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De manera breve se pueden distinguir las formas de implementar

un rol de psiquiatra de CE en tres niveles de estructuración clínica

y administrativa (modificado de Kathol RG, et al.) (2,3):

1.

Servicio de Pediatría con interconsultor de Psiquiatría.

2.

Servicio de Pediatría con psiquiatra de CE en modalidad

periódica programada o residente (permanente).

3.

A unidad de CE; administrada independiente de un Departa-

mento de Psiquiatría.

Para resumir, estas formas clínicas, se organizan en función de

dos variables: recursos profesionales y económicos por un lado

y la complejidad del sistema clínico institucional disponible. El

nivel más complejo y al mismo tiempo más costoso se encuentra

generalmente en hospitales de alta complejidad y que tienen

funciones docentes de pre y post grado en profesiones de

la salud y sus especialidades. En los niveles menos complejos

puede no ser realista configurar un equipo de esta naturaleza,

en cambio la presencia de un psiquiatra de CE es más factible

y sus modalidades pueden ser como residente permanente en

una unidad no psiquiátrica o como asistencia periódica progra-

mada, que se concreta en reuniones pluridisciplinarias progra-

madas y permanente en el tiempo para afrontar

“situaciones

clínicas complejas”

. Estas complejidades vienen definidas por

la evolución de la medicina (enfermedades graves, atípicas o de

evolución prolongada) y por la evolución de la persona enferma.

En esta última variable se puede aumentar la sensibilidad a la

complejidad, existiendo entrevistas estructuradas para detectar

y anticipar las necesidades de salud que cada paciente puede

requerir. Con esta información se puede planificar el diseño

terapéutico de manera “integral” incluyendo la diversidad de

disciplinas necesaria para alcanzar la mejor calidad de vida de

los pacientes y su familia. En todas las áreas posibles de desem-

peño hay aprendizaje y experiencia, con mucha información

disponible para apoyar el desempeño en esta compleja acti-

vidad clínica.

Con todo lo anterior, en algún momento puede generarse la

derivación del paciente a un contexto de salud mental, enten-

dido como una comorbilidad del episodio clínico que originó la

consultoría.

Muchas más consideraciones sobre la psiquiatría de CE pueden

ser necesarias y particularmente atendiendo a los procesos

locales en el desarrollo de esta actividad clínica, o su configu-

ración en el ámbito de la salud primaria, aspectos que exce-

derían el alcance de esta publicación. También hay que hacer

este alcance respecto de las unidades clínicas descritas a conti-

nuación y que representan nuestra experiencia en el contexto

hospitalario privado en el que se desempeñan los autores,

ciertamente más cercano a un modelo de asistencia periódica

programada. Presentaremos distintas áreas en las que nos ha

tocado desempeñarnos en el contexto de Psiquiatría de CE

dentro de Clínica Las Condes, donde hemos adquirido mayor

experiencia:

- Pacientes con enfermedad crónica; ejemplificado a través del

paciente oncológico pediátrico.

- Pacientes críticos, pacientes con enfermedades neurológicas;

ejemplificado a través de la epilepsia.

- Pacientes con patología primariamente psiquiátrica que

requieren de un equipo multidisciplinario; ejemplificado a

través de los trastornos de la conducta alimentaria.

PSICO-ONCOLOGÍA PEDIÁTRICA

El miedo a morir y que corresponde a un sentimiento de finitud,

es una emoción que se desarrolla junto con el pensamiento más

probablemente al comienzo de la edad escolar, entre los 6 a

8 años de edad y que en parte depende de la experiencia del

niño en torno a este evento vital. Antes de esta edad, el niño

puede expresar el miedo a sufrir y aún antes, solo la experiencia

de dolor, que tempranamente es una experiencia física senso-

rial y que, a través del lenguaje, pasa a constituirse como una

experiencia intersubjetiva explícita entre el niño y sus princi-

pales figuras de apego. Con ella va configurando su magnitud,

el sentido orgánico y su significado tanto a nivel personal como

contextual, proceso en el que también influye el personal de

salud en sus respectivos roles. El camino que recorremos para

enfrentar las experiencias de dolor y finitud no es corto y nece-

sita buenos maestros, especialmente cuando las tareas del desa-

rrollo se colocan difíciles o surgen obstáculos que amenazan con

impedir lograrlas.

Dicho lo anterior, la psico-oncología pediátrica se establece

en uno de los peores escenarios del desarrollo, definido por la

experiencia de finitud en una etapa del ciclo vital donde no se

espera que esto ocurra. Esta experiencia será compartida con

sus padres, hermanos y figuras cercanas, incluyendo al personal

de salud, generando un costo emocional y físico que se tradu-

cirá en diversas formas de conductas de afrontamiento en

todos los afectados y que definirán la situación clínica más allá

del diagnóstico, pronóstico y tratamiento particular, un esce-

nario previsiblemente complejo solo por la magnitud del estrés

enfrentado. Un escenario así, al menos requiere monitorear las

variables que condicionan la salud mental de los participantes y

la investigación demuestra tasas de comorbilidad psiquiátrica

en cifras que bordean la mitad de los casos y provoca síntomas

emocionales y conductuales hasta en dos tercios de los mismos.

Lo anterior sin considerar los efectos en los demás involucrados

tanto entre las figuras significativas del entorno familiar como

en el personal de salud. Esta situación clínica, a modo de una

caja de resonancia, modulará la respuesta de afrontamiento,

tanto en sus aspectos emocionales como conductuales, influ-

yendo en el nivel de adaptabilidad alcanzado y en la calidad de

vida resultante. En términos simples, cada actor puede aportar

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(6) 932-943]