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día a día: estigma hacia la enfermedad mental es uno de esos

ingredientes.

Formas de presentación

El estigma adopta formas diversas de presentación en el

hospital general. A las ya mencionadas posturas de rechazo

abierto, negación o silencio, o de motivaciones como

vergüenza o culpa, se unen otras:

Causalidad física: El ser portador de un cuadro médico,

quirúrgico, obstétrico o, en general, el estar en un hospital

no-psiquiátrico confiere al paciente y su familia, la factibi-

lidad de usar explicaciones “físicas” como causa de eventuales

síntomas emocionales (“¡la causa es la misma que me ha dado

esta pneumonia, doctor; se cura la pneumonía y se me va

el miedo!”), reduciendo con tal racionalización el impacto de

una auto-crítica estigmatizante (10,33).

Bromas o comentarios risueños, “indirectas” elusivas de juicio

frente a la posible evidencia de un diagnóstico psiquiátrico

concomitante: “¿Así que estoy loco? ¡No doctor, el loco es mi

primo que se cree actor de cine!”.

Insultos: Informado de la posibilidad, el paciente reacciona

airadamente y profiere comentarios duros o soeces, acusando

o criticando a otros (fundamentalmente a familiares o al

propio profesional), manifestaciones que, sin embargo, no

son ni deben ser calificadas como psicóticas.

La actitud “conspiratoria” en respuesta a posibilidades de

diagnóstico psiquiátrico entraña la participación de otros,

en la mayoría de casos familiares del paciente que, tal vez

en respuesta a sus propios temores, refuerzan la negación,

intensifican el silencio o desvían la crítica a otras fuentes (15).

Cada entidad diagnóstica puede dar lugar a distintas formas

de presentación del estigma, de modo tal, que la presencia

de éste refleja una relación estrecha y casi directa con la

seriedad de aquélla. Se sabe que los cuadros psicóticos

(esquizofrénicos o bipolares) engendran un rechazo mayor,

basado en un prominente nivel de estigma (34). Su expresión

puede ser algo menor en cuadros afectivos, aun cuando en

éstos la sensación de desesperanza y angustia puede dominar

las manifestaciones del estigma subyacente. Entidades de

tipo ansioso, con miedos concomitantes o historias traumá-

ticas, acentúan actitudes de negación y estigma basadas en

recuerdos penosos (35). Paradójicamente, un diagnóstico de

trastorno de personalidad puede producir reacciones menos

intensas, un tanto ambiguas y, en todo caso, un nivel de

estigma un tanto menos abrumador que el de otros diagnós-

ticos (36); lo mismo tiende a ocurrir con cuadros adictivos,

considerados auto-evidentes y cuyo tratamiento y eventual

recuperación se estima que puedan depender más de la

“fuerza de voluntad” de los pacientes que de factores más

allá de su control, íntimamente unidos a la raigambre cogni-

tivo-instintiva del estigma (37).

Impacto y consecuencias

Se ha mencionado ya el aislamiento del paciente en la unidad

de servicio como resultado de la reacción estigmatizante de

otros pacientes, familiares o personal profesional y auxiliar.

De parte de estos últimos, si son víctimas de ideas y/o convic-

ciones de estigma, el nivel de calidad de su trabajo puede

decrecer involuntaria o inconscientemente, dando lugar

a una atención mediocrizada que puede llegar, en algunos

casos, a negligencia marcada, a falta de atención a las quejas

del paciente o a reportes de otros en relación a su evolución

clínica. El corolario de estos eventos puede ser, por cierto, el

agravamiento tanto del padecimiento físico primario (el que

trajo al paciente al hospital) como del cuadro psiquiátrico

que dio lugar al pedido de interconsulta (38).

Los diferentes niveles de rechazo, sutil o declarado, nacido del

estigma hacia la enfermedad mental son potenciales factores

de desquiciamiento del orden interno de la institución hospi-

talaria, de las relaciones entre diferentes niveles del personal

que labora en ella, de interpretaciones equivocadas en

cuanto al origen y la naturaleza de los hechos subsecuentes

y de la asignación errónea de responsabilidades. La conse-

cuencia final puede irrogar daños severos o permanentes a

la relación del hospital con la comunidad a la que sirve y a la

confianza que ésta y actuales y futuros pacientes puedan o

quieran depositar en aquél.

DISCUSIÓN

¿Qué hacer ante una situación de desconcierto y desmora-

lización en la totalidad o en sectores de un hospital general,

resultante de diversas maneras de expresión de estigma

hacia la enfermedad mental, por parte de diversos actores?

Una respuesta inicial es obviamente la de activar mecanismos

de prevención en base a disposiciones administrativas y

clínicas precisas, adecuadamente diseminadas, materia de

programas regulares de adiestramiento y actualización y de

discusiones continuas entre todos los segmentos de la insti-

tución hospitalaria (39-41). En este contexto, la educación de

profesionales (a través del ejercicio de una Atención Primaria

Integrada) y del público (mediante información pertinente de

los medios de comunicación masiva y redes sociales), juega

un rol decisivo de planificación y alcances realistas.

Los pacientes y familiares directamente afectados por acti-

tudes negativas en el ámbito hospitalario deben ser obje-

tivo fundamental de estas labores de prevención y manejo.

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(6) 818-825]