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acudían a ser tocados por el rey. En la escena III del acto IV de

Macbeth, Shakespeare incorporó el siguiente diálogo:

"...¿Va a salir el rey?

Sí, señor; hay una turba de infelices que esperan de él

su curación. Su enfermedad desafía todos los esfuerzos

del arte; mas, en cuanto les toca, tal es la santidad que

el Cielo ha concedido a su mano, que se restablecen

inmediatamente."

"... ¿De qué dolencia se trata?

La llaman el mal del rey. Es una cura milagrosa de este

virtuoso príncipe, que varias veces, desde que vine a

Inglaterra, se la he visto hacer. De cómo se entiende con

el Cielo, mejor lo sabe él que nosotros; pero personas

atacadas de extrañas dolencias, hinchadas y cubiertas de

úlceras que daba lástima de verlas, desahuciadas de la

Medicina, las cura colgándoles del cuello una medalla de

oro, mientras recita piadosas oraciones”(2).

En el siglo XIX se fueron imponiendo dos corrientes orientadas a

modificar la terapia de la tuberculosis:

La primera corriente consistía en destinar establecimientos

exclusivos para hospedar a los tuberculosos, sea con una moti-

vación caritativa para asistirlos en sus últimos días, o bien para

administrarles los tratamientos considerados más adecuados

en ese momento. En el siglo XIX se fundaron sucesivamente en

Londres: el

Royal Chest Hospital

en 1814, en 1841 el

Brompton

Hospital for Consumption and Diseases of the Chest

como

“un asilo para pacientes consuntivos y como un medio para

profundizar el conocimiento de la enfermedad” (3); en 1848

se erigió el

City of London Hospital for Diseases of the Chest.

Por

su parte, en Estados Unidos, Harriet Ryan, una peluquera de

Boston, siguiendo las prácticas caritativas de su madre, acogía

a tuberculosas terminales en su casa para cuidarlas y confor-

tarlas, dado que el

Massachusetts General Hospital,

el único de

la ciudad, no recibía pacientes con enfermedades crónicas.

Más adelante arrendó el subterráneo de una iglesia donde

instaló en 1857 el Hogar de la Calle Channing para Mujeres

Enfermas Indigentes (

Channing Street Home for Sick and Desti-

tute Women

) con siete camas, donde se les daba atención de

enfermería y tratamiento, de acuerdo con las indicaciones de

dos médicos voluntarios (4).

La segunda corriente acerca del tratamiento de los pacientes

consuntivos era manifestación de un “despertar sanitario”, por

el cual se sostenía que la pureza del aire, el agua y el alimento

eran esenciales para una vida saludable (5). En este sentido la

exposición al aire fresco se consideraba de primera importancia.

Así Sydenham, el “Hipócrates inglés” del siglo XVIII prescribía a

los tuberculosos largos paseos a caballo. Otros recomendaban

viajes por mar, temporadas en climas agradables y descanso.

El primer ejemplo documentado de una institución especí-

fica para el tratamiento al aire libre de la tuberculosis fue la

Royal Sea Bathing Infirmary for Scrofula,

organizada en 1791

por un médico inglés de apellido Lettson, basado en la obser-

vación de que los pescadores no sufrían de escrófula. Lettson

aparentemente solía enviar a sus pacientes pudientes a pasar

temporadas en climas marítimos. Con la idea de proporcionar

a los pobres una oportunidad semejante, levantó en la costa

de Margate, Inglaterra, un establecimiento con 36 camas para

recibir a niños escrofulosos durante una temporada para que

tomaran baños de mar. El hospital se amplió en ochenta camas

en 1800. Estaba diseñado de modo que los niños podían

dormir en galerías al aire libre.

A principios de 1800, aumentaba el número de médicos

ingleses que cuestionaban la práctica -extendida en aquella

época- de relegar a los pacientes tuberculosos en habitaciones

estrechas y con una alimentación exigua. En este sentido desta-

caban las ideas de George Boddington, que sostenía que la

tuberculosis era curable mediante medidas higiénicas sencillas:

Estas consistían en trasladarse al campo en un lugar elevado y

seco, sin variaciones importantes de la temperatura, con una

atmósfera libre de bruma y humedad. Allí el enfermo debía

hacer caminatas al aire libre en la mañana temprano hasta

donde lo permitieran sus fuerzas, aumentando gradualmente la

distancia hasta que pudiera mantenerse fácilmente por varias

horas al día. Recomendaba además un trago de buen vino para

aquietar el pulso, una cena sustanciosa para recuperar el peso,

y una píldora de opio en la noche para inducir el sueño. La

Real Academia de Medicina criticó acremente la posibilidad de

tratar la enfermedad con aire puro, diciendo que tal idea tenía

quinientos años de antigüedad y ya había sido descartada: esto

concordaba con la persistente opinión de muchos médicos de

que el aire puro y la comida abundante eran venenos para el

paciente consuntivo.

En 1853 el gobierno de Lucca, en la Península Itálica, empezó a

enviar niños escrofulosos a tomar baños de mar en Viareggio (6).

Se formaliza el concepto de sanatorio para tuberculosos.

La obra del alemán Hermann Brehmer marcó un hito en el trata-

miento de la tuberculosis en el mundo. Ejercía como médico

en la localidad de Göbersdorf, situada en un valle a unos 500

metros sobre el nivel del mar en la provincia prusiana de Silesia.

Su tesis doctoral se tituló:

Acerca de las leyes que atañen

al inicio y progresión de la tuberculosis en los pulmones.

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2015; 26(3) 409-418]