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[VIÑETA HISTÓRICA]
Había llegado a las siguientes conclusiones:
1)
La tuberculosis era una enfermedad curable, como lo demos-
traban los hallazgos de Rokitanski que, en el 90% de las autopsias
de individuos fallecidos por diferentes causas, encontraba cica-
trices atribuibles a lesiones pulmonares tuberculosas curadas.
2)
La vida en lugares altos tiene un efecto benéfico, concepto
transmitido a Brehmer por su maestro Johann Lukas Schoenlein
y por el explorador Alexander von Humboldt, quienes afirmaban
que la tuberculosis no existía en países montañosos.
3)
La tuberculosis sería el resultado de una circulación pulmonar
deficiente, hipótesis que Brehmer basaba en la desproporción
del tamaño entre un corazón pequeño y pulmones grandes en
las autopsias de sujetos con tuberculosis pulmonar extensa.
Pensaba que el corazón débil y pequeño en última instancia
determinaba una disminución del riego pulmonar, con la conse-
cuente alteración de la nutrición del tejido pulmonar.
4)
Como consecuencia de su razonamiento, para el tratamiento
de la tuberculosis recomendaba el ejercicio en las alturas y una
alimentación abundante, dado que la menor presión atmosfé-
rica requeriría un incremento de la función cardíaca y activaría
el metabolismo (7).
Brehmer contrajo la tuberculosis y aplicó estas medidas en sí
mismo con buenos resultados. Su salud renovada lo incen-
tivó a aplicar el sistema de tratamiento a pequeños grupos de
pacientes y, más adelante, lo llevó a construir en 1859, después
de considerables esfuerzos, una Kurhaus en Göbersdorf que
disponía de 40 habitaciones, salas de esparcimiento y cocinas,
destinadas a pacientes tuberculosos acaudalados. A medida que
creció su prestigio continuó ampliando las edificaciones (8).
Su régimen terapéutico comprendía: aire de montaña, ejercicio,
control de temperatura cada dos horas, tres comidas diarias
abundantes complementadas por vinos y coñac, a las que se agre-
gaban refrigerios entre horas. Los pacientes debían subir cuestas
que conducían a unas cascadas bajo las cuales tomaban duchas
frías, programadas y supervisadas personalmente por Brehmer
quien, tomando en consideración el estado físico del paciente, le
asignaba caídas de agua de determinada fuerza y calibre.
En 1869 se había tratado a 958 pacientes, de los cuales solo el
4,8% había fallecido en el establecimiento.
Este exitoso primer sanatorio propiamente tal casi tuvo que
cerrar después que Koch demostró el origen bacteriano de
la tuberculosis. Se temía que la estadía en el establecimiento
implicaba que los pacientes –que acudían para curarse– sufrieran
mayor contagio por su contacto con otros enfermos bacilíferos.
Con la implementación de un eficiente sistema de desinfección
y de un laboratorio de análisis químicos y bacteriológicos, se
superó la oposición y creció el prestigio del modelo.
Un ex paciente y ayudante de Brehmer, el doctor Peter
Dettweiler, concordaba con el planteamiento general de su
maestro; sin embargo disentía de la importancia que daba a
algunos factores. Después de algunos años fundó por su cuenta
en 1876 el primer sanatorio popular para el tratamiento de
pacientes de escasos medios, ubicado en Falkenstein, región
de los montes Taunus cerca de Frankfurt. El establecimiento
se encontraba a una altura de 400 metros sobre el nivel del
mar. Para Dettweiler no era importante el tipo de clima ni la
altura: puso énfasis en la exposición al aire puro, el control
médico diario más estrecho, actividades de educación para
los pacientes, largas horas de reposo durante todas las esta-
ciones del año en galerías abiertas al aire, protegidas bajo
techo. Prescribía ejercicios suaves que no fatigaran al enfermo,
a diferencia de lo que solía acontecer en Göbersdorf. Entre
las innovaciones que introdujo Dettweiler figuraban las sillas
reclinadas para el reposo al aire libre y los escupitines portá-
tiles de vidrio azul, cuyo diseño y tamaño permitía ocultarlos
entre los pliegues de un pañuelo y manipularlos con una sola
mano (9).
El doctor Vincent Bowditch de Boston visitó ambos sanatorios
en 1889. Describió a Brehmer como “un hombre alto de aspecto
autoritario y modales graves, por no decir intimidantes. Al apro-
ximarse a mí y darme la bienvenida estrechando mi mano, sentí
que estaba en presencia de un hombre con gran fuerza de
carácter... La actitud de sus pacientes hacia él era de profundo
afecto y respeto”. Bowditch refiere que “entre bellos jardines,
cuyo encanto era realzado por fuentes y pequeños estanques
llenos de peces dorados, se levantaba un grupo de magníficos
edificios góticos, construidos principalmente con ladrillo rojo...
Había un hermoso parque con senderos curvos y pistas gradual-
mente ascendentes, con asientos a intervalos regulares para el
descanso durante los paseos diarios prescritos a los pacientes
capaces de hacer ejercicios: estos constituían un aspecto desta-
cado de su método de cura. Brehmer pone un fuerte acento en
el estado del corazón y no cree en la cura de reposo al extremo
dispuesto en los métodos de su otrora discípulo, con el que ha
tenido tan marcada diferencia de opinión sobre este punto, que
ha provocado un desafortunado quiebre en sus amigables rela-
ciones”.
Al conocer a Dettweiler, el visitante se encontró de nuevo “en
presencia de un hombre de recio carácter: aunque de maneras
suaves y gentiles... Los edificios en Falkenstein tenían poco de
la solidez y carácter pintoresco de la institución madre, pero
había una atmósfera de ánimo y disposición positiva entre los
pacientes... A primera vista era fácil apreciar la importancia que
se daba al reposo absoluto: se veían filas y filas de pacientes