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[EL IMPACTO DEL DIAGNÓSTICO MÉDICO COMO EXPERIENCIA TRAUMÁTICA. ALGUNAS REFLEXIONES - Dr. César Carvajal]
del diagnóstico, sino -sobre todo- la responsabilidad con que
debe ser asumida por el médico. Demás está decir que, junto
con una responsabilidad ética también existe una responsa-
bilidad legal con implicancias judiciales, la cual cada día está
más presente en los procesos relacionados con la judicializa-
ción de la medicina.
Para el paciente
Para los pacientes es fundamental poder contar con una expli-
cación y ojalá razones convincentes acerca de la experiencia
que viven a raíz de sus síntomas. También se hace necesario
poder contar con nombres conocidos de su cuadro, con el
conocimiento de las posibles causas y de las potenciales inter-
venciones. Los pacientes esperan que la consulta termine con
un diagnóstico que permita un plan de estudio con exámenes
y/o procedimientos, un tratamiento y un pronóstico. Es difícil
que una consulta médica termine bien si no tiene al menos,
un diagnóstico presuntivo.
Para el médico y para el paciente
En ocasiones el paciente deambula de un médico a otro en
busca de la formulación del diagnóstico que él quiere recibir.
Tal diagnóstico puede ayudarle a justificarse ante terceros
sobre ciertas conductas (como en algunas patologías psiquiá-
tricas), a conseguir algún beneficio de los sistemas de salud
(ya sean de tipo curativo o de alguna pensión de invalidez),
a aportar un antecedente médico importante para un tema
judicial, a eximirse de ciertas responsabilidades académicas o
laborales, a evitar ciertas responsabilidades civiles o militares,
etc. Por supuesto que frente a estas diversas situaciones es
determinante la responsabilidad que asume el médico.
Así como Balint concluyó, después de un estudio con un grupo
de médicos ingleses acerca de la relación médico paciente,
que el médico es una droga poderosa, eficiente, capaz de
actuar positiva o negativamente, acentuando o mermando el
efecto de las otras drogas, también se puede considerar que
el diagnóstico es un arma muy poderosa de la que dispone
el médico (3). El veredicto del médico puede determinar que
las consecuentes acciones que se tomen con el paciente se
encaminen en una dirección terapéutica o rehabilitadora, o
por el contrario que se acompañen de efectos iatrogénicos
y claramente perjudiciales para él y/o su familia.
Ningún
diagnóstico carecerá de repercusiones emocionales;
la
sintomatología puede ser de escasa o nula gravedad y tratarse
de algunas molestias transitorias, o por el contrario acarrear
un futuro funesto. De ahí que se debe ponderar muy bien
el diagnóstico como constructo (y sus variadas consecuen-
cias) y las implicancias que puede determinar en el paciente
y su entorno. El diagnóstico en sí mismo puede significar
una experiencia terapéutica, un alivio para el paciente y su
entorno, la posibilidad de un nuevo camino por recorrer, el
poder contar con un mejor pronóstico, o bien transformarse
en una experiencia traumática. Frente a esta disyuntiva el
médico tiene que ser particularmente cuidadoso de cómo
abordar el acto de comunicar el diagnóstico. Pero, antes debe
haber explorado lo más profundamente posible quién es ese
paciente y, si es necesario -con el apoyo de familiares- anti-
cipar las eventuales consecuencias de cómo recibirá el diag-
nóstico. Aspectos significativos de la biografía del paciente,
elementos de su personalidad, antecedentes traumáticos,
redes de apoyo psico-social, creencias y prácticas religiosas,
relaciones familiares pasadas y actuales son algunos de los
aspectos que se deben conocer antes de formular un diag-
nóstico de gravedad que determine un cambio importante en
el estilo de vida o una cercanía de la muerte.
LA COMUNICACIÓN DEL DIAGNÓSTICO
Una vez que el médico ha podido analizar la mayor cantidad
de elementos que le permiten tener un diagnóstico presun-
tivo o bien definitivo, tiene el desafío de comunicárselo
al paciente. Cuando se trata de un diagnóstico que no se
acompaña de mayor gravedad, ni necesidad de exámenes
de alto riesgo y que implica un tratamiento de fácil acceso
y un buen pronóstico en general, no hay mayores dificul-
tades. Pero cuando la situación es la inversa, el facultativo se
enfrenta al desafío de tener que comunicar una mala noticia.
Este tema se ha incorporado cada vez más en los estudios de
pregrado, dado que implica entrenarse en ciertas destrezas,
ya que es una acción que debe ser asumida responsable-
mente sólo por quien oficia de médico tratante o profesional
sanitario a cargo en un determinado momento. No se trata
de aprender y memorizar un discurso específico para verba-
lizarle al paciente, sino de ser capaz de hacerle comprender
a éste lo que le está ocurriendo. Más allá de que el paciente
logre una comprensión racional, se trata de poder ayudarle
tanto en el proceso de aceptación, como también en lo difícil
que resulta muchas veces poder llegar a asumir todo lo que
el diagnóstico implica. En esta parte, de la relación médico
paciente, es clave que el médico sea empático, realista, claro
y entregue un panorama lo más objetivo posible de lo que le
puede ocurrir al paciente. No se trata de emplear un lenguaje
doctoral, que revele gran nivel de conocimientos y que el
paciente, por lo que está experimentando emocionalmente
en ese momento, no entienda casi nada, se bloquee o que
por sus mecanismos de defensa sólo interiorice una parte
que es la menos grave. En este momento el médico tiene
el gran poder de ser objetivo, de minimizar o de amplificar
los riesgos y consecuencias que tiene el diagnóstico, ya que
dependiendo de cuál sea éste, serán las acciones que vengan
a continuación. Estas acciones pueden traducirse por ejemplo
en una hospitalización, cuando el paciente ha consultado en
un servicio de urgencia, ha sido atendido en la consulta ambu-