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Normalmente, la decisión de empezar el tratamiento se

debe individualizar y consensuar con el paciente, aunque

no debiera aplazarse sino existe razón para ello (65). En

estadios iniciales de la enfermedad puede comenzarse con

rasagilina en monoterapia. Sin embargo, debido a que su

efecto sintomático es relativamente reducido, ante una

afectación clínica con repercusión en la vida del paciente, se

puede combinar con agonistas dopaminérgicos o levodopa

o empezar directamente con éstos como tratamiento.

Le elección de iniciar agonistas o levodopa suele hacerse

en función de la edad. Los primeros se usan de inicio sobre

todo en personas menores de sesenta años, mientras que

la levodopa de inicio se reservaría para sujetos de mayor

edad. Esta práctica buscaría diferir las complicaciones

motoras inherentes al uso de esta última (65). Sin

embargo, recientemente, se ha demostrado que el

desarrollo de complicaciones motoras depende del tiempo

de evolución de la enfermedad y no del tiempo desde el

inicio de la levodopa (66), por lo que no se debe retrasar

su administración si el paciente lo requiere para un buen

control clínico (67).

A medida que la enfermedad va progresando y en

función del beneficio sintomático obtenido, la dosis se

va optimizando según el rango terapéutico habitual de

cada fármaco (Tabla 2) y, cuando esto ya no es posible

en monoterapia, es habitual asociar otro fármaco o, en el

caso que no se esté administrando, iniciar tratamiento con

levodopa (61). Existen fórmulas publicadas que determinan

las dosis de todos estos fármacos en dosis equivalente de

levodopa y que ayudan a la hora de ajustar el tratamiento

(68).

Es recomendable advertir a los pacientes que deben

ingerir la levodopa antes de las comidas y sin contenido

gástrico ya que la digestión interfiriere con su absorción

pudiendo volverla más errática y consecuentemente

afectar su eficacia (69). Si no se obtiene beneficio a pesar

de haber alcanzado una dosis adecuada durante un periodo

de tiempo suficiente (p.e. 600mg de levodopa por un

periodo al menos de 12 semanas) es razonable considerar

un diagnóstico alternativo y realizar exploraciones

complementarias si es necesario (70).

En la Tabla 2 se pueden encontrar las complicaciones más

frecuentemente asociadas a los tratamientos médicos

utilizados en la EP. El efecto adverso más frecuente en

fármacos con efecto dopaminérgico son las náuseas

o vómitos. Para evitarlos, se aconseja premedicar con

domperidona cada ocho horas al inicio del tratamiento y

durante el periodo de aumento de dosis (generalmente

un mes) (71). Este antiemético no presenta efectos

secundarios motores a diferencia de otros como la

metoclopramida, que pueden empeorar el parkinsonismo.

Tras 30 años de experiencia clínica no se han observado

efectos secundarios importantes, sin embargo, en

los últimos años existe una alarma en algunos países

por un posible riesgo de cardiotoxicidad. Por ello, es

recomendable mantener la dosis mínima necesaria y retirar

la medicación progresivamente cuando el paciente tolere

bien la medicación dopaminérgica (72). La somnolencia

diurna secundaria a la levodopa también es relativamente

frecuente y puede ser consecuencia de su efecto hipotensor.

Por ello, en pacientes que la sufran se recomienda realizar

tomas sistemáticas de la presión arterial y si se objetiva

una disminución significativa, reducir hipotensores en el

caso que el paciente los esté tomando, utilizar medias

compresivas y/o asociar domperidona.

Aspectos no motores

En general, antes de iniciar un medicamento específico

para el tratamiento de manifestaciones no motoras, la

primera medida a tomar es la optimización de los fármacos

dopaminérgicos. Algunos síntomas no motores como

la apatía o el dolor pueden estar causados a un estado

hipodopaminérgico en el contexto de una pauta de

tratamiento insuficiente y se ha demostrado que pueden

mejoran tras administrar agonistas o levodopa (73, 74). Si

la clínica no mejora tras un ajuste terapéutico con fármacos

dopaminérgicos, se debe iniciar tratamiento específico. La

Tabla 2 recoge los fármacos generalmente empleados para

cada problema.

Enfermedad de Parkinson avanzada

Como se ha comentado anteriormente, a medida que

la enfermedad progresa la ventana terapéutica para

conseguir un buen control sintómatico sin efectos

adversos o complicaciones derivadas del tratamiento

médico se estrecha (75). En un primer momento, el uso

de fármacos de liberación prolongada, la fragmentación de

las dosis de levodopa oral o añadir terapias potenciadores

del efecto de la levodopa como tolcapona, entacapona,

selegilina o rasagilina pueden aminorar las fluctuaciones,

disminuyendo los estados de “

on

” con discinesias o

alteraciones comportamentales y los “

off

” o deterioro de

fin de dosis (76-79). Más recientemente, el safinamida ha

mostrado aumentar en tiempo en “

on

” sin un incremento

de las disciniesas (80), por lo que podría ser útil como

tratamiento adyuvante a la levodopa en pacientes

fluctuantes. Para los bloqueos, especialmente si se

presentan de manera impredecible o repentina, también es

útil la administración puntual de inyecciones subcutáneas

de apomorfina, un potente agonista dopaminérgico de

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2016; 27(3) 363-379]