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las razones frecuentes en la solicitud de atención psiquiá-

trica para los pacientes con alguna enfermedad médica. La

definen como diversos grados de vulnerabilidad, desespe-

ranza, confusión y vivencia subjetiva de incompetencia que

las personas sienten cuando creen que están fallando a las

expectativas propias o ajenas de cómo enfrentar las adversi-

dades de la vida. Plantean que la experiencia de desmoraliza-

ción y un cuadro depresivo pueden ser confundidas en tanto

comparten sintomatologías como los trastornos del sueño,

del apetito y de la energía, incluyendo algunos pensamientos

suicidas. Sin embargo, señalan que la diferencia es que en

la desmoralización el estado de ánimo y la capacidad de

experimentar alegría y esperanza, se restauran rápidamente

si cesa la adversidad. Señalan que los cuadros de desmora-

lización no presentan una adecuada respuesta a los antide-

presivos, puesto que es más bien contrarrestada ya sea por

la disminución de estresores físicos y psicológicos o por el

fortalecimiento de la capacidad de resiliencia al estrés. Esta

capacidad mejora si el paciente comprende adecuadamente

lo que le está sucediendo, si está acompañado y comunicado

con personas que sienta confiables, si se fomenta un sentido

de esperanza realista sostenida en deseos actuales y planes

futuros, si existe sentido del humor, si existe un propósito y un

sentido que el paciente otorgue a su vida y lo que le sucede.

Se enfatiza la importancia de validar el estrés del paciente

como una persona normal respondiendo a circunstancias

anormales, a través de un diálogo empático que le permita

expresar y comprender las emociones más difíciles y su signi-

ficado en relación a la narrativa que realiza de su vida.

En relación a la función del médico, es fundamental la infor-

mación clara entregada en un diálogo tranquilo y con tiempo.

El objetivo es estimular una sensación de control en el

paciente a través del conocimiento, lo que le facilitará prepa-

rarse para lo que viene.

D. Anzieu (5), psicoanalista francés, señala que “la satisfacción

es una experiencia, y el dolor es una prueba”. La vivencia de

dolor la describe como capaz de provocar una perturbación

tópica que puede anular las distinciones fundadoras y estruc-

turantes entre el Yo físico y el Yo corporal. Agrega “el dolor

no se comparte, ocupa todo y ya no existo como yo: existe el

dolor”.

Para este autor, toda función psíquica se desarrolla apoyán-

dose en una función corporal y es así como desarrolla el

concepto de Yo-piel : “lo mismo que la piel cumple una

función de sostenimiento del esqueleto y los músculos, el

Yo-piel cumple la función de sostener el psiquismo”. Toma

el concepto de Holding desarrollado por D. Winnicott, para

explicar que el Yo- piel es una parte de la madre que ha sido

interiorizada y que mantiene el cuerpo del bebé en un estado

de unidad y solidez.

Lo ejemplifica de esta manera: “...es el sufrimiento físico del

niño pequeño lo que, más general y exactamente, percibe

la madre, aún si esta no está atenta o es negligente en la

recopilación y desciframiento de los signos de las demás

cualidades sensibles. No sólo la madre toma la iniciativa de

los cuidados prácticos apropiados: acostar al bebé, llamar al

médico, administrar calmantes, vendar las heridas, sino que

toma en sus brazos al niño que grita, llora, pierde la respi-

ración, ella le aprieta contra su cuerpo, le calienta, le acuna,

le habla, le sonríe y le tranquiliza: abreviando, satisface sus

necesidades de apego, protección, agarramiento: maximiza

las funciones del Yo-piel que mantiene y contiene, para que

el niño la re –introyecte (es decir la internalice como parte

de sí mismo) suficientemente como un objeto soporte,

para que re-establezca su Yo-piel, refuerce su función de

para- excitación (defensa frente a la intensidad del estímulo)

y posibilite la curación. En este sentido lo que es compartible

no es el dolor, es la defensa contra él”.

Con este ejemplo, queremos introducir lo esencial de las inter-

venciones en crisis dentro de las funciones que un equipo de

salud debe considerar para ayudar en la contención del dolor

o sufrimiento de un paciente. Considerando la soledad de la

experiencia de dolor o sufrimiento, no bastaría con los buenos

cuidados físicos que se provean, sino a la vez la posibilidad

de dar contención emocional frente a situaciones que pueden

desbordar a los pacientes. Si tomamos en cuenta por ejemplo

la relación entre el dolor físico y psíquico, como se substi-

tuyen o complementan, podemos ejemplificar la manera en

que lo psicológico y lo físico interactúan en la experiencia de

alivio. En ocasiones, como lo ejemplifica Anzieu en el caso de

un paciente quemado, el dolor físico es atenuado a través de

una conversación, una “envoltura en palabras” que permite

restituir la vivencia de que el cuerpo no tiene una “piel física”

que lo proteja del dolor.

De este modo, la intervención en crisis puede ser funda-

mental para restituir la función de soporte y contención

cuando el paciente se siente inundado por vivencias y expe-

riencias asociadas a su cuerpo que amenazan su propia capa-

cidad de contención emocional. Explorar el significado de la

experiencia y promover la posibilidad de que ésta pueda ser

contenida a través de un ambiente emocional que facilite y

promueva la estabilidad en la salud mental.

Este ambiente facilitador no siempre es tan simple de cons-

truir para el personal médico y de enfermería. Los equipos

normalmente esperan que la complejidad del paciente sólo

resulte de su estado médico, pudiendo esperar de ellos

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(6) 835-840]