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en la insulinosensibilidad y previene desenlaces clínicos. En

los estudios para prevención de DM 2, el aporte de grasas

saturadas era

<

10% de las calorías dietarias, y fue el cambio

dietario más importante asociado al éxito de la intervención.

Por otro lado, la reducción de los niveles séricos de colesterol

LDL secundaria a esta indicación es recomendable para

individuos con riesgo cardiovascular. Con respecto a las

otras grasas dietarias, las monoinsaturadas mejoran la

insulinosensibilidad y tienen un efecto modesto en el perfil

lipídico (reducen el colesterol LDL y triglicéridos y elevan el

colesterol HDL). Este tipo de grasas se encuentra en paltas,

aceitunas, frutos secos y aceite de oliva. Dietas caracterizadas

por alto aporte de grasas monoinsaturadas se traducen en

una mejoría de la insulinosensibilidad en comparación a un

empeoramiento para aquellas con alto aporte de saturadas

(16). Se puede obtener un efecto similar reemplazando la

grasa saturada por poliinsaturada, aunque con menor impacto

sobre RI y lípidos. El aporte de omega 3 (a través de la dieta y

no en suplementos) es importante por su efecto reductor en

triglicéridos y parámetros inflamatorios.

b. Carbohidratos (CHO):

Este aspecto tiene puntos de alta

controversia.

b.1. Cantidad de CHO:

La utilización de dietas con bajo aporte

de CHO (

<

40% de las calorías totales diarias) ha demostrado

mayor baja de peso a corto plazo en comparación a dietas

estándar o con bajo contenido de grasas. Existe evidencia de sus

beneficios a nivel de objetivos intermedios como reducción de

la glicemia, insulinemia, niveles de transaminasas, triglicéridos

y parámetros inflamatorios. Paralelamente, aumenta los

niveles de adiponectina y colesterol HDL. Sin embargo,

al comparar la baja de peso a largo plazo con dieta baja en

grasas o mediterránea, la magnitud es similar. Por otro lado,

no existen estudios que avalen su uso en desenlaces clínicos

mayores como prevención de DM o eventos cardiovasculares.

b.2. Indice glicémico (IG):

Probablemente el aspecto más

controversial. Categoriza a los alimentos que contienen CHO

según su capacidad de incrementar los niveles de glicemia (e

indirectamente de insulinemia). Se determina comparando un

alimento determinado con uno de referencia en condiciones

isoglucídicas. Se agrupan en 3 categorías: alto, intermedio

y bajo. Su medición presenta gran variabilidad inter e

intraindividual y depende del tipo de comida donde el alimento

es incluido, es decir, un alimento de alto IG puede disminuir su

valor al ser incluido en una comida mixta que contenga fibra.

Su implementación es compleja y en ocasiones su costo puede

resultar elevado. Debe diferenciarse de “carga glicémica”

(CG) que representa el impacto de una porción habitual de

un alimento con un determinado IG (17). Al respecto, un

metanálisis reciente describe una asociación entre la CG y el

riesgo de DM 2.

1. La reducción del sobrepeso y la actividad física regular

son la medidas más importantes.

2. Es probable que la restricción de grasas saturadas sea el

aspecto más importante en los cambios dietarios. En lo

posible deben ser reemplazadas.

3. Las dietas bajas en carbohidratos y las basadas en el

índice glicémico, son útiles en objetivos intermedios,

pero su efectividad en desenlaces clínicos no ha sido

demostrada.

4. El alto consumo de fructosa se asocia a la presencia de

RI, por lo que su ingesta debe ser moderada.

5. La dieta mediterránea es una excelente opción para

pacientes de alto riesgo cardiovascular y metabólico.

6. En pacientes normopeso la actividad física es primordial

y supera en efectividad a los cambios dietarios.

7. Con respecto al ejercicio, la recomendación es 150

minutos de actividad aeróbica semanal, idealmente

asociada a 2 a 3 sesiones semanales de actividad

anaeróbica de corta duración.

8. El ejercicio interválico y de alta intensidad es útil

en objetivos intermedios, pero su efectividad en

desenlaces clínicos no ha sido demostrada.

Tabla 2. Conceptos básicos sobre las medidas no

farmacológicas

Intervención dietaria

1. Ajuste calórico

El aporte diario de calorías dependerá del estado nutricional

y la actividad física realizada. Para promover pérdida de peso,

se recomienda una reducción del aporte calórico en 500 a

1.000 cal/día con respecto a las necesidades energéticas. Esta

restricción permite una baja de peso de 0.5 a 1 kg. por semana

hasta la estabilización.

2. Proporción de macronutrientes

a. Grasas:

Dada su alta densidad energética, su aporte

dentro de la dieta debe ser prudente, siendo recomendable

no superar más del 30% de las calorías totales diarias. No ha

logrado demostrar un efecto independiente en RI ya que en la

mayoría de los estudios su restricción se asocia a disminución

de peso. En general, aportes menores al 40% de las calorías

dietarias no afectan la insulinosensibilidad. Por otro lado, la

influencia del tipo de grasa predominante en la dieta sí ha

sido establecida. Existe evidencia de que la grasa saturada y

trans

aumentan la RI y que su restricción favorece una mejoría

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2016; 27(2) 171-178]