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1. INTRODUCCIÓN

El mesotelioma era un raro tumor de la pleura hasta la primera

mitad del siglo XX y la incertidumbre sobre su origen y carac-

terísticas histológicas hizo que durante años se le incluyera

en un grupo de tumores a los que se denominó “Endote-

liomas” (cuyo origen se pensaba que residía en el endotelio

de pequeños vasos), y posteriormente se estableció su origen

mesodérmico. Desde la década de los 50 del pasado siglo se

conoce su asociación con el asbesto (1), particularmente en sus

formas de “

amianto azul

(o crocidolita)

y “

amianto blanco

” (

criso-

tilo

), y también es bien conocida su relación con la exposición

a

erionita

, que es un contaminante natural del suelo en varias

regiones del mundo, particularmente en la región de Capadocia

(Turquía), donde se observa incidencia muy elevada de este

tumor, probablemente asociada también con una cierta suscep-

tibilidad genética (2). En aproximadamente el 80% de los casos

de mesotelioma hay una clara relación causa-efecto con expo-

sición laboral a asbesto, con un amplio espectro de profesiones

implicadas (3). Hay que tener en cuenta también la posible

exposición ambiental, en general por vecindad con minas o

fábricas donde se manipula el mineral o por contaminación a

través de la ropa de trabajadores del asbesto (4). Se ha demos-

trado una relación dosis-respuesta entre exposición acumulada

a asbesto (altos niveles de exposición, duración de la exposición,

o ambos) y mesotelioma maligno, y no hay ningún umbral por

debajo del cual se descarte el riesgo de contraer la enfermedad

(5-7). El mesotelioma puede aparecer en cualquiera de las

estructuras de origen mesodérmico embrionario (pleura, peri-

cardio, peritoneo, “túnica vaginalis” y otras) pero la presentación

más frecuente -en más del 90% de los casos- es la pleural. No

obstante, su incidencia es relativamente baja y oscila entre los

siete casos por millón de habitantes/año en Japón y los 40 en

Australia, dependiendo fundamentalmente de la exposición a

asbesto que se ha producido en décadas pasadas en esos países

(8). En Europa se estima la incidencia en 20 casos por millón/año,

con notable variación entre países (también en relación con la

historia de exposición a asbesto en el pasado), pero en todo

caso se prevé un aumento global, en base al largo período de

latencia entre exposición y manifestación de la enfermedad,

que se sitúa alrededor de los 40 años, con un amplio margen

entre los valores extremos (hasta 75 años en la serie de Bianchi

y colaboradores) (9). Basándose en el consumo de asbesto, se

ha estimado que el pico de máxima incidencia de mesotelioma

se registrará alrededor del año 2020 en Europa, con marcadas

diferencias entre países (10).

2. DIAGNÓSTICO DEL MESOTELIOMA PLEURAL

MALIGNO

La sintomatología inicial del mesotelioma suele ser muy poco

relevante clínicamente, con aparición de dolor torácico impre-

ciso, persistente y con escasa relación con los movimientos

respiratorios. En ocasiones puede presentar disnea, general-

mente relacionada con presencia de derrame pleural, y en fases

clínicamente tempranas es rara la pérdida de peso o cualquier

otro síntoma; más adelante suele aparecer marcada retracción

del hemitórax, y el dolor adquiere especial intensidad y persis-

tencia.

2.1. Técnicas de imagen para el diagnóstico del mesotelioma

pleural

En primer lugar, la radiografía de tórax nos puede proporcionar

información sobre la presencia de derrame y engrosamiento

pleural difuso o masas, pero la

tomografía computarizada

(TC)

-preferiblemente con contraste- es esencial para la elección

de los pasos diagnósticos a seguir: un engrosamiento pleural

difuso y con prominencias nodulares sugiere mesotelioma,

especialmente en un paciente con historia de exposición previa

a asbesto en cualquiera de sus modalidades (11). Por otro lado,

se ha sugerido que la estimación del volumen tumoral mediante

TC puede ser importante para la toma de decisiones terapéu-

ticas (12). La

resonancia magnética nuclear

(RMN) proporciona

un mejor contraste que la TC para definir la invasión de la pared

torácica, pero no es capaz de detectar fiablemente la presencia

de enfermedad metastásica en otras localizaciones (13). Por otro

lado, la TC es poco sensible para valorar una posible afectación

ganglionar mediastínica -que tiene valor pronóstico relevante

(14, 15)- o la existencia de afectación pleural contralateral o

peritoneal. Para investigar estos aspectos -y la presencia de

posibles metástasis a distancia- es mucho más útil la

tomografía

de emisión de positrones

(

PET, positron emission tomography

),

especialmente si se combina con TC (PET-TC) (16). La PET-TC

juega un papel relevante en la estadificación preoperatoria del

mesotelioma pleural maligno con vistas al pronóstico (17, 18),

en la valoración de la respuesta al tratamiento y en la detección

de posibles recidivas (19), pero su sensibilidad es relativamente

baja para detectar enfermedad N2 en esta enfermedad (20).

Por otro lado, pueden verse falsos positivos de PET en pleuritis

tuberculosa (21), empiema (22) o en pacientes con historia de

pleurodesis previa (23). En todo caso, la combinación de varias

técnicas puede proporcionar una valiosa información para esta-

blecer el pronóstico y la mejor estrategia terapéutica (24).

2.2. Estudio del líquido pleural en el mesotelioma

La toracocentesis puede proporcionar algunos datos sugestivos

-pero rara vez diagnósticos- de mesotelioma: niveles altos de

ácido

hialurónico

(

>

100,000 ng/ml) son altamente sugestivos

de mesotelioma pleural maligno (25), y también se atribuye un

marcado valor pronóstico a este parámetro, de modo que un

ácido

hialurónico

elevado se relaciona con mejor supervivencia

(26).

Los valores elevados de

LDH en líquido pleural

se han correla-

cionado con peor pronóstico (27), con 500 U/L como punto de

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2015; 26(3) 325-337]