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reclinados en sus sillas la mayor parte del día, reduciéndose el
ejercicio corporal a un mínimo”.
El Sanatorio del Rey Eduardo VII
En Inglaterra los primeros sanatorios se instalaban en residen-
cias campestres acondicionadas, ubicadas en extensos terrenos
con bosques y senderos sinuosos. Uno de los establecimientos
construidos específicamente bajo el concepto sanatorial fue el
King Edward VII Sanatorium. Mientras visitaba a unos parientes
en Alemania, el rey Eduardo tuvo la oportunidad de conocer
la institución de Peter Dettweiler en Falkenstein. Quedó tan
impresionado que decidió erigir un sanatorio modelo para
tísicos en Inglaterra. Se eligió un terreno de 60 hectáreas cerca
de Midhurst en Sussex, donde se diseñaron jardines y se demar-
caron vías para paseos de dificultad progresiva para el ejercicio
que los médicos prescribían a los pacientes. El edificio, con capa-
cidad para 100 huéspedes, fue construido en 1903 e inaugu-
rado en 1906. Los planos fueron elaborados por Charles Holden,
inspirado en la planta “en X” o “en mariposa” concebida en Davos
por el tisiólogo Karl Turban, e incluía las galerías de reposo al aire
libre ideadas por Dettweiler. El diseño consideraba una sección
administrativa central con dos alas hacia un lado y dos hacia
el otro, que contenían las habitaciones de los enfermos con
las correspondientes galerías abiertas para que, recostados en
tumbonas de mimbre, experimentaran los efectos del aire puro,
la tranquilidad y la exposición al sol. Las alas del edificio estaban
ideadas para que todas las habitaciones tuvieran su terraza y
con el fin de separar los sectores de hombres y de mujeres. En
el King’ Sanatorium se cobraba una tarifa más elevada por los
dormitorios más cercanos al centro del edificio, destinados a
pacientes acomodados; los de los extremos tenían precios infe-
riores, para ser ocupados por oficinistas, empleados públicos,
institutrices y otros pacientes de categoría similar (11).
Trudeau y el Sanatorio de Adirondack
Hacia mediados del siglo XIX en Estados Unidos se inició un
movimiento tendiente a la búsqueda de factores climáticos
para el tratamiento de la consunción. Daniel Drake, basado en
sus múltiples viajes a través de ríos y montañas y sus estudios
estadísticos sobre la tuberculosis, llegó a la conclusión de que
el clima ideal para su cura debería ser moderadamente frío y
seco, relativamente estable. En 1840 pensó que el ambiente
de la Caverna del Mamut en Kentucky sería ideal para pacientes
inválidos, incluyendo los tísicos. Se construyeron 12 cabañas
dentro de la gruta: el proyecto fracasó por la alta mortalidad
y la deserción de los enfermos. La promoción de los benefi-
cios climáticos de algunos lugares del país determinó que
estos recibieran importante migración de pacientes. En 1880
se estimaba que un tercio de los habitantes de Colorado eran
tuberculosos. El primer Sanatorio de Montaña para Enferme-
dades Pulmonares, fundado en 1873 en Ashville, Carolina del
Norte, se vio obligado a cerrar tres años después por falta de
financiamiento.
En 1879, el doctor Alfred Loomis recomendaba en la Sociedad
Médica de Nueva York el clima de la región silvestre de las
montañas Adirondack, situada en el mismo Estado, donde se
habían recuperado con cierto éxito 20 pacientes, entre ellos el
Dr. Edward Livingston Trudeau.
Durante sus estudios de medicina, Trudeau había apren-
dido que la tuberculosis era una enfermedad no contagiosa,
generalmente incurable, secundaria a peculiaridades cons-
titucionales heredadas, humores corrompidos y varios tipos
de inflamación, que se extendía y manifestaba por diferentes
caracteres patológicos como tubérculos, escrófula, caseifi-
cación y tisis pulmonar. En ese tiempo tuvo un absceso frío
que debió ser operado varias veces antes de que curara: no
se había establecido la relación de dicha lesión con la tuber-
culosis. Dos años después sufrió aumento de volumen de los
ganglios linfáticos del cuello, a lo que no se dio importancia.
Habiendo iniciado su práctica como médico en Nueva York,
experimentó episodios de fiebre y finalmente se le diagnosticó
una tuberculosis extensa del pulmón izquierdo. Febril y enfla-
quecido, creyendo que su fin estaba próximo, decidió retirarse
a la región boscosa de las montañas Adirondack, donde en el
pasado había disfrutado de la vida agreste. Allí se dedicó a
descansar, y a pesar de su debilidad, a navegar en bote por los
lagos, pescar y cazar, reclinado en un bote a remos conducido
por un guía. A los pocos meses había recuperado peso y vigor.
Volvió a Nueva York, donde meses después reapareció la fiebre,
por lo que se trasladó en 1875 a los alrededores del lago
Saranac en Adirondack, esta vez con su esposa e hijos. Nueva-
mente la vida al aire libre redundó en un descenso de la fiebre,
aumento de peso y recuperación de las ganas de vivir. Paulati-
namente, otros médicos empezaron a enviar pacientes tuber-
culosos a la región, en busca de cura de aire libre y reposo:
Trudeau reasumió la práctica de la medicina, encargándose de
controlarlos (12) .
En 1882 llegaron a manos de Trudeau dos artículos que signifi-
caron un cambio de rumbo en sus actividades (13).
El Cottage Sanitarium
El primero de ellos describía el régimen implantado por
Brehmer y Dettweiler. Trudeau comprobó que correspondía casi
exactamente a lo que constituía su propia rutina. Esto lo movió
a formalizar el sistema, aplicándolo a algunos de sus pacientes
tuberculosos. Más adelante decidió organizar en Adirondack
una institución similar con el objeto de aplicar el tratamiento
a pacientes de medios económicos limitados. Entusiasmó a
[REV. MED. CLIN. CONDES - 2015; 26(3) 409-418]