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Osteomielitis y reconstrucción ósea

La ostemielitis crónica se presenta habitualmente como falta

de consolidación y fístulas crónicas recurrentes. Las imágenes

apoyan el diagnóstico, especialmente la tomografía computada

y resonancia magnética. Los estudios microbiológicos e histoló-

gicos confirman el diagnóstico. El tratamiento es complejo y la

tasa de recurrencia es alta. Es fundamental un completo desbri-

damiento de todos los focos de hueso desvitalizado, pudiendo

requerirse resecciones segmentarias, uso de espaciadores de

cemento con antibióticos, aseos seriados, antibióticos paren-

terales por períodos prolongados y aporte de coberturas con

adecuado manejo del espacio muerto. Las opciones de recons-

trucción ósea son numerosa y los protocolos varían en distintas

instituciones. Los injertos óseos se utilizan en defectos de hasta

3 cm. Defectos de mayor tamaño pueden ser tratados mediante

técnicas de transporte óseo, descrito por Ilizarov (30). Estas

técnicas permiten reconstruir un hueso de calidad similar a la tibia

nativa, con adecuada resistencia y biomecánica. Pueden requerir

tiempos prolongados de tratamiento, con riesgos bajos de infec-

ciones locales en sitios de inserción del fijador y desviaciones del

eje. En casos de mayor déficit óseo debe considerarse la recons-

trucción con aporte de tejidos compuestos, mediantes colgajos

libres óseos, los cuales pueden además incorporar tejidos para

cobertura (31-33). El más utilizado es el colgajo libre de fíbula,

el que puede ser sometido a osteotomías para configuraciones

en doble barra, lo que permite una mayor resistencia del cons-

tructo, dado que la fractura es una de sus potenciales complica-

ciones, cuando se utiliza en fémur o tibia. Su zona dadora tiene

pocas complicaciones. Otras opciones son el colgajo de cresta

ilíaca y de escápula, los que tienen menores dimensiones que la

fíbula, con las consecuentes limitaciones en su indicación.

Desafíos y proyección futura:

Reimplante y Transplante

Los reimplantes de extremidades inferiores tienen una indica-

ción controversial, dados los disímiles resultados reportados,

influenciados por el nivel de amputación y el potencial de rege-

neración nerviosa (34). Cavadas y cols. Reportaron trece reim-

plantes de extremidades inferiores bajo rodilla con sobrevida

de todos los segmentos reimplantados, los cuales requirieron

además colgajos libres para cobertura en zonas que sufrieron

necrosis, sin amputaciones requeridas ni ulceras plantares en

el seguimiento (35). En casos donde el reimplante completo

del segmento amputado no sea posible, debe considerarse el

uso de tejidos a partir del segmentos amputado (

spare parts

surgery

), que pueden ser útiles para lograr mayor longitud y

coberturas en muñones remanentes (36).

En el caso de las extremidades inferiores gravemente lesio-

nadas, los resultados obtenidos en casos de amputaciones y

salvatajes son difíciles de comparar. Si bien los pacientes con

extremidades gravemente lesionadas prefieren habitual-

mente intentar un salvataje, en este proceso se requieren

múltiples procedimientos quirúrgicos de variada complejidad,

con eventuales secuelas. Tanto en casos de salvataje como de

amputación, los resultados psicológicos y funcionales si bien

son similares entre sí, son pobres al compararlos con condi-

ciones basales. Estos resultados dejan en evidencia la nece-

sidad de buscar mejores alternativas. El trasplante de tejidos

compuestos ha experimentado un gran auge en los últimos

años, lo que invita a considerar el trasplante de extremidad

inferior en pacientes amputados, en la búsqueda de un resta-

blecimiento tanto estético como funcional de la extremidad.

Teóricamente, comparado con otros alotrasplantes de tejidos

compuestos, técnicamente puede ser más sencillo por las

características de las estructuras anatómicas que deben ser

anastomosadas. La recuperación motora y sensitiva es posible,

y el aspecto estético sería más favorable que una extremidad

con secuelas o amputada. Entre sus limitaciones debe consi-

derarse los efectos de la inmunosupresión y las limitaciones de

indicación en pacientes amputados por patologías vasculares y

tumorales (37). El primer caso de alotrasplante de extremidad

inferior fue publicado el 2006 en siameses isquiopagos de

tres meses de edad, a partir del gemelo inviable a su hermana

viable, por lo que no se requirió inmunosupresión. A seis años

de seguimiento la paciente logró adecuados rangos de movi-

lidad de cadera y rodilla, con limitaciones en movilidad del

tobillo, sensibilidad en toda la extremidad trasplantada, pero

menor que el lado normal. Pudo caminar y correr en distancias

cortas (38). El segundo reporte fue el 2010, con trasplante bila-

teral transfemoral en un hombre de 21 años. A los tres años de

seguimiento, el paciente recuperó flexión y extensión de rodilla

y algo de movilidad de tobillo, con recuperación progresiva de

la sensibilidad, siendo capaz de caminar en barras paralelas

(39). Presentó un episodio de rechazo agudo y posteriormente

desarrolló un linfoma del sistema nervioso central (40).

CONCLUSIÓN

La microcirugía ofrece múltiples opciones de reconstrucción

de lesiones traumáticas de extremidades inferiores. El aporte

de tejidos bien vascularizados es crucial en la reparación de

lesiones extensas en trauma, tanto de partes blandas como

a nivel óseo. Los pacientes deben ser informados oportuna-

mente de los riesgos y beneficios de las estrategias de recons-

trucción que se planteen. La versatilidad de la microcirugía,

especialmente de los colgajos basados en perforantes, cons-

tituyen una herramienta disponible y segura en la recons-

trucción de defectos complejos de las extremidades. El rol

del cirujano plástico, con experiencia en procedimientos de

microcirugía reconstructiva, es fundamental en el tratamiento

de estos pacientes, en estrecha coordinación con traumató-

logos y apoyados por numerosos profesionales de otras áreas.

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2016; 27(1) 54-64]