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con un excelente perfil de seguridad para la embara-
zada y el recién nacido (16–20). La inmunogenicidad de
la vacuna oscila entre 50% a 85%, según diferentes estu-
dios, variando entre distintas vacunas. La eficacia frente
a la enfermedad clínica es del 70-90% durante 2-5 años.
En niños la inmunidad disminuye 5-10 años post vacu-
nación, no prolongándose más allá de 12 años tras la
administración de la última dosis de vacuna. Su efecti-
vidad se obtiene solamente después de la 3
era
dosis, por
lo que es fundamental mantener a los niños con todas sus
vacunas al día, sugiriéndose que esquemas con presen-
taciones de células enteras tendrían menor incidencia de
brotes por coqueluche comparado con aquellos que reci-
bieron presentaciones acelulares. Esto aparentemente se
debería al tipo de inducción inmunológica de las vacunas
celulares, lo que le daría una mejor persistencia de anti-
cuerpos y menor transmisibilidad del agente en caso de
ser infectado (15). Se introdujeron desde 1954 en Chile.
Actualmente se administran tres dosis primarias, a los 2,
4, 6 meses, con refuerzos a los 18 meses de vida, con
componente de células enteras, y en 1º y 8
vo
básico con
componente acelular. Adultos con antecedente de vacu-
nación desconocida, deben recibir un esquema de 3 dosis,
separando las dos primeras por 4 semanas al menos y la
tercera dosis a los 6-12 meses después de la segunda
dosis. En caso de vacunación incompleta se debe recibir
solamente las dosis faltantes (13).
Las vacunas celulares son muy reactogénicas, por ello no
se recomiendan en personas mayores de 7 años. Sus reac-
ciones adversas se clasifican en reacciones leves, las que
aparecen por lo general a las 4-12 horas de administrada
la vacuna, destacando las locales (dolor, tumefacción,
eritema e induración), presentes en aproximadamente el
50% de los vacunados y las sistémicas (autolimitadas, tales
como fiebre, anorexia, vómitos, somnolencia, tos leve,
irritabilidad y malestar general). Las reacciones graves
son raras, destacando la aparición de fiebre superior a
40ºC, llanto persistente, convulsiones aisladas y episodio
hipotónico-hiporeactivo. Estas alteraciones no causan
secuelas y no constituyen una contraindicación absoluta
para continuar la pauta vacunal, si bien en estos casos es
aconsejable la utilización de vacunas acelulares. Ambas
formulaciones se encuentran contraindicadas en caso
de encefalopatía inducida por componente
Pertussis.
Las
recomendaciones en niños que padecen enfermedades
neurológicas indican diferir o suspender definitivamente
la vacunación frente a enfermedad neurológica progresiva
con retraso psicomotor y/o retrasar la vacunación hasta
que se haya descartado la existencia de una enfermedad
neurológica de carácter progresivo cuando existan ante-
cedentes personales de convulsiones. Los antecedentes
familiares de convulsiones no constituyen una contrain-
dicación (1).
4.
HAEMOPHILUS INFLUENZAE TIPO B
El 90-95% de las infecciones sistémicas debidas a este
microorganismo, eran causadas por cepas capsuladas del
serotipo b. Su mayor incidencia se describe en niños entre
los 3 y los 24 meses (80% de los casos), siendo absoluta-
mente infrecuente en los mayores de 5 años. El reservorio
es exclusivamente humano. Tanto las formas capsuladas
como las no capsuladas forman parte de la flora del tracto
respiratorio superior. La transmisión de H.
influenzae
tipo
b (Hib) se realiza a través de las gotitas de saliva que
vierten al exterior las personas colonizadas o enfermas
(tos o estornudos), o bien por contacto directo con sus
secreciones respiratorias. Las vacunas conjugadas contra
Hib presentan niveles de eficacia cercanos al 100%, corro-
borándose con la casi desaparición de casos de la enfer-
medad invasora en los países que la han introducido en
sus calendarios con coberturas adecuadas (21,22). Se ha
comprobado que reduce el estado de portador nasofa-
ríngeo, dificultando la transmisión del microorganismo.
En el adulto con inmunodepresión y en los esplenecto-
mizados, la respuesta inmune puede ser menor, acon-
sejándose la vacunación de estos individuos lo más
precozmente posible. Su introducción en el PNI chileno
desde 1996 a la fecha ha logrado una drástica disminu-
ción de casos por este agente, llevándolo prácticamente
a su eliminación como causa de enfermedad invasora.
Actualmente utilizamos una vacuna con oligosacáridos
de
H. influenzae
tipo b conjugados con proteína mutante
atóxica de toxina diftérica CRM197, en una presentación
combinada con DTPeVHB, en una serie primaria de 3 dosis
(2, 4 y 6 meses) y un refuerzo a los 18 meses. Existen
formulaciones monovalentes que pueden ser adminis-
tradas en pacientes con contraindicación de vacunas con
componentes
Pertussis
y/o en asplénicos (1).
5. ENFERMEDAD NEUMOCÓCICA
El Streptococcus pneumoniae
es un coco grampositivo,
capsulado, que se dispone agrupado en parejas. Se han
identificado 90 serotipos según las diferencias antigénicas
de sus polisacáridos capsulares. La enfermedad neumocó-
cica constituye una de las diez primeras causas de muerte
en los países desarrollados. Se estima que el 15 a 30% de
todas las neumonías son debidas a neumococo, siendo el
agente etiológico más frecuente de las neumonías adqui-
ridas en la comunidad y otitis media aguda. Los lactantes
y las personas mayores de 60 años son los grupos que
presentan una mayor susceptibilidad a la infección, con
una letalidad elevada (28% en la neumonía grave y 50% en
la neumonía bacteriémica) en este último grupo.
[VACUNAS E INFECCIONES RESPIRATORIAS - Dr. Rodolfo Villena]