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42

J. Bustamante-Munguira, M.

Juez

/ Cir Cardiov. 2016;

23(1)

:38–44

diagnóstica

en

el

77%

de

los

casos

frente

al

61%

de

los

casos

en

el

registro

IRA

D 25,27,28 .

Respecto a otras pruebas como

las analíticas, y dentro de estas el

dímero D, no ha demostrado ninguna utilidad práctica diagnóstica.

Si bien es cierto que valores normales

(cifras menores a 500 ng/ml)

tienen un valor altamente predictivo para poder excluir

la presencia

de SAA, estimándose una sensibilidad del 97% con una especificidad

del 56% y un valor predictivo negativo del 96

% 29–32 .

Otros

test

diagnósticos

de

laboratorio,

como

la

concentración

de

lactato que puede

estar

elevado por

la hemólisis que

se

genera

por

el flujo

en

la

luz

falsa, no

tienen

especificidad.

Las pruebas de

inmunoanálisis

como

la detección de

cadenas pesadas de miosina

han

sido

testadas

en

este

grupo

de

pacientes

y

su

sensibilidad

y

especificidad

se

aproximan

a

las de

las pruebas de

imagen

rutina-

riamente

utilizadas

(ETE,

TAC

y

RMN);

no

obstante

la

utilidad

de

este

test diagnóstico está pendiente de validació

n 33,34 .

La

radiografía

de

tórax

es

una

prueba muy

inespecífica

en

la

que en el 15% de

los casos podremos observar alguna alteración, de

las cuales,

la más

frecuente es el ensanchamiento mediastínico

(en

torno al 50% de

los casos) seguida de alteraciones en el contorno de

la aorta

(20%

) 15,35 . O

tras alteraciones

como el derrame pleural

son

infrecuentes y están en

relación

con el

sangrado.

Respecto

al

ECG

se

pueden

observar

alteraciones

por

obstruc-

ción

o

afectación

del

ostium

de

las

coronarias

y

progresión

de

la

lesión,

con

signos de

isquemi

a 36,37 .

Mediante el estudio con

las pruebas de

imagen es poco frecuente

pero

puede

que

existan

casos

de

falsos

negativos.

En

dicho

caso,

si

la

sospecha

de

SAA

es

alta,

es

recomendable

la

realización

de

una

segunda

prueba

de

imagen

que

complemente

la

información

aportada por

la que ya

se

realizó previamente.

Diagnóstico diferencial

entre

las 3

entidades

Existen

una

serie

de

características

dentro

de

cada

una

de

las

entidades

que

conforman

el

SAA

desde

el

punto

de

vista

clínico

y

de

las

pruebas

de

imagen

que

pueden

y

deben

orientarnos

en

el

diagnóstico.

El HI se caracteriza por presentar múltiples capas que se corres-

ponden

con

la

pared

aórtica

que

se

separa

por

la

hemorragia

que

infiltra y da

lugar a un engrosamiento mayor de 0,5 cm y a un

incre-

mento

de

la

distancia

de

la

luz

al

esófago

y

zona

periaórtica

sin

eco

como

signo de

extravasació

n 6 . L

a

calcificación de

la

íntima

es

de

gran

utilidad

en

el

diagnóstico

diferencial

del

hematoma

con

el

trombo mural. Hay que

recordar que dentro de

la

evolución del

hematoma

este

tiene

un

carácter

dinámico

y

entre

el

30

y

el

50%

llegan a provocar una disección, el 20-47% pueden provocar

rotura

aórtica

y

en

el

resto

tiende

a

estabilizarse

y

cronificarse

e

incluso

reabsorberse, en

torno al 10

% 19 .

Siguiendo

con

el hematoma,

los datos

ecocardiográficos

carac-

terísticos

son

el

engrosamiento

semicircular o

circular de

la pared

aórtica mayor

o

igual

a

5-7mm de una densidad parecida

a

la del

trombo, sin evidencia de flujo doppler en su

interior y sin evidencia

de

desgarro

intimal.

Este

engrosamiento

va

a

generar

un

despla-

zamiento

de

la

íntima

a

la

vez

que

disminuye

el

diámetro

de

la

luz aórtica. En una proporción no despreciable

se pueden observar

zonas

ecolucentes que

traducen

el

contenido

líquido, pero

sin que

exista

flujo

en

su

interior.

Si

estas

se

presentan

por

debajo

de

la

íntima,

puede

dar

lugar

a

imágenes

de

colgajo

que

deben

no

ser

móviles,

a

diferencia

de

lo

que

ocurre

en

la

DA.

No

obstante,

en

numerosas

ocasiones

es

difícil

diferenciar

entre

esto

y

la

DA

no

comunicante.

Dentro

de

la

úlcera,

el

contexto

clínico,

como

se˜nalábamos,

es

sumamente

útil

para

orientar

el

diagnóstico:

es

el

de

pacientes

a˜nosos e hipertensos con arteriosclerosis difusa. La erosión que pro-

voca

la

úlcera

en

ocasiones

afecta

a

la media

y

genera

sangrado.

Es por

este motivo por

el que no

es

infrecuente

la

coexistencia de

ambas

entidades,

si

bien

es

cierto

que

este

suele

ser mucho más

delimitado

desde

el

punto

de

vista

de

la

extensión

longitudinal

por

los

fenómenos

de fibrosis

presentes

en

la

arteriosclerosis

que

ayudan

a

contener

el

sangrad

o 38 . A

l

igual que

el hematoma,

es un

proceso

dinámico

pero

con

una

evolución más

lenta

que

en

raras

ocasiones genera DA. Es más

frecuente

la cronificación y desarrollo

de zonas aneurismáticas. La morfología de

la

lesión es

sumamente

característica: ecocardiográficamente se aprecia una zona excavada

en

la pared arterial con bordes

irregulares. Esta

lesión suele presen-

tar flujo en

su

interior y en

los márgenes. Estos datos ayudan en el

diagnóstico diferencial

con

el hematom

a 39,40 . L

a

estabilización de

la placa

suele acompa˜narse de

la desaparición de aquel.

Tratamiento

Dentro

del

tratamiento

del

SAA

podemos

diferenciar

un

trata-

miento

inicial o

sindrómico y un

tratamiento definitivo en

función

de

la

lesión, de

su

localización y del estado del paciente.

Tratamiento

sindrómico

En relación con el tratamiento

inicial del SAA son

fundamentales

algunos aspectos:

Control del dolor. El dolor genera

la activación del

sistema

sim-

pático y con ello

la regulación neurohormonal de que se acompa˜na,

que se traduce en un aumento de

la vasoconstricción periférica, ten-

dencia a

la HTA y a

la

taquicardia. Todos estos efectos van a generar

un

aumento

en

la

tensión

parietal

que

contribuye

a

favorecer

la

progresión del SAA. Por ello, es

fundamental el control del dolor no

solo por el bienestar del paciente

sino por

las

implicaciones que en

la evolución de esta enfermedad

tiene. En el

tratamiento del dolor

se emplean opiáceos administrados

intravenosamente

(iv).

Control de

la ansiedad.

Íntimamente relacionado con el dolor. El

objetivo en el

tratamiento es

superponible al del dolor.

Control del doble producto.

El

control de

la presión

arterial

así

como

de

la

frecuencia

cardiaca

tienen

un

doble

sentido:

por

una

parte,

disminuir

el

estrés

parietal

y

la

progresión

de

las

lesiones

y,

por

otro,

el mantenimiento

hemodinámico

del

paciente

en

las

mejores condiciones posibles hasta

llegar al

tratamiento definitivo,

consiguiendo de esta

forma mejorar

los

resultados.

El

estrés

de

la

pared

aórtica

depende

de

la

velocidad

de

la

contracción ventricular (dp/dt),

la

frecuencia de

la contracción ven-

tricular

y

la

presión

arterial.

Los

betabloqueantes

reducen

estas

3

variables. El objetivo

a

alcanzar

en

este

grupo de pacientes

es una

presión arterial

sistólica

con

rangos entre 100mmHg y 120mmHg

y

una

frecuencia

cardiaca

de

en

torno

a

60

latidos

por minuto.

Los

fármacos más

frecuentemente empleados

son

labetalol, esmo-

lol y menos

frecuentemente propranolol y metoprolol. Todos ellos

administrados

de

forma

iv.

Si

existiera

contraindicación

para

su

administración se puede utilizar el esmolol, dado que su vidamedia

es muy corta. En cualquier caso, si no se pudieran utilizar, está

indi-

cada

la administración de calcio antagonistas no dihidropiridínicos

vía

iv

(verapamil o diltiazem). En aquellos pacientes en

los que coe-

xista IAo se deban evitar

los betabloqueantes debido a

la taquicardia

refleja que pueden provocar.

Es

poco

frecuente

que

la

tensión

arterial

permanezca

elevada

tras

la administración de analgésicos, ansiolíticos y betabloquean-

tes

o

calcio

antagonistas; no

obstante

si

esto

fuera

así

se

aconseja

asociar

algún

vasodilatador;

generalmente

se

utiliza

el

nitropu-

siato.

Existe una situación opuesta y es aquella en

la que

los pacientes

presentan

hipotensión

por

cualquiera

de

las

causas

previamente

mencionadas

en

la

clínica

cardiológica.

En

primer

lugar,

se

inten-

tará

realizar

un

tratamiento

etiológico.

En

segundo

lugar,

se

utilizan

expansores

de

volumen

y,

finalmente,

vasopresores

que