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preventivo, la hepatitis fetal aloinmune se repetirá en los

embarazos posteriores. El tratamiento preventivo consiste

en la administración de inmunoglobulinas intravenosas a la

madre, a las dosis de 1g/kg una vez por semana, a partir de

la semana 18 del embarazo hasta el nacimiento. Un estudio

sobre 53 embarazos (55 niños) en 48 madres con antece-

dentes de niños que habían desarrollado una hepatitis fetal

aloinmune, mostró que el tratamiento con inmunoglobulinas

fue eficaz para permitir la sobrevida de 52 recién nacidos, solo

3 pacientes fallecieron (12).

Una serie europea describe el resultado del tratamiento en 8

madres con antecedentes de abortos espontáneos o recién

nacidos fallecidos por la enfermedad. Cinco de los ochos niños

solo tuvieron anomalías radiológicas o bioquímicas leves que

se corrigieron en menos de dos meses y todos sobrevivieron

(13).

TRASPLANTE HEPÁTICO EN HEPATITIS ALOINMUNE

DEL RECIÉN NACIDO (HAIRN)

La Hepatitis aloinmune fetal es la causa más común de insu-

ficiencia hepática neonatal. Se presenta característicamente

durante la primera semana de vida y aun cuando se han descrito

algunos casos de recuperación espontánea, diversos estudios

demuestran que la ausencia de un tratamiento adecuado es

mortal (14, 15).

En tal sentido, las terapias médicas con antioxidantes y quelantes

no han demostrado ser discretamente exitosas, con tasas de

sobrevida de 10–20 % (16,17), similares a las de pacientes no

tratados.

La primeras experiencias del uso del trasplante hepático para

el tratamiento de la HAIRN son de inicios de los años noventa

(18, 19).

Los datos acumulados durante la primera década de trasplantes

a niños con esta indicación arrojó resultados pobres pero

progresivamente mejores (2, 19), alcanzando cifras de 50% de

sobrevida, superiores al 24 % del éxito de la terapias médicas

descritas por Rand en ese mismo periodo (20, 21).

En la última década, las tasas de sobrevida de los niños

tratados con TH también han mejorado sustantivamente,

como demuestra el reciente trabajo que analiza los datos de

UNOS, con sobrevidas a 1 y 5 años de receptor e injerto de

84.2%, 81.6% y 71.1%, 68.4% respectivamente. Si bien estas

tasas son inferiores a las tasas de sobrevida pediátrica, no

difieren significativamente de las de otros pacientes tras-

plantados de igual edad y peso, trasplantados por otras

causas (22).

Sin lugar a dudas el TH en un neonato con esta patología

representa un desafío técnico. El 86% se trasplanta en situa-

ción de falla hepática fulminante.

El trabajar sobre estructuras vasculares milimétricas y una

cavidad abdominal reducida, hace que las anastomosis vascu-

lares y la reconstrucción biliar sean muy complejas.

Respecto a los donantes, en la revisión de datos, la edad

promedio de donación fue de 9 años, con un 92% de donante

cadavérico; esto no se corresponde con la realidad de nuestro

país y algunos otros, en los que la tasa de donación cadavérica

pediátrica es mínima, por lo que en la práctica la única opción

es el donante vivo.

El implante de los tradicionales segmentos II y III, que

habitualmente se trasplantan a lactantes y preescolares

deja de ser una alternativa estándar, por cuanto no hay

espacio para implantar con facilidad una masa hepática

de ese tamaño en un recién nacido. Incluso el implante de

un segmento aislado puede resultar sobredimensionado y

complejiza las anastomosis vasculares, por lo que reduc-

ciones atípicas se han utilizado, privilegiando el tamaño

final del injerto y la conservación de los vasos izquierdos

principales (23)

En estos casos el calibre de la arteria y venas no difieren

de aquellos casos de implante del segmento II y III, lo que

es ventajoso para las anastomosis, pero el mayor número

de cortes para reducir el tamaño del parénquima hepático

pueden determinar mayor sangrado post operatorio y filtra-

ciones biliares. Sin embargo en el trabajo de UNOS, no hay

diferencia significativa entre los resultados de los pacientes

trasplantados con hígado completo (14/38) al compararlo

con los otros trasplantados con diversas técnicas de reducción

hepática (24/38), tal vez un mayor número de casos podrían

mostrar tal diferencia (22).

La reparación de la pared abdominal, también constituye

un desafío, muchos de estos pacientes requieren de una

malla protésica para lograr el cierre de la pared abdo-

minal. Estas mallas pueden, luego de días o semanas, ser

removidas, pero en ocasiones pueden ser responsables de

algunas complicaciones, como infecciones, adherencias o

lesiones de vísceras.

En el post trasplante se puede detectar aparición de siderosis

en el hígado trasplantado, pero esto parece corresponder al

depósito de hierro desde sitios extra-hepáticos, más que un

aumento de absorción de hierro postnatal, no habiéndose

demostrado nueva enfermedad hepática por sobrecarga de

hierro (21).

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2015; 26(4) 487-494]