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o conducta que lo llevó a consultar. Conocer si hubo

cambios en los medicamentos prescritos o automedi-

cados en los últimos días, si hubo presencia de dolor,

fiebre, cefalea, disnea, tos, cambios en el hábito intes-

tinal o diuresis, algún déficit neurológico, cambios en la

ingesta de líquidos o alimentos o cualquier otro síntoma

que pueda orientar a la etiología. Rescatar el antecedente

de consumo de alcohol o drogas. Muchos medicamentos

pueden gatillar o favorecer el delirium, especialmente los

con efecto anticolinérgico importante, sedantes e hipnó-

ticos, antihistamínicos, opioides y dihidropiridinas, entre

otros. Éstos se deben revisar en forma exhaustiva en la

historia, buscar en el examen la presencia de parches

transdérmicos y evitar su uso durante la hospitalización

en pacientes vulnerables (Tabla 2).

En el examen físico buscar elementos que sugieran trauma

reciente, las pupilas fijas o dilatadas, miosis o midriasis

pueden sugerir toxicidad por opioides o anticolinérgicos

respectivamente. Buscar meningismo, signos de deshidra-

tación, examen cardiaco, pulmonar y abdominal buscando

otras causas, buscar celulitis, úlceras infectadas, abscesos

perianales, estigmas de daño hepático, fecaloma, retención

urinaria, signos de trombosis venosa, focalidad neurológica

entre otras.

Se recomienda orientar el estudio de laboratorio según la

clínica y la urgencia, pero siempre hacer un tamizaje básico

que descarte hipoglicemia y otras alteraciones metabólicas,

evalúe lo hidroelectrolítico, hipoxemia, electrocardiograma

e infecciones.

Los exámenes de segunda línea se eligen de acuerdo a la

sospecha clínica o bien cuando aún no hay claridad del diag-

nóstico etiológico:

Neuroimagen:

solicitar ante focalidad neurológica, antece-

dente de trauma o caídas, o uso de anticoagulantes o antia-

gregantes plaquetarios.

Electroencefalograma:

ante sospecha de crisis epiléptica o

status

epiléptico no convulsivo (SENC).

Punción lumbar:

especialmente ante fiebre y signos menín-

geos, sospecha de encefalitis o encefalopatía hepática (5).

Hay que tener presente que el delirium puede ser de

origen multifactorial en la mitad de los casos, por lo que

no se debe atribuir a la primera causa encontrada sin tener

un tamizaje básico y que sea proporcional al daño. Por

ejemplo, un examen de orina alterado en una mujer mayor,

puede ser sólo una coincidencia dada la alta prevalencia de

bacteriurias asintomáticas y se puede escapar otra causa

grave.

MANEJO

El manejo del delirium es multidimensional. Por una parte se

deben tratar la o las causas que lo gatillaron y el abordaje de

los predisponentes. Por otro lado, se debe realizar un manejo

no farmacológico y si es necesario un manejo farmacológico

de la agitación.

Manejo no farmacológico

El manejo de pacientes deliriosos agitados y combativos es

un desafío. Sin embargo, siempre se debe intentar primero

las estrategias no farmacológicas para calmar al paciente.

Inicialmente modificar el ambiente para disminuir los estí-

mulos, bajar la luz y el ruido, evitar el movimiento innecesario

de personal, así como favorecer la presencia de la familia y

explicar los procedimientos con un tono calmado (5,18). Se

recomienda una aproximación usando un acrónimo

“TADA”

(27) que significa: Tolerar, Anticiparse y No agitarse

(“

Don´t agitate

”).

Es decir, tolerar conductas que podrían

ser contrarias a la rutina (por ejemplo, que el paciente se

levante de la camilla o intente quitarse las vías venosas), esto

permite al paciente cierto grado de control y evita mayor

agitación, por ejemplo si el paciente no está hipoxémico no

requiere oxigenoterapia, o quizás se puede medir los signos

vitales en forma intermitente, o pasar la hidratación en bolos

y no dejar puestos los elementos que lo sujeten en forma

permanente. Así mismo, el anticiparse se refiere al intentar

responder a lo que el paciente necesita, quizás si se pone

de pie es porque quiere orinar o porque le duele la posición

decúbito o porque tiene disnea y se le puede ofrecer ayuda.

Responder siempre con calma y que el personal no se agite

más que el paciente. El contar con familiares que ayuden a

calmarlo reduce la necesidad de contención física que se

sabe aumenta la agitación. La reorientación se recomienda

sólo si al paciente le ayuda a calmarse.

El identificar los factores de riesgo para el desarrollo de deli-

rium desde la admisión al hospital, es el primer paso para

mejorar las estrategias de prevención y diagnóstico y ha

sido considerado como un indicador de calidad en el manejo

intrahospitalario del delirium (28).

En hospitalizados, la estrategia más efectiva y amplia-

mente recomendada es la prevención primaria mediante

un abordaje integral no farmacológico, implementando

protocolos estandarizados, interdisciplinarios y multifac-

toriales. La evidencia de su efectividad surge del modelo

de prevención del

Hospital Elder Life Program

(HELP) que

[DELIRIUM: UNA EPIDEMIA DESDE EL SERVICIO DE URGENCIA A LA UNIDAD DE PACIENTE CRÍTICO - Dra. Marcela Carrasco y col.]