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psiquiatría de enlace: el consultor acude a un servicio médico

o quirúrgico, conversa con el colega que refirió el caso, con

enfermeras y otro personal auxiliar, con familiares, even-

tualmente con otros pacientes y, obviamente, con el (o la)

paciente mismo (a). Su tarea va más allá del solo diagnóstico o

de la prescripción correspondiente; se trata de una evaluación

compleja y completa, del estudio de creencias, de modali-

dades de búsqueda de ayuda, atribuciones causales y nociones

culturales respecto al problema clínico y sus implicaciones

diagnósticas, terapéuticas o pronósticas (23,24). Y en medio

de esta información, inevitablemente densa y multiforme, el

psiquiatra debe explorar también la presencia (o ausencia) de

estigma hacia la condición consultada.

Actores

A la manera de un proscenio cabal, el hospital general y sus

expresiones de estigma tienen una variedad de actores, cada

uno de los cuales encarna perspectivas propias. El actor central

es, sin duda, el

paciente

, portador de síntomas y quejas, de

su conocimiento más o menos sofisticado respecto a salud

y enfermedad, a patología y psicopatología, de su propia

explicación causal de la enfermedad, de factores de riesgo y

protección, de sus fortalezas y debilidades (25). En la mayoría

de casos, consciente de sus derechos, el paciente puede

formular preguntas, esperar respuestas y emitir opiniones. En

el caso de diagnósticos psiquiátricos, sin embargo, criterios

fuertes de estigma pueden dominar, en casos, sus deseos de

información completa y desviar la naturaleza y el propósito

de una evaluación especializada. El resultado de desconcierto

y caos informativo es predecible (10, 11, 26).

Los

familiares

del paciente constituyen un reparto de múlti-

ples caracteres que no exhiben, por cierto, uniformidad u

homogeneidad de criterios frente a la enfermedad mental y

su carga de estigma. Por el contrario, las opiniones y las acti-

tudes o conductas vinculadas a ellas son tan variadas como el

número de miembros del grupo familiar. La presencia física

y el nivel de involucramiento en términos de visitas diarias,

grado de apoyo, comentarios y reacciones pueden variar si al

diagnóstico físico se une un diagnóstico psiquiátrico. Prejui-

cios y subsecuentes precauciones (menos visitas, un diálogo

más reservado, distraibilidad deliberada, entre otros) pueden

surgir abruptamente, aun cuando reacciones opuestas son

también posibles (27,28).

La actitud de los

profesionales

envueltos en la intercon-

sulta psiquiátrica es crucial. En primer término, el médico

que hace la consulta tiene muy probablemente criterios ya

formados respecto a salud y enfermedad mental y, si ellos son

intensamente negativos, el llamado al psiquiatra de enlace,

constituye un esfuerzo sincero de objetividad y superación

de eventuales prejuicios. Ello no obstante, el estigma seguirá

operando en sus acciones e interacciones con el paciente,

los familiares y el colega consultor. En la inmensa mayoría

de casos, la respuesta será deseablemente correcta pero, en

algunos, se puede observar niveles de desapego o indife-

rencia, cambios en el estilo de la transacción cuotidiana, altas

prematuras u otros indicios de estigma (16,17,29).

El psiquiatra consultor es otro actor principalísimo en este

escenario. El que ejerza psiquiatría de enlace como subespe-

cialidad o trabajo clínico primario permite anticipar un nivel

mínimo o incluso una ausencia total de estigma. Su deber

fundamental es efectuar una evaluación integral del caso y

emitir sugerencias constructivas de manejo y seguimiento.

Auto-observación, rasgo ocupacional probablemente más

desarrollado en psiquiatras que en otros profesionales,

permite prevenir efectos negativos de estigma en la actividad

del consultor.

Enfermeras, asistentes médicos, trabajadoras sociales,

terapeutas físicos, capellanes, secretarias, voluntarios

y el personal auxiliar del servicio referente, constituye

un componente importante del

ámbito

que circunda al

paciente antes y después de la interconsulta. Una vez más,

la variedades de opiniones y actitudes frente a un diag-

nóstico psiquiátrico da lugar a un despliegue de opciones

y posibilidades. Miradas “de reojo”, suspicacias, hipersensi-

bilidades, precauciones desusuales, preguntas pertinaces

al médico tratante, rumores y evitamiento marcado, de un

lado; y de otro, delicadezas, atención más prolija, sonrisas

o voces de aliento pueden evidenciarse en este ambiente

multifacético (25, 30).

No debe olvidarse a los

otros pacientes

en el servicio. Grupo

también heterogéneo y aún más imprevisible que el del

personal auxiliar, su reacción puede ser intensa si cunde el

diagnóstico (cualquiera que él fuera) hecho por el consultor

y si la actitud subsecuente del personal refuerza tal reacción.

El aislamiento del paciente, la desconfianza, el temor a inte-

ractuar con él, la acusación fácil o la invectiva injustificada

pueden caracterizar aquella reacción, reflejando variados

niveles de estigma y discriminación. Es importante que todo

el personal profesional y auxiliar tome nota de estas circuns-

tancias en el devenir de su labor asistencial diaria.

El

público

, espectador no necesariamente pasivo del quehacer

cuotidiano de un hospital general, puede jugar un rol en esta

serie de interacciones, merced a la eventual intervención de

medios de comunicación masiva, en particular de las redes

sociales y aún diarios o revistas locales que difundan noticias

con afanes sensacionalistas (31, 32). A fin de cuentas, estos

medios son los agentes primarios de todo “lo bueno, lo malo

y lo feo” que la sociedad contemporánea adquiere y digiere

[ESTIGMA EN LA PRÁCTICA PSIQUIÁTRICA DE UN HOSPITAL GENERAL- Dr. Renato D. Alarcón]