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latoria o en el domicilio. También el diagnóstico determinará

los exámenes que se soliciten, los que pueden ser necesarios

para confirmar el diagnóstico clínico o para investigar posibles

causas de las molestias que aquejan al paciente. En este punto

es conveniente reflexionar acerca del aumento de la cantidad

de exámenes y exploraciones, que se viene dando desde un

tiempo a esta parte. Pareciera que los exámenes de labora-

torio pueden reemplazar al clínico. Asimismo, la semiología

ha entregado parte importante de su quehacer a las técnicas

de imágenes; no se trata de desconocer el gran valor de estas

últimas para confirmar lo sospechado por el examen clínico,

ni tampoco su gran utilidad en la detección de anomalías en

las evaluaciones preventivas. Los exámenes y procedimientos

son factores importantes en el encarecimiento de la atención

médica y también tienen una alta asociación con los procesos

de judicialización de la medicina.

Es de aceptación común que una persona que recibe una mala

noticia nunca olvida dónde, cuándo y cómo se enteró de ella.

En un artículo publicado en 1991 se estudió, en forma retros-

pectiva, la forma en que se entregó la información acerca de

la muerte de un hijo a un grupo de padres voluntarios. Los

fallecimientos ocurrieron en diversas circunstancias como

accidentes de tránsito, suicidio, cáncer y asesinato entre

otras. Más de la mitad de los padres destacó como importante

que la entrevista fue grata o razonablemente manejada más

que una entrevista mal llevada u ofensiva, además señalaron

que los policías (cuando correspondió) fueron más acogedores

que las enfermeras y los médicos. Si bien es una muestra de

120 padres, que puede considerarse sesgada, este artículo

puso un alerta respecto a cómo mejorar la capacitación del

personal encargado de informar a la familia sobre la muerte y

en general dar malas noticias (4).

EL PROBLEMA DE LA CERTEZA DEL DIAGNÓSTICO

Una vez evaluado el paciente, lo más probable es que el

médico pueda formular un diagnóstico presuntivo en base a

los hallazgos de la anamnesis y del examen clínico. Con este

primer paso se podrá establecer un plan de estudio y comple-

mentar la evaluación con exámenes de laboratorio y even-

tuales procedimientos diagnósticos. Aquí surge un primer

problema que tiene relación con los procedimientos que

realiza un médico diferente del tratante u otro profesional,

como puede ocurrir con una ecotomografía, una electromio-

grafía, una cistoscopía, un campo visual, una audiometría

o cualquier otro examen cuyo resultado se está determi-

nando al momento de la realización del procedimiento. El

paciente, ante la expectación por conocer el resultado solicita

a quien está realizando el examen que se pronuncie acerca

de la normalidad o anormalidad del examen. A este respecto

hay que aclarar que no es para nada recomendable que sea

este médico o tecnólogo especializado quien responda al

paciente sobre el resultado del examen; sin embargo, hay que

reconocer que en la práctica no siempre resulta fácil dejar

al paciente con una gran duda y dilatar la espera hasta el

próximo control con su médico tratante.

El diagnóstico presuntivo puede resultar de alto impacto

emocional, especialmente cuando se magnifica la potencial

gravedad o incapacidad a la que se puede llegar de confir-

marse dicho diagnóstico. Hay que insistirle al paciente que

lo que se tiene es una hipótesis de trabajo para estudiar y

completar con los exámenes necesarios en busca de la preci-

sión diagnóstica y así poder implementar el tratamiento más

adecuado. El diagnóstico presuntivo también permite justi-

ficar la solicitud de exámenes invasivos, que impliquen un alto

costo económico o que se acompañen de cierto sufrimiento

para el paciente cuando implican un grado moderado de

dolor.

Junto con el diagnóstico presuntivo está el o los diagnós-

ticos diferenciales. Aquí se da una situación equivalente en

cuanto a la repercusión emocional y hay que ser cauteloso

en la entrega de información objetiva y realista, en base a las

probabilidades según la epidemiología local, la importancia

de algunos síntomas y la experiencia personal. No parece que

sea de utilidad extenderse, especialmente en una primera

consulta, en una larga lista de posibles diagnósticos diferen-

ciales, la que además con seguridad implicará la solicitud de

un sinnúmero de exámenes. En esto la experiencia clínica,

la ponderación y la prudencia que tenga el médico podrán

ayudar mucho a minimizar el impacto psicológico para el

paciente.

El objetivo durante el proceso diagnóstico es poder acer-

carse lo más posible a un diagnóstico de certeza, el cual

naturalmente no siempre se consigue y menos en la primera

consulta, sobre todo cuando la patología es más compleja o

poco frecuente.

Al tener un diagnóstico de certeza, gracias a que la exploración

clínica se puede apoyar además en el resultado categórico de

una biopsia, de un examen de imágenes, de un procedimiento

neurofisiológico, de un panel viral o de un examen de sangre

específico, el médico se ve enfrentado al hecho de tener que

informar al paciente y/o sus familiares de dicho diagnóstico.

La verdad en el diagnóstico

Más allá de tener que informar sobre malas noticias, el médico

se enfrenta al problema de tener que precisar hasta dónde

decir la verdad respecto del diagnóstico. ¿Es necesario profun-

dizar en todos los aspectos relacionados con el constructo al

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(6) 841-848]