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implica que en Chile, con 260.000 RN vivos por año, podemos

esperar 166 casos nuevos anuales (3).

La espina bífida abierta o mielomeningocele (MMC) es una

anomalía congénita del tubo neural. Se caracteriza por un cierre

incompleto del tubo neural, esto lleva a una falta de inducción

del cierre de la columna ósea, de los planos musculares y de

la piel, quedando la médula espinal y las meninges expuestas

al líquido amniótico de la cavidad uterina. Este tejido neural

expuesto se daña en forma mecánica por roce a medida que el

feto va creciendo. Además, el líquido amniótico va cambiando

su composición a medida que progresa el embarazo, volvién-

dose más alcalino y generando daños químicos sobre la sensible

placa neural.

Los avances en el manejo de la espina bífida se han visto primero

en el diagnóstico antenatal precoz, gracias al desarrollo de la

ecografía obstétrica de alta resolución y de la resonancia

magnética fetal. Estas técnicas han permitido hacer diagnós-

tico de malformaciones del tubo neural, en etapas precoces

del embarazo. Por otra parte, el estudio etiológico contribuye

a encontrar factores genéticos, nutricionales y ambientales

como causas de la aparición de malformaciones del tubo neural.

Dentro de estos, está el ya mencionado déficit de ácido fólico,

que generó una política de salud pública en Chile, logrando

disminución considerable de presentación de esta patología

con la consiguiente disminución del número de casos de espina

bífida en el país (3).

Hasta la década de los 90 en el mundo y hasta septiembre 2011

en Chile, el único tratamiento disponible del MMC consistía en

el cierre del defecto al momento de nacer. La instalación de una

derivativa para resolver la hidrocefalia presente en el 90% de los

casos dentro de los primeros días de vida y posterior manejo de

rehabilitación de apoyo por el resto de la vida (4). Sin embargo,

estudios recientes y fundamentalmente la publicación de los

resultados del MOMS (

Management of Myelomeningocele Study

)

(4) en marzo 2011 indicaron que la reparación del defecto

in

útero

antes de las 26 semanas de gestación lleva a una mejoría

de la función neurológica y reduce la morbilidad secundaria a

hidrocefalia y malformación de Chiari, al producirse una regre-

sión del descenso amigdaliano con un desarrollo adecuado de la

fosa posterior craneal (5).

En la evolución natural de un paciente con MMC es que se irá

presentando un gran número de complicaciones a lo largo de la

vida, además de su déficit sensitivo motor inicial en las extre-

midades inferiores. Inicialmente, el 90% de los casos requerirá

de una derivativa ventrículo peritoneal y de este 90%, la mitad

requerirá de una revisión durante el primer año de vida (6-8).

Esta evolución tórpida, con secuelas muy invalidantes, lleva a

pacientes intelectualmente normales a un alto índice de depen-

dencia. Esto motivó a los investigadores a buscar una terapia

que permita mejorar estos resultados.

Origen de la cirugía fetal

El desarrollo embriológico humano se divide en 23 etapas, cada

una de ellas de 2 a 3 días. El sistema nervioso central (SNC) se

desarrolla en 2 distintas etapas, la neurulación primaria y secun-

daria. La neurulación primaria se refiere a la formación de los

tubos neurales que se desarrollan en el cerebro y la médula

espinal. La neurulación secundaria se refiere a la formación del

tubo neural caudal que se origina en los segmentos sacros y

coccígeos. La placa neural se forma en el estadio 8, la invagina-

ción de ésta y su fusión en las etapas 9 y 10. El primer cierre de la

invaginación neural ocurre a nivel del bulbo raquídeo en estadio

10, de allí se extiende en dirección caudal y rostral, formando

los neuróporos rostral y caudal. El neuróporo rostral se cierra en

estadio 11 (día 22), el neuróporo caudal se cierra en estadio 12

(día 26). El MMC se desarrolla por una falla en el cierre de los

neuróporos. Considerando que el neuróporo caudal se cierra

alrededor del día 26, cualquier evento teratogénico posterior

no es capaz de producir un MMC torácico o lumbosacro (9).

Hay numerosas publicaciones que dan cuenta del deterioro

neurológico de fetos con MMC evaluados

in útero

y que al

momento de nacer, presentan mayor daño funcional que en la

etapa fetal (10 -13). Por otra parte, variantes menos severas de

disrrafias como el lipomeningocele, habitualmente se acom-

pañan de menor compromiso neurológico ya que el tejido

neural se encuentra cubierto. Estos hallazgos llevaron a formular

la hipótesis de daño primario y secundario en el MMC (14).

Por lo tanto, la etapa siguiente fue el trabajo en modelos

animales que llevaron a comprobar que la cobertura intraute-

rina del tejido neural ayudaba a disminuir la secuela neuroló-

gica. Múltiples modelos animales de MMC en monos, ovejas,

cerdos y ratas se desarrollaron a partir de la década de los 80

(15-21), se crearon defectos con exposición de la placa neural

de manera quirúrgica y también farmacológica, corrigiendo

estos MMC inducidos con cirugía fetal. La conclusión fue que

el cierre intrauterino de estos defectos, mejoraba el pronóstico

funcional de los modelos experimentales. Además, se observó

incidentalmente que se producía una retroceso del descenso

amigdaliano (22-24). Teniendo la hipótesis confirmada con

modelos animales, el paso siguiente fue pasar al trabajo en

humanos.

Experiencia clínica

Previo a 1997 (25), solo se consideraban candidatos a cirugía

intrauterina los fetos portadores de una patología con riesgo

vital o de muy mal pronóstico, sin embargo la morbilidad impor-

tante, la mortalidad significativa y los promisorios resultados

[Cirugía fetal del mielomeningocele - Dr. Felipe Otayza M.]