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temor a la autoridad. Estos pares dominantes competitivos tienen bajos
niveles de empatía (2,5) son predominantemente egocéntricos y tienen
una identidad cuya seguridad y valoración está basada en sentirse por
sobre los demás (2,4). En otras ocasiones han tenido algún funcionamiento
destacado en alguna actividad que es muy valorada para el resto, como
por ejemplo, logros deportivos o poner límites frente a la agresión de
otros grupos. De esta manera el grupo le da mérito o reconocimiento que
empodera al joven ofensor, generando un cierto crédito o tolerancia del
grupo frente a sus trasgresiones. Esta tolerancia también se produce ya que
con sus actitudes intimidatorias, los
bullies
u ofensores despiertan temor
en los pares de ser ellos objeto de la agresión que sufren las víctimas, en
caso llegaran a involucrarse en su defensa (37). Ocurre en ocasiones que
incluso los adultos tienden a someterse y ser condescendientes con jóvenes
ofensores que tienen desempeños destacados en algunos ámbitos ya sea
en lo deportivo, académico o que muestran mantener una personalidad
fuerte, atractiva o con desplante. Es más, algunos adultos se identifican con
el lado narcisista y dominante de estos alumnos, despreciando la debilidad
que ven en aquellos que son víctimas de
bullying
.
En general los niños hostigadores se asocian entre sí estableciendo
un pequeño grupo que controla la popularidad propia y la de otros,
seleccionando o rechazando pares que pueden ser considerados como
dignos de juntarse con ellos o no (37). En algunas ocasiones los jóvenes
que son objeto de maltrato son aquellos que intentan ser aceptados
dentro de esos grupos de mayor estatus o de niños populares. Estos
jóvenes, que podrían denominarse aspirantes a populares, (37) no tienen
bien resuelto su propio sentido de valor, necesitando recibir valoración
y reconocimiento asociado a la admiración de los demás o mediante
la identificación y pertenencia a grupos de jóvenes considerados como
populares. Estos jóvenes “candidatos” están siempre en una posición
secundaria en término de estatus, con una dependencia psicológica o
bien en una disposición al sometimiento frente a las decisiones, actitudes
o deseos de los jóvenes populares competitivos con mayor dominancia
social. Esta dinámica los hace especialmente vulnerables al
bullying
,
aceptando maltrato con tal de no dejar de pertenecer al grupo de
populares o ser aceptado en éste. Algunos de estos jóvenes con mayor
popularidad reconocida por los pares y que tienen junto a ellos un
pequeño grupo de candidatos o seguidores que están asociados al grupo
de populares, recurren al hostigamiento y maltrato de alguno de los pares
“candidatos” de su grupo de populares, como manera de mostrar al resto
su capacidad de dominio y dar una señal de lo que son capaces de hacer
frente a cualquiera que se les oponga, pretenda competir con ellos o
agredirlos (37). El ofendido suele estar ubicado socialmente en espacios
de identidad subvalorados que se le han impuesto. Los ofensores y el
resto del grupo han asignado al ofendido o víctima, un espacio o
identidad dentro del grupo con una serie de limitantes o restricciones que
impiden al sujeto mostrar capacidades o destacar por valores propios,
quedando consignado socialmente como alguien que merece menos
respeto, menos valoración o tiene menos estatus dentro del grupo, por lo
cual tendrá mayores posibilidades de ser excluido, ignorado o rechazado
por los demás. Un grupo de niños que rechaza, suele estar muy atento
a las conductas poco adecuadas o las fallas en las habilidades sociales
de alguno de los compañeros, ejerciendo una acción normalizadora en
términos de castigar aquellos individuos que no cumplen con el estándar
o expectativa grupal de comportamiento social. Muchas veces los niños o
jóvenes que son objeto de
bullying
tienen déficit de habilidades sociales
y eventualmente algunas conductas peculiares, que dificultan el hacer
amigos y lograr aceptación (38) o bien no se identifican con el ideal
grupal en términos de imagen social asociadas a poder, competitividad o
despliegue narcisista de atributos personales (4,38). Estos niños quedan
en la categoría de rechazados, que los lleva a un repliegue social o a
actitudes socialmente inhibidas, torpes o inadecuadas que contribuyen
a justificar y activar mayor hostilidad de parte de sus compañeros (38)
al verlos distanciados, disminuidos y “raros” debido a su inadecuación
social. Esta dinámica les impide tener nuevas experiencias de aprendizaje
y práctica de destrezas sociales, además de poder generar sentimientos
estables de malestar emocional, soledad, ansiedad y depresión (2-5,7).
Algunos de los niños o jóvenes objeto de
bullying
se descontrolan o
reaccionan violentamente frente a éste (corresponden a la categoría
agresores-víctimas) (21). Ellos tampoco son vistos socialmente como
competentes en cuanto habilidades sociales, más bien son percibidos como
inadecuados o “descontrolados”, recibiendo burlas o siendo objeto de
poco respeto o desprestigio a nivel social. Sin embargo, los jóvenes que con
sus reacciones, son capaces de detener nuevas conductas de hostigamiento
reciben reconocimiento de parte de los pares. El hostigamiento y maltrato
no podría existir sin un complementario apoyo de parte del resto de los
integrantes del grupo. Se ha visto que los observadores del
bullying
juegan
un papel muy importante como cómplices o espectadores que ayudan a
mantener la dinámica ya sea con su mera presencia, con su pasividad o
actitud de sumarse a las agresiones (23,24). Muchas de las interacciones
y dinámicas asociadas al
bullying
son difícilmente abordables por los
adultos, debido a que se desarrollan en instancias donde no hay presencia
de figuras adultas y son situaciones que se dan o procesos que se van
armando poco a poco en la configuración de las representaciones sociales
y la construcción de las identidades al interior del grupo.
FACTORES PROTECTORES Y DE RIESGO INDIVIDUALES Y
FAMILIARES
a.- Factores de riesgo de ser perpetrador de
bullying:
Características personales
como la sociabilidad o la impulsividad
pueden explicar la forma de reaccionar ante determinadas situaciones
(Farrington, 2005). Estudios han encontrado una relación entre el
comportamiento violento y la impulsividad y temperamento del niño
(Brier, 1995) (3). Un niño con un alto nivel de actividad o ansiedad,
inflexibilidad, dificultad para adaptarse a los cambios, fácilmente
frustrable y con distracción, puede tender a ser menos comprensivo,
puede tener déficit en el procesamiento de la información social, menor
control de sí mismo y ser impulsivo, tener conflictos de oposición y,
fácilmente, participar en estas dinámicas como agresor, víctima o
agresor/víctima. El trastorno de déficit atencional con hiperactividad es
un trastorno común entre los agresores. También se ven los trastornos
de conducta y la personalidad antisocial (2,4,5,7,21,22,29).
[REV. MED. CLIN. CONDES - 2015; 26(1) 14-23]