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I. INTRODUCCIÓN

El aumento de la sobrevida en el prematuro extremo

menor de 28 semanas, ha llevado también, a un incre-

mento en la cantidad de secuelas capaces de deteriorar

la calidad de vida. Una proporción significativa de estos

niños puede desarrollar una

displasia broncopulmonar

(DBP)

, con los riesgos asociados a esta condición (1).

En prematuros, la morbimortalidad, tiene una relación

inversa con la edad gestacional. La prematurez extrema,

menores de 32 semanas de gestación, se observa en 1%

de los embarazos únicos y en 9% de los dobles (2). Las

noxas perinatales, se pueden ver en niños nacidos de

pretérmino y de término. En el caso de los prematuros,

el espectro de injuria encefálico, sugiere que la fisiopa-

tología subyacente no se debe a una lesión única, sino

diversos trastornos de la sustancia blanca y gris (3), lo que

dificulta el enfrentamiento. En recién nacidos de término,

el daño encefálico por asfixia o accidentes vasculares

puede afectar 1 a 3 niños por cada 1000 nacidos vivos (4),

los que son principalmente tratados con hipotermia, pero

incluso, con esta modalidad de tratamiento, un 40 – 50%

de los niños puede morir o quedar con severas secuelas

neurológicas (5). En el caso de los prematuros menores de

33 semanas de EG, una secuela importante la constituye la

parálisis cerebral (PC)

, en quienes el riesgo de desarro-

llarla puede llegar a ser 30 veces mayor que en los niños

nacidos a término (6). La parálisis cerebral (PC), es una

secuela que se ha intentado manejar de diversas maneras.

El sulfato de magnesio antenatal, previo al nacimiento,

en menores de 30 semanas de gestación, ha disminuido

las tasas de PC y mortalidad asociada a PC a los 2 años

de edad; sin embargo, los estudios controlados randomi-

zados no han demostrado beneficios neurológicos en el

largo plazo (7, 8), es más, una significativa proporción de

estos niños, además de la PC, pueden presentar epilepsia,

hiperactividad importante y trastornos del neurodesa-

rrollo (9). Los mecanismos de injuria, en estos niños, están

frecuentemente exacerbados por la inflamación fetal, en

la que se afecta preferencialmente la sustancia blanca,

lo que puede llevar a una leucomalacia periventricular y

hemorragia de la matriz germinal (3).

Aproximadamente, un 25% de los prematuros extremos,

puede desarrollar una displasia broncopulmonar con

consecuencias de largo plazo, como deterioro respiratorio

crónico y retraso del neurodesarrollo (10). Actualmente,

se entiende la patogenia de la DBP como una altera-

ción basada en la inmadurez y en un desarrollo capilar y

alveolar desorganizado, lo que representa, también, un

trastorno del desarrollo (11). Está apareciendo evidencia,

en modelo animal y humano, respaldando el potencial

terapéutico de las células madres o troncales, en nume-

rosas enfermedades como es el caso de la DBP, en la que

la depleción o disfunción de estas células en el pulmón

en desarrollo, sería parte de la patogenia. Así, el reem-

plazo de las células troncales residentes, podría generar

un potencial beneficio terapéutico (12, 13). Inicialmente,

el origen de estas células era el sistema hematopoyé-

tico, hoy se están obteniendo, también, de otros tejidos,

como células de cordón umbilical, que se han utilizado,

incluso, en trasplantes de médula ósea (14). Así mismo,

se están estudiando otras aplicaciones en neonatología,

como síndromes malformativos de diagnóstico prenatal

(15). Por estas razones, resultan una alternativa novedosa

y atractiva, basada en sus capacidades inmunomodula-

doras y regenerativas (16). Hoy, el acceso a ellas resulta

bastante más fácil, ya que se pueden obtener de la sangre

de cordón umbilical o de la gelatina de Wharton (17). Esta

revisión, tiene como objetivo, describir los beneficios

potenciales de las células madres o troncales, en el daño

crónico de origen perinatal.

II. Mecanismos de daño perinatal

Los sistemas más estudiados, por las secuelas e impacto

en la calidad de vida de los prematuros, son el respira-

torio y neurológico, por lo que centraremos en ellos esta

revisión.

El sistema inmune en prematuros extremos, puede

presentar una adecuada reacción a través de inmu-

nidad innata, pero escasa aún de la adaptativa (Th1, Th2,

Treg), así, la inapropiada capacidad de regulación de la

respuesta inflamatoria, pareciera ser un elemento común

en el daño a órganos y tejidos en estos niños (18). De

esta manera, la inflamación, como fenómeno fisiológico,

también puede causar daño en tejidos inmaduros, como

ocurre en pulmón y cerebro (19) y también en otros; en

modelos animales, se ha visto que la exposición a lipo-

polisacárido (LPS), desencadena una fuerte respuesta de

la inmunidad innata, no sólo en tejidos expuestos, sino

también en otros remotos no expuestos (20-22). Uno de

los hitos iniciales importantes es el flujo de neutrófilos

y macrófagos al sitio de la inflamación, lo cual puede

amplificar la respuesta inflamatoria y alterar la capacidad

modulatoria de algunos factores (18), como el factor de

crecimiento transformante Beta (Beta-TGF), esto sumado

a la liberación de citokinas pro-inflamatorias, puede

incrementar los fenómenos de apoptosis (23). De esta

manera, los fenómenos inflamatorios perinatales, pueden

tener un efecto modulador del desarrollo fisiológico

o patológico de sistemas y órganos del recién nacido,

dependiendo de la magnitud y capacidad autorregula-

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2016; 27(4) 529-539]