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La mayoría de los estudios se realizan en pacientes con delirium

hiperactivo, en este grupo de pacientes, más del 70% presentan

alucinaciones y delirios. Contrario a lo que se creía, nueva

evidencia muestra altas tasas de alucinaciones y delirio también

en pacientes con delirium hipoactivo. En un estudio, del total de

pacientes con delirium hipoactivo, un 50.9% presentaba altera-

ciones de la sensopercepción y un 43.4% delirios. (71).

La revisión de Grassi L et al 2015, para el manejo del delirium

en pacientes en cuidados paliativos, también considera el uso

de antipsicóticos de segunda generación (3). Los antipsicóticos

de segunda generación comparten con los de primera genera-

ción el bloqueo del receptor de dopamina, aunque en menor

proporción y agregan un antagonismo del receptor 5HT2A

que les entrega un mejor perfil de efectos secundarios. El

uso de estos medicamentos en el tratamiento del delirium ha

ido en aumento, incluso llegando al 50% de los pacientes en

cuidados paliativos (72).

Entre los antipsicóticos de segunda generación Olanzapina

ha mostrado ser útil y segura y se han identificado factores

de mala respuesta: mayor de 70 años, demencia, cáncer de

sistema nervioso central, hipoxia, delirium hipoactivo o deli-

rium severo (73-74).

Tanto risperidona como quetiapina han mostrado ser de

utilidad y con resultados comparables a haloperidol en el

manejo de los síntomas de delirium, teniendo Quetiapina un

perfil más sedante (75-77).

Otros antipsicóticos atípicos como aripiprazol y ziprazidona

han tenido resultados positivos en delirium, pero, no han sido

probados en pacientes oncológicos.

No existe evidencia de que los psicoestimulantes sean de

utilidad en el manejo del delirium hipoactivo (64), tampoco

se recomienda el uso de inhibidores de la acetilcolineste-

rasa por un posible aumento de la mortalidad observado en

pacientes con delirium en una unidad de cuidados críticos en

pacientes tratados con Rivastigmina (78-80).

Por último la dexmedetomidina es un agonista del receptor

alfa2 que reduce el output central del sistema simpático

produciendo analgesia y sedación. A pesar del efecto sedante

no produce depresión respiratoria (a diferencia de las benzo-

diacepinas y el riesgo de neumonía aspirativa asociado a

antipsicóticos) además no produce deterioro cognitivo. El

efecto resulta en una sedación en que el paciente puede

conseguir alerta y volver a dormir rápidamente con un sueño

similar a lo normal. Entre los efectos adversos se cuentan la

hipotensión, bradicardia y boca seca. Dado que su metaboli-

zación se produce en el citocromo P450, particularmente en

el CYP2D6 y CYP3A4 y además se ha descrito que es capaz

de inhibirlos, se deben chequear las posibles interacciones.

Por último, es importante mencionar que en un ensayo

clínico randomizado de 2017 que buscaba medir la eficacia

de risperidona, haloperidol y placebo en cuidados paliativos,

no se encontró mejoría con el uso de antipsicóticos, incluso

el delirium era levemente superior y más importante aún, el

riesgo de morir aumentaría 1.5 veces. Si bien el estudio tiene

algunas limitaciones, pone en evidencia la falta de datos

sólidos que permitan una buena toma de decisiones en este

grupo de pacientes (81).

CONCLUSIÓN

El delirium es un síndrome neurocognitivo y conductual

complejo y prevalente en los pacientes oncológicos, pero no

siempre es diagnosticado.

En general se asocia a mal pronóstico y en ocasiones es una

manifestación de la fase final de la enfermedad, sin embargo,

en cerca de la mitad de los pacientes, puede ser reversible.

Su prevención, diagnóstico, identificación de factores predis-

ponentes y precipitantes es fundamental. Además de los

aspectos médicos, es una de las situaciones que incapacita

al paciente para tomar decisiones siendo potencialmente

reversible.

Se han planteado distintas hipótesis fisiopatológicas que se

complementan: hipótesis neuroinflamatoria, de envejeci-

miento celular, de estrés oxidativo y de los neurotransmi-

sores. Dentro de estas, la de envejecimiento celular pudiera

relacionarse con los cuadros descritos en el trabajo de Cole et

at (2013), donde un 20 a 40% de los casos tienen un curso

crónico con reagudizaciones.

En cuanto al tratamiento, la mayoría de los expertos apuntan

en primer lugar a la prevención y luego al manejo de los

factores precipitantes.

HELP es un protocolo de prevención que ha sido amplia-

mente utilizado con resultados satisfactorios, pero, que en

el caso de particular de cuidados paliativos debe aún probar

su utilidad.

Para el tratamiento farmacológico existen varias controversias.

Buena parte de la evidencia no es en población oncológica y

algunas recomendaciones se extrapolan. Además, como se

mencionó, muchos de los pacientes oncológicos son de edad

avanzada y la FDA emitió una advertencia de aumento de

mortalidad por uso de antipsicóticos en adultos mayores.

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(6) 855-865]