y sus resultados han sido replicados posteriormente (43).

Si bien las intervenciones descritas a continuación han sido

probadas con éxito en pacientes críticos y adultos mayores (44),

un estudio no mostró diferencias en la incidencia de delirium en

pacientes con enfermedad oncológica terminal en que se utilizó

un protocolo de prevención versus grupo control. Sin embargo,

dicho estudio tiene críticas metodológicas importantes, por lo

que sería interesante su replicación (45).

En cuanto a la prevención farmacológica, por el momento no

está recomendada, si bien la melatonina se perfila como poten-

cial herramienta terapéutica (46).

REVIRTIENDO EL DELIRIUM

En el caso particular de los pacientes oncológicos, la revisión

de Lawlor et al 2014, sugiere apuntar las intervenciones a los

factores precipitantes reversibles descritos en la tabla 2, que

incluye las principales causas de delirium (28).

Un estudio en una unidad de cuidados paliativos, mostró un

promedio de tres factores precipitantes para un episodio de

delirium, lo que remarca su origen multifactorial y la nece-

sidad de manejo multidisciplinario. Se estima que un 50% de

los episodios de delirium son reversibles, especialmente los que

son consecuencia de infecciones, medicación y alteraciones

hidroelectrolíticas (47-49).

AJUSTE DE MEDICACIÓN

El delirium inducido por medicación es una de las situaciones

clínicas más frecuentes en pacientes con cáncer avanzado (47).

Esto es de particular preocupación en población de edad avan-

zada (no oncológica), incluso Inouye S et al 2014, propone que

el uso de sedantes o antipsicóticos en adultos mayores tiene

un impacto favorable para el equipo médico, pero no en el

pronóstico del paciente y que estos solo cambiarían un deli-

rium hiperactivo en uno hipoactivo, que a su vez en general no

se diagnostica. Además, la evidencia sugiere que este tipo de

fármacos prolongaría el cuadro y podría empeorar el pronóstico,

poniendo énfasis en las medidas preventivas (17).

Un tema relevante es el uso de opioides, dado que la mayoría

de los pacientes con patologías oncológicas avanzadas son

usuarios de éstos, y si bien el dolor es un factor de riesgo

de delirium, el uso de estos medicamentos también lo es.

Además, la neurotoxicidad inducida por opioides provoca

como síntomas sedación, alucinaciones (visuales y táctiles),

mioclonus

, convulsiones, hiperalgesia y/o alodinia. La reco-

mendación es que en pacientes con delirium y dolor contro-

lado, se debe intentar disminuir la dosis gradualmente a una

dosis equivalente de un 30 a 50% de otro opioide, es decir, se

recomienda la rotación de opioides.

Otros medicamentos que se asocian a delirium son las benzo-

diacepinas y antidepresivos. Por otro lado, si bien los datos

acerca de medicación anticolinérgica son contradictorios, se

recomienda evitarlos.

En general, la medicación deliriogénica debiera retirarse lenta-

mente para evitar que la abstinencia favorezca también la apari-

ción del cuadro (48).

ALTERACIONES HIDROELECTROLÍTICAS Y ENDOCRINAS

Las alteraciones hidroelectrolíticas que se asocian a delirium con

mayor frecuencia son la hipercalcemia, hiponatremia e hipo-

magnesemia.

Estas alteraciones pueden ser provocadas en el contexto de un

síndrome paraneoplásico (hipercalcemia maligna), como conse-

cuencia de la quimioterapia o por una suma de varios factores.

El manejo habitual incluye, en el caso de la hipercalcemina el

uso de bifosfonatos y de ser necesario, denosumoab (50). Para

la hiponatremia el tratamiento habitual consiste en restricción

hídrica, soluciones hipertónicas y en algunos casos antagonistas

de vasopresina; finalmente para la hipomagnesemia, la adminis-

tración de magnesio (51).

La hipoglicemia es otro factor precipitante frecuente, que puede

presentarse tanto en patología pancreática como en otros tipos

de cáncer. El manejo puede incluir glucosa, glucagón, corti-

coesteroides, entre otros. (51).

También deben considerarse otras alteraciones como déficit de

vitamina D, tiamina o hipotiroidismo (52-54)

Por último, un factor precipitante frecuente es la deshidrata-

ción, por lo que la mayoría de las guías y revisiones coinciden en

siempre velar por su diagnóstico y manejo precoz.

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(6) 855-865]