Previous Page  31 / 156 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 31 / 156 Next Page
Page Background

843

[EL IMPACTO DEL DIAGNÓSTICO MÉDICO COMO EXPERIENCIA TRAUMÁTICA. ALGUNAS REFLEXIONES - Dr. César Carvajal]

del diagnóstico, sino -sobre todo- la responsabilidad con que

debe ser asumida por el médico. Demás está decir que, junto

con una responsabilidad ética también existe una responsa-

bilidad legal con implicancias judiciales, la cual cada día está

más presente en los procesos relacionados con la judicializa-

ción de la medicina.

Para el paciente

Para los pacientes es fundamental poder contar con una expli-

cación y ojalá razones convincentes acerca de la experiencia

que viven a raíz de sus síntomas. También se hace necesario

poder contar con nombres conocidos de su cuadro, con el

conocimiento de las posibles causas y de las potenciales inter-

venciones. Los pacientes esperan que la consulta termine con

un diagnóstico que permita un plan de estudio con exámenes

y/o procedimientos, un tratamiento y un pronóstico. Es difícil

que una consulta médica termine bien si no tiene al menos,

un diagnóstico presuntivo.

Para el médico y para el paciente

En ocasiones el paciente deambula de un médico a otro en

busca de la formulación del diagnóstico que él quiere recibir.

Tal diagnóstico puede ayudarle a justificarse ante terceros

sobre ciertas conductas (como en algunas patologías psiquiá-

tricas), a conseguir algún beneficio de los sistemas de salud

(ya sean de tipo curativo o de alguna pensión de invalidez),

a aportar un antecedente médico importante para un tema

judicial, a eximirse de ciertas responsabilidades académicas o

laborales, a evitar ciertas responsabilidades civiles o militares,

etc. Por supuesto que frente a estas diversas situaciones es

determinante la responsabilidad que asume el médico.

Así como Balint concluyó, después de un estudio con un grupo

de médicos ingleses acerca de la relación médico paciente,

que el médico es una droga poderosa, eficiente, capaz de

actuar positiva o negativamente, acentuando o mermando el

efecto de las otras drogas, también se puede considerar que

el diagnóstico es un arma muy poderosa de la que dispone

el médico (3). El veredicto del médico puede determinar que

las consecuentes acciones que se tomen con el paciente se

encaminen en una dirección terapéutica o rehabilitadora, o

por el contrario que se acompañen de efectos iatrogénicos

y claramente perjudiciales para él y/o su familia.

Ningún

diagnóstico carecerá de repercusiones emocionales;

la

sintomatología puede ser de escasa o nula gravedad y tratarse

de algunas molestias transitorias, o por el contrario acarrear

un futuro funesto. De ahí que se debe ponderar muy bien

el diagnóstico como constructo (y sus variadas consecuen-

cias) y las implicancias que puede determinar en el paciente

y su entorno. El diagnóstico en sí mismo puede significar

una experiencia terapéutica, un alivio para el paciente y su

entorno, la posibilidad de un nuevo camino por recorrer, el

poder contar con un mejor pronóstico, o bien transformarse

en una experiencia traumática. Frente a esta disyuntiva el

médico tiene que ser particularmente cuidadoso de cómo

abordar el acto de comunicar el diagnóstico. Pero, antes debe

haber explorado lo más profundamente posible quién es ese

paciente y, si es necesario -con el apoyo de familiares- anti-

cipar las eventuales consecuencias de cómo recibirá el diag-

nóstico. Aspectos significativos de la biografía del paciente,

elementos de su personalidad, antecedentes traumáticos,

redes de apoyo psico-social, creencias y prácticas religiosas,

relaciones familiares pasadas y actuales son algunos de los

aspectos que se deben conocer antes de formular un diag-

nóstico de gravedad que determine un cambio importante en

el estilo de vida o una cercanía de la muerte.

LA COMUNICACIÓN DEL DIAGNÓSTICO

Una vez que el médico ha podido analizar la mayor cantidad

de elementos que le permiten tener un diagnóstico presun-

tivo o bien definitivo, tiene el desafío de comunicárselo

al paciente. Cuando se trata de un diagnóstico que no se

acompaña de mayor gravedad, ni necesidad de exámenes

de alto riesgo y que implica un tratamiento de fácil acceso

y un buen pronóstico en general, no hay mayores dificul-

tades. Pero cuando la situación es la inversa, el facultativo se

enfrenta al desafío de tener que comunicar una mala noticia.

Este tema se ha incorporado cada vez más en los estudios de

pregrado, dado que implica entrenarse en ciertas destrezas,

ya que es una acción que debe ser asumida responsable-

mente sólo por quien oficia de médico tratante o profesional

sanitario a cargo en un determinado momento. No se trata

de aprender y memorizar un discurso específico para verba-

lizarle al paciente, sino de ser capaz de hacerle comprender

a éste lo que le está ocurriendo. Más allá de que el paciente

logre una comprensión racional, se trata de poder ayudarle

tanto en el proceso de aceptación, como también en lo difícil

que resulta muchas veces poder llegar a asumir todo lo que

el diagnóstico implica. En esta parte, de la relación médico

paciente, es clave que el médico sea empático, realista, claro

y entregue un panorama lo más objetivo posible de lo que le

puede ocurrir al paciente. No se trata de emplear un lenguaje

doctoral, que revele gran nivel de conocimientos y que el

paciente, por lo que está experimentando emocionalmente

en ese momento, no entienda casi nada, se bloquee o que

por sus mecanismos de defensa sólo interiorice una parte

que es la menos grave. En este momento el médico tiene

el gran poder de ser objetivo, de minimizar o de amplificar

los riesgos y consecuencias que tiene el diagnóstico, ya que

dependiendo de cuál sea éste, serán las acciones que vengan

a continuación. Estas acciones pueden traducirse por ejemplo

en una hospitalización, cuando el paciente ha consultado en

un servicio de urgencia, ha sido atendido en la consulta ambu-