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que las manifestaciones motoras cardinales. Mientras que

las alteraciones del equilibrio pueden resultar en caídas

y complicaciones secundarias a éstas, la disfagia, que

inicialmente es a líquidos, puede aumentar el riesgo de

neumonías por aspiración (27).

Finalmente, cabe destacar la prevalencia de la demencia

en la EP, que ocurre en el 83% de los pacientes tras 20

años de enfermedad (39). Esta demencia se caracteriza por

el deterioro en diferentes dominios cognitivos como son

la atención, la función ejecutiva, la memoria y la función

visuoespacial, junto con síntomas neuropsiquiátricos como

cambios afectivos, las alucinaciones (de predominio visual),

y la apatía (40). Este estadio contribuye de manera marcada

a la pérdida de autonomía del paciente, lo que conlleva un

alto impacto tanto en su calidad de vida como la de sus

familiares (41). El deterioro cognitivo leve (DCL) en la EP

se considera un factor de riesgo de demencia (42-44) y

afecta al 26.7% de los pacientes con EP no dementes (45).

Este estadio es heterogéneo y a pesar de no conocerse

con exactitud qué subtipo de DCL predice la progresión a

demencia, algunos estudios apuntan a que una disfunción

cortical posterior (principalmente alteración en función

visuoespacial y fluencia verbal semántica) implica mayor

riesgo de demencia (46, 47). Se han descrito otros

factores de riesgo de la demencia en la EP, siendo los más

importantes la edad, la presencia de alucinaciones visuales

y además el endofenotipo rígido-acinético ya mencionado

previamente (48, 49).

DIAGNÓSTICO DE LA ENFERMEDAD DE PARKINSON

El diagnóstico de la EP en vida es un diagnóstico de

sospecha clínica. El diagnóstico “definitivo” precisa

de la confirmación de los hallazgos neuropatológicos

característicos, es decir, pérdida neuronal a nivel de la

SNc y la presencia de cuerpos y neuritas de Lewy, y solo

puede hacerse una vez que el sujeto ha fallecido (50). No

obstante, los criterios clínicos más empleados son los del

Banco de Cerebros del Reino Unido (Tabla 3) y permiten

definir con una precisión elevada, cercana al 75-95%, que

realmente se trata de una enfermedad de Parkinson (51).

Se fundamentan en:

i.

La presencia de un parkinsonismo (definido por

bradicinesia -o lentitud de movimiento- y al menos otro

signo motor).

ii.

La exclusión de otras causas justificantes, generalmente

descartadas por los antecedentes del paciente y el examen

físico neurológico (ver más adelante)

iii.

La existencia de datos característicos de la enfermedad

de Parkinson que apoyen este diagnóstico (50).

Recientemente, la

Movement Disorder Society

(MDS) ha

publicado unos nuevos criterios que están pendientes de

ser formalmente validados (51) y que se fundamentan en

los mismos principios que los criterios “clásicos” del Banco

de Cerebros del Reino Unido.

Los elementos fundamentales para llegar a este diagnóstico

clínico son una anamnesis y una exploración neurológica

detalladas. En la anamnesis, debemos resaltar como

elementos sugestivos de EP el curso lentamente progresivo de

la clínica cardinal motora (o parkinsonismo) y su distribución

típicamente asimétrica (52). Es fundamental interrogar

respecto a la medicación actual, ya que muchos fármacos

debido a su acción bloqueante dopaminérgica pueden

inducir un parkinsonismo farmacológico: los neurolépticos

con la excepción de la clozapina y la quetiapina (53),

algunos antieméticos como la metoclopramida, fármacos

para tratar la flatulencia (cleboprida) y antivertiginosos

(sulpiride y tietilperazina) entre otros (54). El parkinsonismo

secundario a fármacos suele tener características distintas

a la EP idiopática ya que la clínica es predominantemente

rígido-acinética y su presentación simétrica.

En la exploración neurológica, aparte de objetivar las

manifestaciones motoras características de la EP (temblor de

reposo, rigidez, bradicinesia) para apoyar la sospecha clínica,

se debe descartar la presencia de signos atípicos sugestivos de

otras causas parkinsonismos, como son parálisis supranuclear

de la mirada (característico de la parálisis supranuclear

progresiva o PSP), la existencia de alteraciones cerebelosas o

del equilibrio (típicas de la atrofia multisistema o AMS y de la

PSP), déficits cognitivos clínicamente significativos de inicio

precoz, signos corticales como apraxia motora o alteraciones

de la sensibilidad cortical (especialmente en el síndrome/

degeneración córtico basal gangliónica o DCB) y disfunción

autonómica (propio de la AMS) (55). Un “ensayo terapéutico”

con levodopa puede también ayudar al diagnóstico en casos

dudosos, ya que la EP responde de forma significativa al

tratamiento mientras que en los parkinsonismos secundarios

y atípicos la respuesta suele ser más limitada.

Aunque no es estrictamente necesario para el diagnóstico,

a todo paciente con sospecha de EP se le debería realizar

una analítica general básica con medición de hormonas

tiroideas. Las guías NICE elaboradas por el instituto de salud

Británico desaconsejan realizar pruebas complementarias

de forma rutinaria (

Royal College of Physicians

(UK), 2006),

sin embargo, realizar una Resonancia Magnética de cráneo

puede ser de utilidad para descartar lesiones isquémicas

crónicas cuando hay sospecha de un parkinsonismo

vascular o en casos en que se sospeche el diagnóstico

de parkinsonismo atípico, ya que existen hallazgos

característicos de cada entidad que permiten orientar el

[ACTUALIZACIÓN EN LA ENFERMEDAD DE PARKINSON - Dr. Raúl Martínez-Fernández y cols.]