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Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Espa-
ñola define el término diagnóstico como “la determinación de
la naturaleza de una enfermedad mediante la observación de
sus síntomas” y “la calificación que da el médico a la enfer-
medad según los signos que advierte”. Es decir, en lenguaje
médico,
diagnóstico lleva implícita la semiología, la etio-
patogenia y la nosología
. Estas tres áreas obligan a que el
profesional médico -responsablemente- precise un término,
el cual responde a un constructo de lo que denominamos
enfermedad.
CONCEPTOS DE SALUD Y ENFERMEDAD
Una distinción importante se refiere al concepto de enfer-
medad. Para Eisenberg, los pacientes son los que sufren
enfermedades (
illnesses
), ya que este término involucra lo
que a ellos les interesa y les afecta en el funcionamiento
social; en cambio, los médicos diagnostican y tratan pato-
logías (
diseases
). Por otra parte, en relación con la termino-
logía empleada en los últimos 25 años, tanto a nivel de los
medios de divulgación, como también en los ámbitos espe-
cializados en el área psicológico/psiquiátrica se ha producido
una interesante discusión respecto al empleo de los términos
“temas” y “aspectos” de salud mental para referirse a sinto-
matología psicopatológica, en oposición a la clara denomina-
ción de enfermedad mental. Este cambio se debe, en parte,
al estigma que involucra el término enfermedad mental.
Al referirse a “temas” y “aspectos” se tiende a subestimar la
seriedad y gravedad del distrés producido por la patología,
como también la experiencia del paciente. De forma análoga
sería como denominar “temas” de salud física para referirse a
hipertensión arterial o a una diabetes mellitus (1).
Definiciones de salud y enfermedad mentales tal vez más
abarcadoras las encontramos en lo propuesto por Armando
Roa, cuando describe la salud mental como aquella condición
en que existe “posesión, manejo y productividad fácil, espe-
ranzada y alentadora de la propia persona y su mundo, con
rendimiento óptimo, afectivo y práxico para ella y su medio
en acuerdo a su condición biológica, cultural y económico-
social”. A la vez considera que la enfermedad mental “sería un
socavamiento activo de la psique por menoscabo transitorio
o permanente, reparable o irreparable, de su energía íntima,
debido a acción de agentes venidos desde fuera o a fuerzas
autodestructivas, a lo cual se le da un origen, configura-
ción, significado y tratamiento diverso, según sea la religión,
cultura, estado socio-económico e individual de la persona”.
Respecto al diagnóstico, Roa hace hincapié en que “el recono-
cimiento técnico contra lo pensable es muy similar en todas
partes”. Estas reflexiones están en la perspectiva de la difi-
cultad que existe para contar con un concepto transcultural
de salud y enfermedad, más aun cuando éste se refiere parti-
cularmente al ámbito de lo psíquico (2).
¿QUÉ ES EL DIAGNÓSTICO?
Para el médico
Cuando el médico atiende a un paciente, uno de los grandes
desafíos en su quehacer es poder llegar a una conclusión
que englobe lo que le aqueja. Esto, a través de la exploración
de los síntomas y dentro de una adecuada relación médico
paciente, para así poder llegar a formular una denominación
que sea comprensible (y ojalá conocida para el enfermo) y que
le permita elaborar un plan de estudio y tratamiento. Este
proceso radica principalmente en los elementos que puede
aportar directamente el paciente o a través del relato de
terceros (familiares o cuidadores), y en algunos casos con la
información recopilada anteriormente por otros facultativos,
mediante los resultados de exámenes clínicos o informes, y en
importante medida en el conocimiento que tiene el médico
de una determinada enfermedad. A este ejercicio clínico está
enfrentado el médico con cada paciente que debe atender
y a su vez es escrutado en cada atención por el paciente y/o
sus familiares y también por sus colegas cuando corresponde.
No son infrecuentes los comentarios de pacientes o familiares
como: “visita a tal médico, porque tiene un buen diagnós-
tico”, “ese médico acertó con mi diagnóstico”, “no lo vayas
a consultar, porque conmigo se equivocó” y muchas otras
expresiones que ponen de relieve la importancia y responsa-
bilidad que implica el diagnóstico. Pareciera entonces que en
el accionar médico una parte muy importante se relaciona con
el proceso diagnóstico.
Como aproximación al diagnóstico no debemos olvidar que
existe un diagnóstico de signos y síntomas clínicos, otro de
cuadros sindromáticos y por último el de entidades noso-
lógicas. La historia de la medicina ha seguido también esta
secuencia. En una época abundaron las patologías con
nombres propios, sea como síndromes o enfermedades, que
permitieron que sus “descubridores” o mejor dicho sus siste-
matizadores nos dejaran un legado hasta el día de hoy.
Para el médico, el proceso diagnóstico la mayoria de las veces,
implica la búsqueda de una solución a la sintomatología del
paciente, y con eso la posibilidad de contar con un plan de
estudio, tratamiento y pronóstico, lo que sin duda debería
-al menos- tranquilizar al paciente y/o la familia. En otras
ocasiones, este proceso puede estar orientado a satisfacer una
determinada categoría diagnóstica que le permita acceder al
paciente a algún beneficio del sistema de atención de salud
(sea público o privado) o a algún seguro de salud específico.
Pero también la formulación de un determinado diagnóstico
puede obedecer, lamentablemente, a un deseo de lucimiento
personal del facultativo, sea ante otros colegas y/o para satis-
facer lo que el paciente o su familia desea escuchar. Estos
aspectos determinan no sólo la importancia de la formulación
[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(6) 841-848]