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INTRODUCCIÓN

El envejecimiento poblacional es una realidad que ha tenido

un fuerte impacto sobre todo el sistema de salud. Más que un

problema, es el nuevo desafío que se debe enfrentar;

¿cómo

brindar una atención de salud de calidad, en todos los

niveles asistenciales, a este grupo de personas mayores

que tienen necesidades diferentes?

El

delirium

, antes conocido como síndrome confusional

agudo, es una condición que ejemplifica de buena manera

la complejidad de los síndromes que afectan a las personas

mayores, tanto del punto de vista del desafío diagnóstico,

de la importancia de la prevención, del manejo interdiscipli-

nario, como en la necesidad de adaptación de la forma de

hacer medicina, en que no basta una intervención única para

resolver el cuadro.

La importancia del delirium es evidente en los hospitales de

agudos y una vivencia altamente estresante para el paciente,

la familia y el personal de salud (1). Según el DSM-V (2) corres-

ponde a un síndrome clínico caracterizado por un compromiso

de conciencia de predominio cualitativo, de inicio agudo (horas

o días) y curso fluctuante durante el día, que presenta altera-

ción de conciencia, con disminución de la atención, asociado a

un cambio en las funciones cognitivas o alteraciones percep-

tivas, no explicable por una demencia previa. Es una expresión

de sufrimiento encefálico producto de una o múltiples noxas,

por lo que siempre es secundario a una causa orgánica, aún

cuando esta no siempre sea fácilmente identificable (3).

Según la actividad psicomotora, el delirium se clasifica como

hiperactivo

cuando el paciente se presenta hiperalerta,

inquieto, agitado y/o agresivo. Cuando predomina la somno-

lencia, con un paciente inatento, se habla de delirium

hipoac-

tivo

. Si ambas situaciones se mezclan en el tiempo, se clasifica

como

mixto

(4).

El delirium se considera una urgencia médica y si bien el

estado mental alterado puede tener otras causas, ante la duda

siempre se debe asumir que el paciente sufre de delirium y

enfrentarlo como tal, ya que las causas pueden ser de riesgo

vital si no son atendidas en forma prioritaria. Es por esto que

el equipo de salud de los servicios de urgencia (SU) debe estar

familiarizado con el tamizaje, diagnóstico y manejo de esta

condición (5).

Según datos internacionales, entre el 8 y 17% de las personas

mayores que consultan en servicio de urgencia presenta deli-

rium, la mayoría de tipo mixto o hipoactivo, sin embargo, sólo

1 de cada 6 se diagnostica (6).

A nivel hospitalario es una de las complicaciones más

frecuentes en adultos mayores (AM), con prevalencias varia-

bles dependiendo del tipo de unidad (7). Por ejemplo, en

unidades quirúrgicas está presente en un 15 a 53% de los

AM, según distintas series. En unidades de medicina general

o en unidades geriátricas, entre un 29-64% de los AM están

deliriosos, de los cuales entre un 18 a 35% lo estaban ya

desde la admisión en el SU, en unidades de cuidados

críticos, hasta un 80% de los AM están con delirium y más

del 80% de todos los pacientes terminales, desarrolla deli-

rium antes de su muerte (5,7,8).

CONSECUENCIAS

Ha sido ampliamente demostrado que el delirium, se asocia

a mayor riesgo de mortalidad en distintas unidades asisten-

ciales, ajustando por covariables. En servicios de urgencia,

se ha asociado a mayor mortalidad a 6 meses en los AM,

37% versus 14% (HR 1.72, 95% IC 1.04- 2.86) (9). La mayor

mortalidad a 6 meses, la tienen aquellos no diagnosticados

en el SU, mientras que en los que se hace el diagnóstico,

la cifra es similar a los que no lo presentaron (10), lo que

enfatiza la importancia de la pesquisa precoz. Después

del ingreso se mantiene el riesgo de mayor mortalidad ya

sea en servicios de baja complejidad como en unidades de

pacientes críticos y este riesgo se mantiene una vez que el

paciente es dado de alta (7-13).

Además de una mayor mortalidad, el delirium se asocia a

mayor estadía hospitalaria (7), mayores requerimientos de

unidades de cuidados intensivos, mayor deterioro funcional

(13) y necesidad de unidades de rehabilitación y cuidados

crónicos (7). También mayor tasa de rehospitalización y

mayores costos asociados a atención de salud (12,13). Adicio-

nalmente, se ha demostrado que el delirium es un factor de

riesgo de desarrollar demencia (13) y aumentar la progresión

del deterioro en aquellos que ya la presentan (14).

En otro aspecto, pero no menos importante, cabe señalar

que el solo acto de evaluar un paciente delirioso en el

servicio de urgencias es un desafío adicional. Esto es porque

la anamnesis puede ser confusa o poco confiable, o bien

no permitir que se realice un buen examen clínico, lo que

puede desviar la atención y dificultar el diagnóstico y hacer

incurrir en más o menos procedimientos, aumentando los

costos y posibilidades de error (5).

Asimismo, considerando el manejo centrado en la persona,

en sus necesidades y voluntades, se agrega la dificultad

adicional, que en estos pacientes al tener sus capacidades

mentales alteradas, se dificulta la toma de decisiones y

muchas veces se debe recurrir a las familias para definir los

objetivos terapéuticos.

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(2) 301-310]