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de estrés agudo para proteger contra el riesgo de suicidio (43).

A pesar de que el embarazo y la maternidad se han estudiado

como factor protector, el suicidio sigue siendo la mayor causa de

muerte materna en los países industrializados (44).

Se considerará un riesgo suicida agudo severo si nos encon-

tramos ante un paciente con ideación suicida intensa, frecuente

o persistente, con planificación, con múltiples factores de riesgo

o alguno muy significativo, con poca capacidad de autocontrol

(ya sea en contexto de su personalidad o por de uso de sustan-

cias), y/o con pocos factores protectores. En este caso el paciente

no debe quedar solo y se deben retirar todos los elementos de

riesgo con los que pueda hacerse daño, y se debe considerar la

posibilidad de hospitalización, la que puede ser cursada involun-

tariamente en caso de ser necesario para proteger la vida (45).

2. Delirium

El delirium se considera una urgencia médica, ya que las causas

pueden ser de riesgo vital si no son atendidas de forma oportuna.

Puede ser la primera manifestación de una enfermedad aguda

potencialmente grave, incluso antes que la fiebre, taquicardia,

taquipnea o hipoxia. Corresponde a un síndrome clínico con mani-

festaciones psiquiátricas, pero siempre de causa médica, neuro-

lógica, o (neuro)quirúrgica, caracterizado por compromiso de

consciencia de predominio cualitativo, de curso fluctuante y de

inicio agudo, con disminución de la atención, asociado a un cambio

en las funciones cognitivas y/o alteraciones perceptuales (46).

En la evaluación inicial en el SU se debe asegurar la vía aérea,

respiración y circulación adecuados, y se deben obtener los

signos vitales incluyendo oximetría, hemodinamia, glicemia

capilar y temperatura. Se requiere una anamnesis, examen

físico y neurológico completos, dirigidos a identificar factores

predisponentes y precipitantes. Sin embargo, la evaluación de

un paciente delirioso en el SU representa desafíos adicionales

a los de cualquier paciente: la anamnesis puede ser confusa o

poco fiable, el estado del paciente puede resultar poco coope-

rador para un buen examen físico, lo que puede dificultar el

diagnóstico, requerir mayor cantidad de procedimientos, y

se ha asociado a mayores costos y posibilidades de error (47).

Considerando el principio bioético de autonomía para toma de

decisiones, se agrega además la dificultad de que muchas veces

el paciente con delirium no tiene la capacidad para tomar deci-

siones clínicas, por lo que con frecuencia se debe recurrir a la

familia del paciente para acordar los planes de tratamiento (46).

Se asocia a mayor riesgo de mortalidad en distintas unidades

asistenciales. En servicios de urgencia en particular, se ha

asociado a mayor mortalidad a 6 meses en los adultos mayores,

especialmente en quienes no se hace el diagnóstico de delirium

a tiempo (48). Por este motivo es de fundamental la correcta

identificación y manejo del delirium desde el SU. El médico que

ve un paciente de urgencia es crítico en la evaluación del estado

mental alterado, y es quien debe rápidamente identificar a

aquellos gravemente enfermos, diagnosticar en forma eficiente

la causa e iniciar terapias que modifiquen su pronóstico. Existen

distintas escalas de tamizaje, pero poca evidencia disponible

específicamente sobre su uso en el SU. De todas maneras, se

recomienda que todo adulto mayor visto en el SU reciba una

evaluación del status mental como estándar de manejo, y para

ello se recomienda el uso de instrumentos de tamizaje validados

(

Delirium Triage Screen

y bCAM) (49).

Respecto al manejo del delirium, lo más importante es identificar

y tratar la o las causas que lo gatillaron, junto con el abordaje

de los factores predisponentes. Por otro lado, se deben realizar

acciones que pueden ir desde lo no farmacológico (modifica-

ciones ambientales) hasta lo farmacológico. La evidencia actual

muestra que los antipsicóticos atípicos (risperidona, quetiapina,

olanzapina) y el haloperidol son equivalentes entre sí en efecti-

vidad y superiores a las benzodiacepinas (50). Se recomienda su

uso en pacientes con delirium hiperactivo, alucinaciones, riesgo

de auto o heteroagresión, usando la mínima dosis necesaria. En

el delirium hipoactivo, la evidencia disponible es insuficiente

para una recomendación (51).

3. Agitación psicomotora

La agitación psicomotora es un síndrome clínico frecuente y rele-

vante en psiquiatría, no sólo en el contexto del SU sino también

en pacientes atendidos en otros contextos, tanto hospitalizados

como ambulatorios. El DSM-5 define agitación como una acti-

vidad motora excesiva asociada a una sensación de tensión

interna. La progresión de la severidad de una agitación puede

llegar a comportamientos agresivos y violentos (52).

La agitación se puede dar en el contexto de varios cuadros psiquiá-

tricos, incluyendo esquizofrenia, trastorno bipolar, trastornos de

la personalidad (principalmente antisocial y limítrofe), trastornos

de ansiedad y depresión mayor. También puede ser la manifes-

tación principal de uso de sustancias, ya sea por intoxicación o

por abstinencia. Pero adicionalmente, puede ser el resultado de

condiciones orgánicas, incluyendo traumatismos encéfalo-cra-

neanos y diversas enfermedades del sistema nervioso central

(enfermedad de Parkinson, Alzheimer, otros tipos de demencia,

encefalitis y meningitis), así como una amplia variedad de enfer-

medades médicas (por ejemplo, tirotoxicosis e hipoglicemia) (53).

Una pronta evaluación de los factores causales y un manejo inme-

diato son esenciales, ya que esto puede permitir recuperar el

control sobre un comportamiento potencialmente peligroso que

puede progresar hacia la violencia. De hecho, un manejo inefectivo

de la agitación puede resultar en el uso innecesario de medidas

coercitivas (medicación involuntaria, contención mecánica), en

escalamiento a la violencia, resultados adversos para miembros

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(6) 914-922]